La Gran Depresión (1929-1939) marcó un cambio radical en la historia de Estados Unidos, un país que pasó de ser símbolo de abundancia a tener un desempleo masivo y hambre. El gobierno federal, que hasta entonces no se consideraba responsable de alimentar a la población, comenzó a intervenir con programas como comedores de beneficencia y comidas económicas diseñados por Eleanor Roosevelt. Sin embargo, estas medidas ofrecieron alimentos de baja calidad.
El impacto de la desnutrición se volvió evidente cuando muchos hombres jóvenes fueron rechazados del ejército por bajo peso, lo que llevó al gobierno de Franklin D. Roosevelt a modernizar la producción agrícola con mecanización, electrificación rural y nuevas técnicas. También se introducirán alimentos fortificados con vitaminas para compensar deficiencias nutricionales. Tras la Segunda Guerra Mundial, los supermercados y los alimentos ultraprocesados, como las cenas de TV, transformaron la dieta estadounidense, ofreciendo conveniencia y bajos costos.
Estos ultraprocesados, diseñados para ser económicos, sabrosos y duraderos, incrementaron el consumo calórico y contribuyeron a una epidemia de obesidad. Hoy en día, representan el 58% de la ingesta calórica en EE.UU. Aunque son costosas, desplazan alimentos frescos y nutritivos, y han llevado a un aumento de enfermedades como diabetes y problemas cardíacos, afectando desproporcionadamente a los más desfavorecidos.
El sistema alimentario actual está dominado por grandes corporaciones, lo que dificulta un cambio hacia dietas más saludables. Aunque la innovación tecnológica ha hecho la comida más accesible, ha creado una dependencia de productos ultraprocesados que activan mecanismos de recompensa en el cerebro, fomentando el consumo excesivo. Este modelo refleja una pérdida de conocimientos culinarios y prioriza la economía sobre la salud.
La transición hacia alimentos ultraprocesados ha transformado la dieta estadounidense, favoreciendo la conveniencia sobre la salud. Estos productos, aunque baratos, han impulsado la obesidad y enfermedades crónicas, afectando especialmente a los más desfavorecidos. Es esencial cambiar el enfoque hacia opciones más saludables.
No es una sorpresa que la mayoría de la dieta estadounidense se basa en comida ultra procesada, sin embargo me sorprende saber que esto se optó como medida para combatir la desnutrición después de la Gran Depresión. Además, aunque cada vez la gente opta por dietas más saludables y sostenibles es una realidad que se ha creado una dependencia hacia productos ultra procesados como bien dice la noticia, por ello debemos reflexionar sobre que productos incluimos en nuestras dietas y optar por alimentos más saludables.
La Dieta Estadounidense Estándar, nacida de la posguerra, apostó por la conveniencia a través de los ultraprocesados, y hoy estamos viendo sus tristes consecuencias. A pesar de ser baratos y fáciles de consumir, estos alimentos han aumentado la obesidad, las enfermedades crónicas y han desplazado opciones más saludables. El sistema actual parece más interesado en el lucro de grandes corporaciones que en el bienestar de las personas, y eso se refleja en nuestra salud colectiva. Es urgente un cambio hacia una alimentación más equilibrada y consciente, donde la salud vuelva a ser la prioridad.
Me parece curioso ver cómo los ultraprocesados, que empezaron como una solución práctica tras la guerra, han terminado siendo un problema enorme para la salud. Esta historia muestra lo importante que es encontrar un equilibrio entre conveniencia y nutrición. Cambiar este modelo sería clave para comer mejor y vivir más sano.