El estudio, que no solo pone de manifiesto la realidad de que el coste de la comida puede afectar de forma negativa a nuestra salud, evidencia también que la comida basura o comida rápida es más barata que la que vinculamos con una dieta más saludable. El porqué lo explica Cristina Bouzas, doctora y profesora de la Universidad de las Islas Baleares e investigadora del CIBER, que señala que «estos alimentos son más económicos porque al tener una producción estandarizada se produce una reducción de costes a la hora de fabricarlo».
Y no es el único motivo, porque a esta realidad se añade además la elección de ingredientes por parte de las empresas que se dedican a fabricar comida en cadena. «Nosotros podríamos elegir un aceite de oliva virgen extra para cocinar en casa por salud, pero esto suele ser poco habitual en las comidas preparadas», explica la doctora, que hace referencia a que los precios reducidos de estas comidas son consecuencia también de la sustitución de ingredientes por otros más baratos.
Almacenar más tiempo sale más barato, unos factores a los que se añade el almacenamiento de estos alimentos. Si bien los productos frescos aguantan menos tiempo almacenado y, por tanto, deben consumirse antes, el hecho de que la comida fabricada en cadena pueda mantenerse más tiempo guardada, produce un abaratamiento de los costes.
En el estudio, que recoge los testimonios de más de seis mil personas, se vinculan alimentos como la fruta, la verdura, el pescado o la carne blanca, todos pertenecientes a las dietas mediterráneas, con un mayor coste en la cesta de la compra. Una realidad que, según la investigación, provoca que a medida que el precio de los alimentos es más bajo, su consumo es mayor. En este caso, el precio reducido coincide con comida menos saludable, como los dulces y pasteles, las grasas o los alimentos procesados. De esta forma, el hallazgo sugiere que este precio de los alimentos puede ser un factor crucial en las decisiones de la dieta.
Por un lado, es positivo que haya alimentos accesibles para todos, y entiendo que la producción en cadena y la durabilidad de los ingredientes abaratan los precios. Pero es preocupante que estas opciones más económicas sean, en su mayoría, alimentos procesados y menos saludables. Esto crea una especie de trampa económica: comer bien y cuidar la salud cuesta más. Es un recordatorio de que mejorar el acceso a alimentos frescos y nutritivos debería ser una prioridad si realmente queremos promover una alimentación saludable para todos.
Está claro que las comidas rápidas triunfan entre nosotros. Ventajas tienen muchas: poseen un alto contenido de calorías que dan energía al cuerpo, proveen de proteínas, grasas y nutrientes de un modo rápido y su precio es más que asequible para todos. Además, son variadas y muchas veces atractivas para todos los públicos. Ahora bien, las desventajas también son muchas: la energía proviene de grasas saturadas y azúcares que, en exceso, son perjudiciales para la salud y además carecen de otros nutrientes esenciales. Personalmente creo que disfrutarlas de vez en cuando puede ser parte de un estilo de vida equilibrado, pero es importante no depender de ellas para la alimentación diaria. Y pienso que no hemos de olvidar que muchas veces es mejor pagar un poco más porque es nuestra salud la que está en juego.
El texto destaca que la comida rápida y ultraprocesada es más barata que los alimentos frescos, lo cual facilita su consumo pese a ser menos saludable. Esto plantea una contradicción, ya que las opciones accesibles suelen ser las menos beneficiosas para la salud. El verdader objetivo es hacer que los alimentos nutritivos sean asequibles para mejorar la salud pública.
Es triste ver que este tipo de alimentos son tan baratos ya que mucha gente opta por consumirlos debido a su reducido precio. La gente debería concienciarse de que el motivo por el cuál estos alimentos son tan baratos es también debido a la calidad horrenda de los ingredientes usados. Si ponemos de ejemplo las cadenas de comida rápida como Burger King o Macdonals, podemos encontrarnos hamburguesas por apenas 1 euro con algo, esto da mucho de lo que pensar. Qué cantidad de saborizantes y «basura» debe tener para llegar a esos costes, lo mejor sería intentar comer en restaurantes normales pero debido al estilo de vida rápido y costoso que llevamos es cada vez más difícil.
Lamentablemente en la alimentación moderna la comida rápida y procesada es más asequible que las opciones saludables. La explicación del uso de ingredientes baratos que reducen los costos es clave para entender por qué muchas personas optan por alimentos menos nutritivos. Esta tendencia impacta en la salud pública,y podemos ver como las dietas mayormente saludables son menos accesibles para muchos. Es esencial fomentar políticas y artículos que promuevan el consumo de alimentos frescos y nutritivos, garantizando que sean una opción viable para el consumo de todos.