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Qué es el «factor fastidio» y por qué un experto en alimentos propone su prohibición en España

Miguel Ángel Lurueña Doctor en Ciencia y Tecnología de los Alimentos, profesor universitario y autor del blog Gominolas de Petróleo, Lurueña ha publicado ya dos libros: Que no te líen con la comida y —recién salido del horno— Del ultramarinos al supermercado (Destino). En este artículo Miguel Ángel nos habla de los alimentos con el factor «fastidio».

Despersonalización y pataletas

«Las tiendas de barrio se han convertido en supermercados», lamenta. «Hablar con otros clientes y también con los tenderos es un aliciente, sobre todo para las personas que viven solas, y yo me incluyo porque trabajo en casa y paso muchas horas sin hablar con nadie».

Lurueña defiende que en una dieta saludable también tienen cabida, de forma puntual, los alimentos insanos, como las chuches. Pero su libro incluye una interesante reflexión sobre las pataletas que muchos niños protagonizan durante la compra en el supermercado.

Pataleta en el supermercado.

«Lo he presenciado muchas veces. Niños que dicen ‘¡cómprame esto!’ o ‘¡cómprame lo otro!’ porque tiene dibujos de Frozen o de La Patrulla Canina. No es nada casual. Es un efecto buscado por las empresas de publicidad y, de hecho, tiene un nombre: nag factor o factor fastidio. El objetivo es convencer a los que son fáciles de convencer porque no tienen criterio para saber si les conviene o no, y solo se fijan en esos reclamos atractivos, en los dibujos animados y en los regalos. Los niños acaban haciendo el trabajo difícil: convencer a los padres».

Un asunto politizado

El autor de Gominolas de Petróleo tiene claro que mucha gente considera que negarle ese capricho a los niños es algo que deben hacer sus padres, pero alega que «es un obstáculo más a la hora de seguir una dieta saludable, y ya son unos cuantos».

Lurueña explica que hay «estudios y experiencias de otros países que indican que prohibir la publicidad de productos insanos dirigidos al público infantil es efectivo». Una medida que, durante la anterior legislatura, ya propuso el Ministerio Consumo y que, de hecho, estaba listo para salir adelante. Los plazos electorales, sin embargo, acabaron impidiendo su aprobación.

Aunque ya hay algunas empresas que han apostado, por iniciativa propia, por usar esa misma estrategia de marketing con productos que sí son saludables, lo cierto es que la mayoría de los reclamos siguen estando en el envase de productos azucarados.

Bajo un criterio de salud, la solución debería ser fácil y rápida, pero Lurueña sabe que el tema se ha politizado y que eso complica los avances: «No se trata de prohibir que los niños coman Donuts, sino de prohibir la publicidad. Pero hay intereses políticos y económicos porque las empresas que fabrican esos productos se oponen a este tipo de medidas».

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3 comentarios

  1. Creo que tiene toda la razón al señalar cómo las estrategias de marketing dirigidas a los más pequeños tienen un impacto en la alimentación de toda la familia. Es obvio que las compañías tienen una gran habilidad para atraer la atención de los niños, pero al final, los padres son los que deben enfrentar las «pataletas», y todo el mundo hemos visto alguna vez una o la hemos hecho nosotros. Espero que dentro de unos años este tema se pueda regularizar para eliminar la publicidad en los alimentos menos saludables y así impulsar al consumidor a elegir dietas más equilibradas.

  2. Al leer el artículo sobre el “factor fastidio” de Miguel Ángel Lurueña, me doy cuenta de lo relevante que es este tema en nuestras vidas diarias. Es increíble cómo los niños pueden presionar a sus padres para comprar productos insanos, gracias a estrategias de marketing diseñadas para ellos. Me parece muy acertada la propuesta de Lurueña de prohibir la publicidad de alimentos poco saludables dirigidos a los más pequeños. Proteger a las nuevas generaciones de estas tácticas manipulativas debería ser una prioridad. Este enfoque no solo ayudaría a las familias, sino que también contribuiría a mejorar la salud pública en general.

  3. El autor del «factor fastidio» destaca cómo el marketing dirigido a los niños, con este mismo, manipula a los padres para que compren productos insanos. Aunque hay estudios que apoyan limitar esta publicidad, los intereses económicos y políticos complican las soluciones.

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