El cambio de hora, vigente desde 1974, afecta el ritmo circadiano, que regula funciones fisiológicas como el sueño, la temperatura corporal y el apetito. Este cambio, que ocurre en octubre hacia el horario de invierno, altera la producción de melatonina y cortisol, hormonas que regulan el sueño y el estado de alerta, y puede provocar malestar, somnolencia y cambios de humor. La reducción de exposición al sol durante los días más cortos del año contribuye a este desajuste, afectando especialmente a personas mayores y adolescentes.
España, aunque geográficamente debería tener el horario del meridiano de Greenwich, sigue el horario central europeo, lo que provoca un desfase mayor en la relación entre luz y actividad diaria. Este desajuste entre el reloj biológico y los horarios de actividad afecta la calidad del sueño y los hábitos alimenticios, incrementando la sensación de hambre y el riesgo de desarrollar problemas metabólicos como obesidad y enfermedades crónicas.
Nutricionistas como Clara Puig recomiendan ajustar el horario de las comidas al ciclo de luz y oscuridad, lo que ayuda a alinear el metabolismo y evitar el cansancio, que suele llevar al consumo de alimentos altos en calorías en busca de energía rápida. También es ideal cenar más temprano (antes de las 8 p.m.) y optar por cenas ligeras para facilitar la digestión y prevenir problemas como el reflujo o despertares nocturnos. Alimentos ricos en triptófano, como el yogur, queso, huevos, pescado y pollo, ayudan a regular la producción de serotonina y melatonina, mejorando el descanso.
Un estudio de la International Journal of Obesity señala que el cuerpo metaboliza carbohidratos y grasas de manera más efectiva cuando las comidas se realizan en sintonía con el ritmo circadiano. Para mantener una dieta saludable y equilibrada, la planificación de un menú semanal que incluya alimentos frescos y nutritivos (verduras, frutas, cereales y proteínas) es clave, y contribuye a reducir el tiempo de preparación y evitar la tentación de comidas rápidas o poco saludables.
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Es preocupante como el cambio horario puede afectar al ritmo circadiano y por consiguiente a nuestro sueño, apetito y temperatura corporal. Además de incrementar la sensación de hambre e incrementar el riesgo de obesidad y enfermedades crónicas.
Lo que más me impresiona de esta noticia es cómo un simple cambio de hora puede afectar profundamente nuestro bienestar alterando la producción de hormonas esenciales como la melatonina y el cortisol, lo que repercute en nuestro sueño, estado de ánimo y hábitos alimenticios. Lo cual me hace reflexionar sobre la importancia de sintonizarnos con nuestros ritmos naturales y ajustar nuestros hábitos para mejorar nuestra calidad de vida, especialmente en lo relacionado con la alimentación y el sueño.