¿Cómo ha cambiado nuestra forma de comer a lo largo de los siglos? Desde nuestros orígenes, las poblaciones humanas hemos vivido adaptadas al entorno y aquí la alimentación tiene mucho que decir. Por ejemplo, aquellos que viven en el sudeste asiático no comen lo mismo que alguien que viva en Siberia.
Una población se alimenta de lo que tiene a su alcance y esto debe tenerse en cuenta, ya que la alimentación de estas personas nos explicará cómo es y cómo explotan su hábitat y cuáles son sus posibilidades de supervivencia.
La dieta se ha convertido en un gran factor selectivo y ha generado grandes cambios en los humanos. Nuestra forma de comer ha impactado tanto hasta el punto de que nosotros en el presente somos más diferentes de nuestros antepasados, que nuestros antepasados de los suyos.
LOS PRIMEROS HOMO: ¿QUIÉNES SON?
Como sabemos, el hecho de que los humanos venimos de los monos es un mito. Entonces, ¿dónde se encuentra nuestro origen?
Todo empezó en el Valle del Rift, en África, hace unos 6 y 8 millones de años debido a la alta intensidad volcánica, donde se formaron cordilleras que atrapaban las perturbaciones del Atlántico. Hace entre 2 y 3 millones de años se produjo un cambio marcado en el clima con muchas menos precipitaciones, y lo que era selva tropical comenzó a convertirse en sabana.
En estos espacios se hallaba nuestra especie ancestral, que quedó inicialmente separada en parte por estas cordilleras. Con el tiempo dio lugar, por un lado, a los actuales chimpancés (adaptados a la selva) y, por otro, a los primeros Homo (adaptados a la sabana).
¿QUÉ COMÍAN LOS PRIMEROS HUMANOS?
Como muchos estudios indican, el cambio dietético ha tenido un papel muy importante en el origen y evolución temprana de nuestro género en África. Cuando hace 2 y 3 millones de años las precipitaciones disminuyeron, nuestros antepasados pre-Homo se enfrentaron a hábitats más abiertos y secos.
Para sobrevivir a ese paisaje emergente se requería la capacidad de moverse rápidamente y de adaptarse. Entre otras adaptaciones, surgió la capacidad de actuar colectivamente y salvaguardar la descendencia y los miembros más vulnerables de un grupo de grandes depredadores. Así pues, el entorno alimentario también cambió, ya que los primeros Homo no podían confiar en un suministro abundante de fruta y optaron por también capturar y comer diferentes animales, así como incluir en su dieta raíces y tubérculos.
Ingesta de carne
Debido a los cambios en el clima, con el paso de los años, cada vez había un mayor consumo de carne y grasa, lo que permitió el desarrollo cerebral. Como consecuencia, se desarrolló también el conocimiento y las interacciones con otros individuos. Por ejemplo, se empezó a dividir el trabajo y repartir alimentos.
Comían carne de mamíferos, aves, pescados… en forma de carroña, caza y pesca. También comían huevos, marisco e insectos, pero estos no aportaban tanta cantidad de grasa.
Ingesta de vegetales
Algunos autores sugieren que los primeros Homo incluían en su dieta plantas más chéricas (tubérculos, raíces, cormos y bulbos) y que la recolección fue una fuerza motriz en la evolución humana. También comían frutos secos, semillas, frutas y brotes tiernos.
¿CÓMO LO COMÍAN?
La principal limitación del estudio es saber exactamente qué comían los primeros Homo. Sin embargo, gracias a algunos hallazgos de mandíbulas y dientes se pueden aclarar algunas cuestiones sobre la dieta de esta especie.
Los datos del estudio de Carmody, R. & Wrangham, R., 2009 proponen que los primeros Homo utilizaban métodos de procesamiento no térmicos, como el pounding, que simplemente significa golpear fuerte y repetidamente el alimento. Esto les proporcionó un aumento importante de la ganancia de energía respecto a las dietas crudas no procesadas. Este aumento puede haber contribuido al apoyo de adaptaciones energéticamente costosas que surgen por primera vez en el Homo habilis, como es el caso del aumento del tamaño corporal y cerebral relativa.
Posteriormente a estos hechos se produjo un punto de inflexión en la evolución humana. Este fenómeno fue producido por el control y dominio del fuego, que permitió a los Homos la cocción de los alimentos. La cocción aporta beneficios adicionales que no se logran fácilmente con el procesamiento no térmico, como la gelatinización de almidón, la desnaturalización de proteínas y la muerte de patógenos transmitidos por los alimentos.
LOS RESTOS FÓSILES COMO CLAVE PARA CONOCER EL PASADO
Los restos fósiles han sido y son uno de los elementos más estudiados y que, junto con la evidencia genética y paleoclimática, proporcionan conocimiento sobre nuestra línea evolutiva.
Hay que tener en cuenta que entender el orden y la antigüedad de los diferentes hallazgos de fósiles es una tarea muy complicada, ya que de hallazgos se hacen muy de vez en cuando y, evidentemente, suelen ser trozos de partos del cuerpo y en lugares remotos. Puede afirmarse que es una especie de rompecabezas global, donde científicos de todas partes buscan el entramado jugando con los restos fósiles y los datos genéticos y paleoclimáticos.
Ahora bien, si encontramos un fósil y tenemos la suerte de que es una mandíbula, ¿en qué nos fijamos?
- Tamaño de los dientes. Los dientes anteriores (delantero) son más grandes en los primeros Homo, pero en el antecesor y en los más modernos son pequeños. Esto es indicativo de presiones selectivas cambiantes con uso creciente de herramientas para preparar alimentos antes de la ingestión.
- Forma de los dientes. Si hay desgaste de los dientes molares (trasera), en principio, sugiere dietas duras, es decir, alimento sin cocción.
- Grosor del esmalte. Es una adaptación para evitar la rotura de los dientes, sobre todo en dietas con alimentos duros. Los primeros humanos tenían un esmalte relativamente grueso en las muelas y que, progresivamente, se ha vuelto más delgado, ya que con la cocción se dejan de comer alimentos tan duros.
- Biomecánica de la mandíbula. La forma refleja las fuerzas que actúan sobre la mandíbula durante el proceso de masticar, proporcionando potencialmente pistas sobre las propiedades mecánicas de los alimentos ingeridos por los primeros humanos prehistóricos.
- Microestriación dentaria. Desgaste microscópico en los dientes molares, que se relaciona con el tipo de dieta.
- Química de tejidos mineralizados. Análisis de isótopos y oligoelementos.
Por último, los patrones de variación genética también aportan pistas de nuestro pasado hacia la adaptación a las nuevas dietas a adquirir para sobrevivir a los diferentes cambios ambientales. Por ejemplo, la variación del número de copias del gen de la amilasa (enzima de la saliva) o la persistencia de la lactasa (enzima para romper la lactosa de la leche) (James, WPT, 2019).
FUENTE: https://menjaactuaimpacta.org/es/sin-categorizar/eat-life-que-comian-los-primeros-humanos/
Es un punto interesante saber como avanzó el proceso de busqueda y manipulación de alimentos, sobretodo sabiendo los cambios fisiologicos que estos provocaron, como tal uno se pregunta como cambiará nuestra anatomía con el paso del tiempo con las nuevas formas de manipulación de alimentos.
Es impresionante ver cómo la dieta ha influido en nuestra adaptación y supervivencia, mostrando la relación entre el enterno y nuestras costumbres alimentarias.
Me sorprendió descubrir que los primeros Homo utilizaban métodos como el ‘pounding’ para procesar sus alimentos. Esta técnica parece mucho más primitiva de lo que pensaba, pero sin duda fue fundamental para su evolución.