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Hacia una nutrición sostenible

Alrededor de un tercio de los alimentos producidos en el mundo para el consumo humano se pierde o desperdicia, según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO). En total, unos 1.300 millones de toneladas, una cantidad con la que se podría alimentar a los 690 millones de personas que padecen hambre en el mundo, y que suponen el 8,9% de la población mundial.

Más allá de lo alarmante de estos datos, se suma la preocupación derivada del empleo de recursos naturales en vano para su producción. En concreto, esos alimentos consumen cerca de una cuarta parte de toda el agua utilizada con fines agrícolas; requieren una superficie cultivada del tamaño de China; contribuyen a la pérdida de biodiversidad y son responsables de un 8% de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero.

En la misma línea, los datos de la Unión Europea apuntan que cada año entre un 30% y un 50% de alimentos comestibles acaban en la basura, y España, con 7,7 millones de toneladas, se sitúa en séptima posición del listado de países que despilfarran alimentos, según datos del Ministerio de Agricultura y Pesca, Alimentación y Medio Ambiente (MAPAMA).

La industria alimentaria es responsable del 30% del consumo energético mundial y de un 22% de los gases de efecto invernadero
El despilfarro alimentario es solo uno de los responsables de la huella medioambiental asociada a nuestra alimentación. Una huella que se ha incrementado durante los últimos años debido al aumento de la población mundial que, según la FAO, está previsto que alcance los 9.100 millones de personas en 2050, lo que supondría un aumento de la producción alimentaria del 70% en el mundo, y de un 100% en los países en desarrollo.

Para hacer frente a esta situación, asegurar una producción suficiente para prevenir el hambre y la malnutrición y, a la vez, cuidar del planeta para evitar el agotamiento de sus recursos naturales, se hace cada vez más necesario reflexionar sobre el impacto de nuestra alimentación, desde un ámbito local a otro más global con el planeta como protagonista. Porque, aunque el interés por una dieta saludable es cada día más habitual, ¿tenemos en cuenta también su huella medioambiental?

Reducir el impacto de la dieta 
Según la FAO, las dietas sostenibles son aquellas que generan un impacto ambiental reducido y contribuyen a la seguridad alimentaria y nutricional y a que las generaciones actuales y futuras lleven una vida saludable.

Además, protegen y respetan la biodiversidad y los ecosistemas, son culturalmente aceptables, accesibles y económicamente justas y asequibles. Desde un punto de vista nutricional, se consideran adecuadas, inocuas y saludables, además de optimizar los recursos naturales y humanos. 

Durante la última década, muchos países han incorporado consideraciones de sostenibilidad en sus políticas alimentarias y programas de educación del consumidor, con recomendaciones que pasan por apostar por una alimentación basada principalmente en alimentos de origen vegetal, optar por alimentos locales y de temporada, reducir el desperdicio de alimentos, consumir pescado de reservas sostenibles y disminuir el consumo de carne roja y procesada, alimentos altamente procesados o bebidas azucaradas. Se trata, al fin y al cabo, de fomentar una alimentación saludable, entendida como aquella que, desde su producción hasta su consumo, reduce el impacto negativo generado por su producción a la vez que permite colaborar con el entorno de una u otra manera. En este sentido, “La Guía de Alimentación” de la Generalitat de Catalunya recoge que una alimentación sostenible es aquella que se considera «suficiente, completa, equilibrada, satisfactoria, segura, adaptada al comensal y al entorno, sostenible y asequible».

Una de las principales medidas para llevarla a cabo es optar por frutas y hortalizas de proximidad y de productores locales. De este modo, se ayuda a la economía de la zona en la que se produce, se incentiva el desarrollo rural y se disminuye la reducción de la contaminación derivada de su transporte. Prestar atención a la dieta, las proporciones entre alimentos animales y vegetales, y el agua y bebidas embotelladas que se con- sumen son otros gestos al alcance de todos que influyen en la salud del planeta.

https://www.lavanguardia.com/vida/salud/20210527/7482990/hacia-una-nutricion-sostenible.html


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