La evasión de la depresión a través de la comida, el desorden alimenticio o el desmontaje de los absurdos cánones de belleza. Todo ello se enmarca dentro de una presión o fuerza maximalista de la que Demi Moore, como Elisabeth Sparkle, no puede escapar desde su propia cárcel basada en la violencia del control.
Tratamiento gráfico y simbólico de la comida
La provocación de la obra audiovisual se canaliza asimismo a través de un zoom continuado a la comida, como un adelanto del horror corporal que se sucederá a posteriori. Los primeros planos de los alimentos, que parecen traspasar la pantalla, generan precisamente el efecto repugnante deseado. Algo que ya podemos ver desde el inicio del filme con la secuencia de la yema de huevo a la que se inyecta la sustancia química; que presenta, a su vez, la gastronomía como uno de los componentes clave del lenguaje visual de la película.
El filme proyecta así de manera repulsiva y audaz escenas culinarias intensificadas por el diseño de sonido y la presentación
La perspectiva tétrica y oscura de la película atraviesa la comida: Elisabeth no come por placer, sino por acelerar lo inevitable, sabiendo que el mundo la castigará por ese descontrol. Comer lo que realmente desea significa arrebatar el control de su cuerpo en una sociedad que se lo niega.
Un símbolo de violencia
Labios babeantes que desgarran comida, pavos eviscerados y consumo excesivo. Todas esas escenas decadentes adelantan las secuencias de horror corporal que le suceden. Mientras tanto, la forma de comer de los personajes los convierte en monstruos repugnantes y glotones. Véase la escena de Harvey comiendo gambas, sorbiéndolas y descuartizándolas sin control, como un acto que representa de manera sustancial su papel de hombre tóxico y repulsivo.
Por otro lado, la manera en la que Sue sorbe sus bebidas también define su personalidad, como un ser que consume todo lo que la rodea. El espectador oye y percibe el ansia de cada glug glug de su Coca-Cola que diluye en ella la codicia humana, en una misma sátira de terror en la que cada comida o bebida, junto con el acto mismo de cocinar, se convierte en una expresión de violencia.
Bajo esa misma visión, cabe poner el foco en otra de las secuencias gastronómicas en la que Elisabeth se encuentra en el Paseo de la Fama de Hollywood, y un transeúnte deja caer su pedido de fast food sobre su placa, manchándola con kétchup, como si se tratase de sangre. Sangre que anticipa la violencia posterior que la protagonista ejercerá sobre ella misma, sobre su propio cuerpo con la comida.
A medida que avanza la película, los personajes, como la yema de huevo y la clara, se dividen cada vez más. También lo hace la alimentación que marca su divergencia dietética. La dictadura del cuerpo hace que Elisabeth desde el inicio limite su comida a unos Martinis con aceitunas o un par de huevos. En su frigorífico sólo hay latas de Coca-Cola Light. No obstante, cuanto más se transforma en Sue, el odio que siente hacia sí misma también se intensifica a través de la comida.
Muchas veces, Sue se despierta tras siete días de letargo y descubre que Elisabeth ha dejado en apartamento montones de huesos de pollo, gofres y eslabones de desayuno. En este sentido, Beth se ha dado cuenta de que tiene todo el derecho a comer todo lo que quiera, al igual que ‘un hombre’. Aunque ese descontrol alimenticio haga que acabe teniendo pesadillas, como cuando se imagina que un muslo de pollo va a sobresalirle del ombligo. El tormento y el horror corporal nunca terminan.
Qué representa la comida en ‘La sustancia’ – Tapas
Tomado de: Tapas Magazine: Ñam Ñam Lifestyle. La vida a bocados. Premio Nacional de Gastronomía 2016.
La película utiliza la comida como un potente símbolo de control y autodestrucción, donde los actos culinarios reflejan las luchas internas de los personajes contra los estándares sociales. A través de imágenes grotescas y escenas de consumo desmedido, se profundiza en el horror corporal y psicológico, mostrando cómo la relación con el alimento se convierte en una manifestación de violencia y autoodio.
Me parece un enfoque audaz y provocador que, a través de la gastronomía, explora temas profundos sobre la sociedad, el cuerpo y el sufrimiento humano.
El artículo ofrece una reflexión interesante sobre cómo la comida se utiliza simbólicamente en la película para explorar temas como la depresión y los trastornos alimenticios. A través de imágenes perturbadoras, la película critica los cánones de belleza y las presiones sociales que afectan la relación de los personajes con la comida. Esta representación de la comida como control y autodestrucción es una forma poderosa de reflejar la lucha interna y el sufrimiento de los personajes. Sin duda, un enfoque provocador que invita a la reflexión.