Un equipo de expertos del Centro de Innovación Gastronómica (CIG) han desarrollado técnicas de innovación para producir 20 nuevos alimentos partiendo de trozos, cáscaras o cascarillas que habitualmente se desechan. Los profesionales del CIG han realizado numerosos ensayos para que sus propuestas beneficien a la salud y se adapten a las tendencias del mercado.
El Centro, perteneciente al Instituto Madrileño de Investigación y Desarrollo Rural, Agrario y Alimentario (IMIDRA), busca impulsar la gastronomía circular, el aprovechamiento de recursos y el consumo de cercanía. «Luchamos contra el desperdicio alimentario y le damos nuevos valores económicos a los productos de la agricultura y la alimentación; en este caso, a los productos de Madrid», comenta Almudena Lázaro, la directora del centro.
«Aquí hacemos Ciencia, proyectos de investigación. Y todo esto está contrastado con datos, con equipos de medida y con la opinión de más de un centenar de consumidores, que los han probado y nos han dado una nota muy alta», explica.
De estos estudios han surgido innovaciones a partir del orujo de uva, con el que se han creado helados, chocolates, salsas y kombucha (bebida de origen chino a base de té fermentado).
La investigación se ha realizado a base de cocciones, extracciones y fermentaciones, logrando características sensoriales distintivas y propiedades saludables que aspiran llevar al mercado propuestas de interés para las empresas.
La combinación de ciencia y gastronomía para mejorar la salud me parece realmente interesante, así como la atención a la opinión de los consumidores a la hora de desarrollar el producto. Además, esta investigación a parte de promover un consumo más responsable, también añade valor económico a productos locales, lo que puede tener un impacto muy positivo.
La iniciativa del CIG para transformar desechos alimentarios en nuevos productos es un gran ejemplo de innovación y sostenibilidad. Convertir cáscaras y residuos en alimentos nutritivos no solo combate el desperdicio, sino que también impulsa la economía local y la gastronomía circular. Este enfoque demuestra cómo la ciencia puede aportar soluciones prácticas y creativas a los desafíos alimentarios actuales.