La globalización ha transformado completamente nuestras prácticas alimenticias. Gracias a la facilidad de comunicación y el comercio internacional, podemos probar alimentos de cualquier parte del mundo sin siquiera salir de nuestras ciudades. Sin embargo, la globalización también ha dado lugar a un fenómeno interesante conocido como “glocalización”, que describe cómo las prácticas y los productos globales se adaptan a los gustos y preferencias locales.
Un ejemplo de esto es el sushi occidentalizado que encontramos en muchos países. Originalmente, el sushi japonés se centra en pescados crudos y arroz, pero en los Estados Unidos y otros lugares, se ha adaptado a gustos diferentes agregando ingredientes como aguacate o queso crema. Este cambio muestra cómo una comida puede adaptarse para atraer a un público diferente sin perder por completo su esencia original.
En un artículo publicado en Appetite, Fischler (1988) explora esta mezcla entre lo tradicional y lo moderno, señalando que “las elecciones alimenticias modernas pueden verse como una negociación constante entre el deseo de experimentar nuevas culturas y el anhelo de autenticidad” (Fischler, 1988). Personalmente, como estudiante que vive en un mundo globalizado, tengo acceso a una variedad inmensa de alimentos, desde la comida tailandesa hasta la libanesa. Esta variedad es emocionante y enriquecedora, pero también me hace reflexionar sobre cómo cada platillo que pruebo lleva un pedazo de la cultura de su lugar de origen, aunque esté adaptado a mis preferencias locales.
Qué duda cabe que la globalización ha transformado profundamente los modos de alimentación de todos nosotros. Países, culturas y personas estamos interconectados y las distancias físicas parece que ya no existen. Gracias a la expansión del comercio internacional y las nuevas tecnologías de transporte, alimentos de diversas culturas y regiones se han vuelto tremendamente accesibles a una escala global. ¿Y cuáles han sido las consecuencias? Pues evidentemente, esto ha permitido una mayor diversidad en las dietas y un mayor conocimiento de las prácticas culturales en materia de alimentación de todos los rincones del mundo; pero también ha generado un fenómeno de homogeneización, donde productos ultraprocesados y cadenas de comida rápida dominan la alimentación de muchas partes del mundo.
Y es que, después de leer esta noticia, creo que la globalización no sólo ha sido beneficiosa para nuestra alimentación, sino que también ha planteado un gran número de desafíos en términos de salud, sostenibilidad y preservación de tradiciones locales. Cada vez hay más personas que abusan del consumo de alimentos importados y la producción a gran escala de estos genera un indudable impacto ambiental a muchos niveles. Y lo que es peor, en muchas ocasiones las dietas tradicionales han sido desplazadas por patrones de alimentación mucho más globalizados y menos saludables. Debemos ser conscientes de esto y llegar a un equilibrio.