No solo el té es sano; diferentes investigaciones han aclarado los beneficios del café para el corazón y el cerebro. Pero ahora la ciencia precisa cómo conseguirlos. Y sí, el cuándo, importa.
Cafeína sí o no? O lo que es lo mismo: ¿es bueno tomar café? La pregunta tiene controvertidas respuestas, en función de quien la responda. Para unos es impensable comenzar el día sin una generosa taza de café bien cargada, la fórmula básica para activar el cerebro y despejarse cuando el despertador obliga a dejar la cama. Para otros, nada peor debido a la cafeína, sustancia demonizada por considerarla adictiva y relacionada con las alteraciones del sueño, la hipertensión e incluso problemas estomacales.
¿Pero qué dice la ciencia al respecto? Cosas muy diferentes. En 2021, el que hasta entonces fue el mayor estudio realizado en la materia aseguraba que tres tazas de café al día se asociaban con un menor riesgo de accidente cerebrovascular y de enfermedad cardíaca mortal. »El consumo regular de café es seguro, ya que incluso una ingesta diaria alta no se ha asociado con resultados cardiovasculares adversos después de un seguimiento de 10 a 15 años», explicaba la doctora Judit Simon, del Heart and Vascular Center, Semmelweis University de Budapest (Hungría) en el Congreso Sociedad Europea de Cardiología de ese año.
Cuándo tomar café
Ahora, otro estudio científico puntualiza cuándo es el momento del día en que tomarlo aportará más beneficios y menos de sus posibles efectos negativos. Se trata de una investigación publicada en la revista científica British Journal of Nutrition, que ha analizado lo que sucede en el organismo cuando tomamos un café cargado por la mañana nada más levantarnos y después desayunamos para cargar energías.
Según el investigador principal de este estudio, Harry Smith, del departamento de Salud de la Universidad de Bath, comenzar el día después de una mala noche de sueño con un café fuerte tuvo un efecto negativo en el metabolismo de la glucosa para la mitad de los participantes en el ensayo. Después de una noche de insomnio o en la que se ha dormido poco, este gesto tan habitual lejos de ayudar al organismo lo pone en aprietos porque esa taza de café dispara los niveles de glucosa en la sangre hasta un 50% respecto a quienes evitan ese café de recién levantados o lo posponen a un buen rato hasta después del desayuno.
«El control del azúcar en la sangre se ve afectado cuando lo primero con lo que nuestros cuerpos entran en contacto es un café, especialmente después de una noche de sueño interrumpido», aseguró James Betts, codirector del Centro de Nutrición, Ejercicio y Metabolismo en la Universidad de Bath durante la presentación del estudio.
Según estos expertos, diferentes investigaciones han demostrado ya la relación entre la cafeína y la resistencia a la insulina, un vínculo que explicaría los resultados de su ensayo. Y que es aún mayor cuando no se ha dormido bien.
«Debemos aprender todavía mucho sobre los efectos del sueño en nuestro metabolismo», asegura Harrys, pero lo cierto, según su informe, es que la unión de café e insomnio provoca que el organismo no sea capaz de procesar el azúcar presente en los alimentos que se ingieren.
Entonces, ¿cómo aprovechamos los beneficios del café? Fácil, aclara James Betts: «Desayunando primero y bebiendo el café después, más tarde, si sentimos que todavía lo necesitamos». ¿Y cuánto tiempo hay que esperar? Es algo que el estudio no desvela, y que dependerá del metabolismo de cada persona.
5 mitos de un buen café
¿Verdadero o falso? Existen muchos mitos alrededor del café, algunos completamente alejados de la realidad. Todo un experto en la materia, Adelino Cardoso, Coordinador de Torrefacto de una de las principales compañías cafeteras, Delta, analiza los cinco más extendidos.
El café es adictivo. ¿Cuántas veces hemos escuchado a alguien decir que no puede funcionar sin café? Es comprensible: la cafeína es un estimulante que hace que el cerebro libere dopamina, un neurotransmisor que ayuda a mejorar el estado anímico y la concentración, además de reducir la fatiga. Pero a diferencia de otros estimulantes, la cafeína, cuando se consume en dosis moderadas, no produce un aumento de la dopamina en cantidad suficiente para activar los circuitos de recompensa del cerebro ni las sensaciones de placer necesarias para crear una adicción, lo que se conoce como aprendizaje asociativo y que está en la base de la dependencia química. El café puede crear hábito, pero difícilmente puede considerarse adictivo.
Beber café impide el sueño. Supongamos que estamos hablando de la dosis de cafeína recomendada para los adultos, unos 400 mg/día o tres cafés diarios, ya que la cafeína también está presente en otros productos como el té (teína), el chocolate, los refrescos y las bebidas energéticas. Cuando se toma café, el cuerpo absorbe rápidamente la cafeína. Al entrar en el torrente sanguíneo, bloquea los receptores de la adenosina, una sustancia química producida por el cerebro cuando estamos despiertos y responsable de darnos sueño cuando nuestro cuerpo pide descanso. Este bloqueo es el que permite a los bebedores de café estar más alerta y vigilantes. El tiempo que tarda la cafeína en abandonar el cuerpo varía de una persona a otra, por eso algunos pueden tomar café después de cenar y dormir tranquilamente. Pero, de media, su efecto dura entre 4 y 6 horas, así que para dormir a pierna suelta sólo hay que hacer cuentas.
Los niños no pueden tomar café. Es mucho más fácil encontrar a alguien que esté dispuesto a darle a un niño productos azucarados y procesados que café. Como mínimo, es una elección controvertida, porque además de los efectos nocivos del azúcar, muchos refrescos y chocolates contienen cafeína en su composición. También existe el viejo mito de que el café afecta al crecimiento de los niños, que no tienen ningún apoyo científico. ¿Debería permitirse a los niños beber café? No. Pero es posible dárselo. Según la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria, los niños y adolescentes pueden consumir unos 3 mg de cafeína por kilo de peso. Esto significa que uno de 10 años con un peso medio (alrededor de 30 kilos) es capaz de consumir el equivalente a una taza de café al día. Con o sin leche, pero siempre, preferiblemente, sin azúcar.
El café ‘sin principio’ es más limpio. Americano, corto, con leche fría, cortado, doble, solo, con leche caliente, bombón…, las formas de pedir el café son muchas. También la llamada ‘sin principio’, cuando se deja correr durante unos segundos antes de poner la taza para evitar los posibles restos de la máquina. Con una bien afinada y en buenas condiciones es imposible que pase. La razón para pedir un café sin moler es otra: los posos contienen la mayor concentración de cafeína; al colocar la taza bajo la boquilla sólo después del flujo inicial de café, el barista se asegura de que servirá uno más débil.
El café largo es más flojo. Aunque un café corto tiene, por término medio, unos 10 miligramos menos de cafeína que uno largo, contiene más cafeína concentrada en relación con el volumen total. Esto sucede porque en el proceso de extracción del café y la concentración de cafeína no es lineal. Cuando el agua empieza a pasar a presión a través del café molido recoge inicialmente la mayor concentración de sabores y cafeína. A medida que pasa más agua, estas características se diluyen.
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