Un ex asesor dietético ha descubierto cómo un tubo de Pringles ha sido diseñado especialmente para hacernos volver por más, y dice que se debe a la evolución. En un nuevo documental de la BBC de dos partes, Irresistible: Por qué no podemos dejar de comer, el doctor Chris van Tooleken explora cómo los alimentos altamente procesados se vuelven psicológicamente adictivos.
Durante el primer episodio del documental de dos partes, Chris, médico de televisión y autor de Ultra Processed People, habla con expertos de la industria alimentaria de todo el mundo sobre cómo los alimentos ultraprocesados están diseñados para que sean casi imposibles de resistir.
Un ex empleado de la empresa de patatas fritas ha revelado cómo el famoso recipiente tubular está diseñado para animar a los trituradores de patatas fritas a comer más, evitando una parte evolutiva del cerebro. Así, el profesor Barry Smith, consultor en alimentación sensorial, reveló que los tubos están diseñados para ser demasiado pequeños para que nuestras manos imiten la sensación del forraje, de «buscar comida», de manera que aprovechar las experiencias sensoriales es una de las varias formas en que la industria alimentaria anima a las personas a comer más, comparten los expertos. Las texturas de los alimentos, los envases y la cultura de los ‘snackification’ contribuyen a nuestro apetito por los deliciosos alimentos ultraprocesados y a por qué es tan difícil dejar de comerlos. El resto del documental analiza los métodos mediante los cuales las empresas alimentarias hacen que los alimentos sepan mejor y, por tanto, más adictivos.
Médicos y autores han realizado una gran cantidad de investigaciones sobre este tipo de alimentos, analizando sus efectos en la salud física, mental y emocional de las personas, así como su potencial adictivo.
Me parece fascinante y al mismo tiempo aterrador el nivel al que muchas de estas empresas alimentarias pueden llegar para que la gente consuma cada vez mas sus productos. Había ya escuchado hablar a profesionales sobre como el paquete de las Pringles estaba diseñado de esa forma tan abstracta para fomentar su consumo, pero nunca había llegado a pensar que un simple diseño de ese tipo podía llegar a evitar un parte evolutiva de nuestro cerebro. Esto me lleva a pensar que si un producto como Pringles, tan comunicado entre los jóvenes, tiene estos secretos detrás de recipiente, cuanto mas productos y empresas hacen lo mismo con sus recipientes y que no sabemos de.
Es fascinante y a la vez preocupante cómo la industria alimentaria usa la psicología y la evolución para hacernos comer más. El diseño del tubo, que evita la sensación de «forraje», es un ejemplo ingenioso pero inquietante de marketing. Me hace pensar en cuántos otros productos están diseñados de forma similar. Esta información es valiosa para ser consumidores más conscientes y cuestionar nuestros hábitos alimenticios.