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El libro con el que el CSIC quiere acabar con los ‘fakes’ y mitos más populares sobre la alimentación

El investigador del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) Miguel Herrero, que publicó hace unos años el libro ‘Los falsos mitos de la alimentación’ (2018, CSIC-Catarata), vuelve a confrontar dichos populares y corrientes de moda con la evidencia científica en el ejemplar ‘Los bulos de la nutrición‘ (CSIC-Catarata), en nuevo título de la colección ‘¿Qué sabemos de?’.

Herrero, investigador del Instituto de Investigación en Ciencias de la Alimentación (CIAL), continúa apelando a los resultados de estudios científicos más recientes para desmontar ‘fake news’ y «desterrar frases infinitamente repetidas en el ideario alimentario colectivo». Según informó el CSIC, las diferencias entre alergias e intolerancias alimentarias, la percepción errónea de que los antioxidantes son sustancias buenas para todo o la falsa creencia de que los aditivos son compuestos que se deben evitar a toda costa son algunas de las cuestiones aclaradas en el texto.

El autor también explica cómo interpretar correctamente la información que contienen las etiquetas de los alimentos y por qué las ‘dietas milagro’ no son tan milagrosas. Por último, recoge de forma breve pero científicamente razonada un listado de bulos sobre alimentación que en los últimos años circulan por las redes sociales. Aunque algunos estudios relacionan el consumo de, por ejemplo, ciertas variedades de tomates con posibles efectos antitumorales, Herrero señaló que «no existe una evidencia científica suficiente que revele el verdadero papel de los antioxidantes de la dieta en cuanto a su efecto preventivo frente al desarrollo de enfermedades».

No obstante, existen algunos indicios indirectos que permiten pensar que pueden tener un efecto positivo, aunque no se sepa en qué medida, y están apareciendo cada vez más investigaciones que estudian cómo se absorben y metabolizan los antioxidantes de los alimentos en humanos, lo que «ayudará a arrojar más luz sobre esta cuestión», añadió. Además, el uso concreto de un aditivo y la cantidad máxima que puede incluirse en un alimento está regulado a partir de la evidencia científica disponible.

La ingesta diaria admisible (IDA) se define como «la cantidad de un aditivo que puede consumir diariamente una persona durante toda la vida sin que se observe un riesgo apreciable para la salud». Asimismo, «contiene en su cálculo un factor de seguridad que puede llegar a ser 100 veces menor que la cantidad que se considera perjudicial». Estos límites, recalcó Herrero, se establecen tanto si los aditivos son de origen natural como sintético.

El libro incluye un capítulo dedicado a varios bulos alimenticios difundidos en los últimos años y que el autor desmiente de forma breve y con argumentos científicos. Uno de los más comunes afirma que la miga de pan engorda más que la corteza, cuando sucede justo lo contrario. Al tener menos agua, los componentes de la harina, básicamente hidratos de carbono, se encuentran más concentrados en la corteza, por lo que, a igualdad de peso entre la corteza y la miga, «habrá una concentración de calorías mayor en la corteza», destacó el investigador.

Una lucha continua contra mitos y mentiras

Miguel Herrero emprendió la batalla contra la desinformación en torno a los hábitos y costumbres de la alimentación hace ya seis años, cuando lanzó el libro ‘Los falsos mitos de la alimentación’. En esta publicación, el investigador ya arrojaba luz sobre afirmaciones en este terreno que resultaban ser medias verdades, si no directamente falsas: «¿Sabemos por qué los tomates saben poco? ¿Qué hay de verdad en toda la información que nos llega sobre el aceite de palma? La nueva moda de no comer gluten, incluso no siendo celiaco, ¿está justificada? ¿Son las dietas detox tan milagrosas como dicen?». Estas son algunas de las dudas a las que intentaba dar respuesta en ese libro, como posteriormente dejó claro en en esta entrevista:

«Si una persona deja de comer gluten, en el sentido de que se quita de todos los alimentos de origen cereal, como el pan, las pizzas, las hamburguesas, bollos, galletas, y lo sustituye por alimentos que no tienen gluten, como las verduras o frutas, su salud puede mejorar. Pero no por el hecho de haber quitado el gluten, sino por alimentarse mejor», ya avanzaba Herrero.

https://www.lasexta.com/noticias/cultura/libro-que-csic-quiere-acabar-fakes-mitos-mas-populares-alimentacion_202410226717b13bafcb530001beb1bf.html

Llega una nueva edición de Leer y Comer, la feria que combina gastronomía y lectura

El evento se llevará a cabo el sábado 5 y domingo 6 de octubre. Contará con más de 20 charlas abiertas en las que se abordarán temas como la inteligencia artificial, la longevidad y la gastronomía del futuro. Cuál será el cronograma de cada día.

Leer y Comer se llevará a cabo en CABA los días 5 y 6 de octubre, ofreciendo charlas, música en vivo y comida.

La gastronomía y el conocimiento se entrelazarán en un festival que promete deleitar a los concurrentes con un ambiente único: Leer y Comer. La feria presentará su 17a edición, cuya temática principal será el Futuro, el porvenir de la tecnología y su influencia en múltiples ámbitos.

El evento se llevará a cabo los días sábado 5 y domingo 6 de octubre en Concepción Arenal y Warnes, CABA. A partir de las 12 hs, las personas podrán disfrutar de charlas, puestos de comida y presentaciones musicales en vivo. La entrada será libre y gratuita.

Más de 20 conferencias abiertas serán realizadas por cocineros, escritores, periodistas, artistas y especialistas en tecnología en 2 escenarios principales: Escenario Montenegro y Auditorio Margen del Mundo. Algunas de las figuras que se presentarán serán: Luis Novaresio, Luis Brandoni, Sergio y Micaela Lapegüe, Mateo y Augusto Salvatto, Christian Petersen, Donato de Santis.

En la feria estarán disponibles múltiples puestos de libros de la mano de importantes editoriales.

Las temáticas que se abordarán en Leer y Comer se enfocarán en los usos de la inteligencia artificial, la tecnología, la psicología detrás del miedo al futuro, la longevidad, la gastronomía, la economía, el sexo en la era digital, entre otras. También participarán de las charlas y actividades Gastón Duprat, Mariano Cohn, Mariana Kersz, Milo Lockett, Pablo Rossi, Gonzalo Aramburu, Pamela Villar, Santiago Giorgini, Germán Martitegui, Ferderico “Dexter” Wiemeyer, Daniel López Rosetti, Diego Valenzuela, Fiamma Curtosi, Santiago do Rego, Conrado Estol, Mario Massaccesi, Claudio Zuchovicki, Guillermo Oliveto, Florencia Canale, Gabriel Zurdo, Fernando Polack y Pietro Sorba.

Por otro lado, los conductores de El Observador 107.9 Luis Majul, Horacio Cabak, Agustina Girón, Luis Gasulla y Camila Dolabjian estarán presentes, junto a los principales exponentes de Radio Berlín 107.7, Jowi Campobassi, Vanina Parejas, Dammy Fernández, Maru Drozd y Santi Costa.

El artista musical emergente Fonso realizará un show musical en vivo el sábado para ambientar el final de la primera jornada. Para los más chicos, las principales propuestas se centrarán en talleres de arte y maquillaje.

Además, durante los dos días se harán sorteos con importantes premios, y habrá puestos de lectura disponibles en todo el predio de la mano de destacadas editoriales, como Siglo XXI, Planeta, Penguin, El Ateneo, entre otras.

Las propuestas gastronómicas

La comida que se ofrecerá durante la feria presenta opciones variadas y saludables a precios accesibles. También contarán con menús vegetarianos, veganos y sin TACC. Los puestos gastronómicos estarán enfocados en la cocina española, latina y regional.

Presentarán todo tipo de carnes, hamburguesas, comidas tradicionales como el logro, arepas y tequeños, milanesas, empanadas, pizzas, bondiola al espiedo, tamales y más. Algunos de los productos de alta calidad que se venderán incluyen conservas, mermeladas, aceites, quesos, panificados, embutidos y vegetales frescos.

También asistirán pastelerías y cafeterías de especialidad, quienes ofrecerán preparaciones ideales para acompañar el entorno del evento. Entre las 16 y las 18 hs, ambos días contarán con una sección de cata de vinos, con los principales ejemplares vitivinícolas.

Fuente: Llega una nueva edición de Leer y Comer, la feria que combina gastronomía y lectura – Infobae

La transformación de la alimentación en una ciencia: de las metáforas a las calorías

En “Eating and Being”, Steve Shapin indaga en cómo la ciencia nutricional convirtió la cocina en un espacio de subordinación al laboratorio, a la vez que repiensa las tradiciones culturales y los significados emocionales de la comida.

Steven Shapin, destacado historiador de la ciencia, explora en su monumental obra Eating and Being: A History of Ideas about Our Food and Ourselves, cómo nuestras ideas sobre el cuerpo y la comida han evolucionado desde sistemas antiguos basados en analogías hasta los parámetros cuantitativos de la ciencia moderna. Este libro, profundamente documentado, invita a reflexionar sobre cómo las teorías dietéticas han moldeado no solo la percepción del cuerpo humano, sino también las dinámicas sociales y morales que rodean la alimentación.

La transición a la nutrición moderna no se limitó al cálculo de calorías. Durante el siglo XIX, químicos como Justus von Liebig refinaron aún más el análisis de los alimentos al descomponerlos en compuestos químicos como proteínas, carbohidratos y grasas. Liebig fue un pionero en el estudio del valor nutritivo de los alimentos y llegó a desarrollar el famoso caldo concentrado que daría origen a los cubos de caldo Oxo, símbolo de la industrialización alimentaria. Sin embargo, como reflexiona Shapin, este cambio hacia un lenguaje técnico desplazó la participación de las personas comunes, especialmente las mujeres, en el entendimiento de la dieta.

En Eating and Being, Shapin nos recuerda que, aunque las nociones modernas de nutrición han transformado radicalmente cómo entendemos la alimentación, las prácticas premodernas y sus simbolismos persisten en la actualidad. Este anclaje al pasado, según el autor, no es meramente anecdótico: muestra cómo las ideas sobre el cuerpo y la comida han evolucionado sin borrar del todo sus capas históricas.

Shapin destaca cómo las prácticas alimentarias premodernas también sobreviven en los rituales culturales y familiares. La sopa de pollo, recomendada durante siglos para aliviar enfermedades, sigue siendo un alimento de elección, no por sus macronutrientes, sino por las asociaciones de cuidado y calor humano que lleva consigo. De hecho, figuras como Descartes, conocido por su racionalismo extremo, defendían platos simples y tradicionales como remedio para el cuerpo y el espíritu.

El autor subraya que esta resistencia al cambio no es una señal de ignorancia o rechazo a la ciencia, sino un recordatorio de que el comer nunca ha sido solo una actividad fisiológica. En un mundo saturado de etiquetas de calorías y dietas industriales, los alimentos que evocan prácticas antiguas ofrecen un refugio simbólico, una conexión con un pasado donde la comida era sinónimo de pertenencia y comunidad.

Hoy, como señala Shapin, las decisiones alimentarias no están del todo desvinculadas de valores éticos, pero han adoptado nuevas formas. La comida se ha convertido en un vehículo de identidades políticas y sociales: elegir alimentos orgánicos, evitar el consumo de carne o priorizar productos locales son expresiones modernas de valores éticos. 

La transformación de la alimentación en una ciencia: de las metáforas a las calorías – Infobae

El libro con el que el CSIC quiere acabar con los mitos más populares sobre la alimentación

El investigador del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) Miguel Herrero, que publicó hace unos años el libro ‘Los falsos mitos de la alimentación’ (2018, CSIC-Catarata), vuelve a desmentir dichos populares con la evidencia científica en el ejemplar ‘Los bulos de la nutrición‘ (CSIC-Catarata), en nuevo título de la colección ‘¿Qué sabemos de?’.

Herrero continúa recurriendo a estudios científicos para desmontar ‘fake news’ y «desterrar frases infinitamente repetidas en el ideario alimentario colectivo». Según informó el CSIC, las diferencias entre alergias e intolerancias alimentarias, la percepción errónea de que los antioxidantes son sustancias buenas para todo o la falsa creencia de que los aditivos son compuestos que se deben evitar a toda costa son algunas de las cuestiones aclaradas en el texto.

También explica cómo interpretar correctamente la información que contienen las etiquetas de los alimentos y por qué las ‘dietas milagro’ no son tan milagrosas. Por último, recoge de forma breve pero científicamente razonada un listado de bulos sobre alimentación que en los últimos años circulan por las redes sociales. Aunque algunos estudios relacionan el consumo de, por ejemplo, ciertas variedades de tomates con posibles efectos antitumorales, Herrero señaló que «no existe una evidencia científica suficiente que revele el verdadero papel de los antioxidantes de la dieta en cuanto a su efecto preventivo frente al desarrollo de enfermedades».

Sin embargo, también pueden tener un efecto positivo, aunque no se sepa en qué medida, y están apareciendo cada vez más investigaciones que estudian cómo se absorben y metabolizan los antioxidantes de los alimentos en humanos. Además, el uso concreto de un aditivo y la cantidad máxima que puede incluirse en un alimento está regulado a partir de la evidencia científica disponible.

La ingesta diaria admisible se define como «la cantidad de un aditivo que puede consumir diariamente una persona durante toda la vida sin que se observe un riesgo apreciable para la salud». Asimismo, «contiene en su cálculo un factor de seguridad que puede llegar a ser 100 veces menor que la cantidad que se considera perjudicial».

El libro incluye un capítulo dedicado a varios bulos alimenticios difundidos en los últimos años y que el autor desmiente de forma breve y con argumentos científicos. Uno de los más comunes afirma que la miga de pan engorda más que la corteza, cuando sucede justo lo contrario. Al tener menos agua, los componentes de la harina, básicamente hidratos de carbono, se encuentran más concentrados en la corteza, por lo que, a igualdad de peso entre la corteza y la miga, «habrá una concentración de calorías mayor en la corteza», destacó el investigador.

https://www.lasexta.com/noticias/cultura/libro-que-csic-quiere-acabar-fakes-mitos-mas-populares-alimentacion_202410226717b13bafcb530001beb1bf.html

De qué maneras eleva la comida a arte el escritor japones Haruki Murakami, eterno candidato al Nobel

Repasamos las claves que caracterizan las descripciones culinarias y gastronómicas del prestigioso escritor nipón

Haruki Murakami (Kioto, Japón, 1949) es uno de los escritores más interesantes de nuestro tiempo. Los relatos y las novelas de este autor nipón rezuman intimismo, búsqueda vital, sensualidad, melomanía y buenas dosis de introspección y aventura.

Pocos autores como él hablan de personalidad, música, moda, cocina y sexo. En este artículo vamos a indagar por qué es más que recomendable la lectura de sus textos para estimular el gusto para elaborar y degustar comida.

El placer de elaborar alimentos y disfrutarlos es una de las constantes de las principales creaciones de Murakami, como Tokyo Blues, Crónica del pájaro que da cuerda al mundo, Sputnik, mi amor o Kafka en la orilla.

Cómo Murakami estimula el arte gastronómico

Algunos de los pasajes clave de sus libros están marcados por el modo en que sus protagonistas elaboran y comparten platos, mientras los disfrutan.

Literatura gastronomica

Hay un tono minucioso y preciosista en la manera en la que Murakami expone las habilidades culinarias de los personajes, que tiene que ver con una actitud atenta en la cocina, de completa inmersión en lo que se hace.

Esa manera de confeccionar preparaciones tiene un toque reconciliador con la vida y gratificante en un tiempo como el actual, tan saturado de estímulos y enfoques que llevan a la multitarea.

El restaurante Tsumiki, donde puedes comer los platos de Tokyo Blues

La fama de las narraciones gastronómicas de Murakami, que siempre está en las quinielas para ganar el Nobel de Literatura es tal que un restaurante de Nishinomiya, donde se crió el autor, elabora los platos más importantes de su novela Tokio Blues y los sirve al público con gran aceptación.

Resulta muy interesante conocer cómo se articulan las propuestas del restaurante, cuyo proceso queda de relieve al leer las declaraciones al respecto de su cocinero principal el chef de Tsumiki, Eishu Kanayam

«Lo más difícil a la hora de confeccionar estos platos fue que no había imágenes, por lo que tuve que leer detalladamente lo que estaba escrito y emplear mi imaginación para elaborarlos»

El restaurante está emplazado a pocos metros del templo sintoísta de Nishinomiya, un lugar sagrado que los habitantes del lugar afirman que inspiró al creador nipón para cincelar su novela Norwegian Wood.

Un corazón que se enamora en Norwegian Wood gracias a la destreza cocinera

Al margen de su talento para incluir la preparación de la comida en la ficción, Murakami publicó en 1998 una guía con sus restaurantes favoritos.

Literatura gastronomica

En Norwegian Wood, Toru Watanabe, el personaje protagonista, es cautivado por la habilidad en la cocina de una chica llamada Midori, quien es capaz de confeccionar  exquisitos platos japoneses como «caballa marinada en sopa de miso al estilo de Kioto» o «arroz salteado con setas shimeji«. A través de esa destreza, el corazón de Watanabe queda lenta e irremisiblemente hechizado.

Cómo muestra, este pensamiento del protagonista en un momento de la historia en la que empieza a ser consciente de lo que siente por su partenaire femenina: «la cocina de Midori era mucho mejor de lo que nunca me hubiera imaginado».

Escribir y comer ostras fritas cocinadas por uno mismo

El gusto por la comida de este autor japonés transpira también en sus entrevistas y encuentros públicos.

En su momento, Haruki Murakami confesó durante una encuentro literario que el acto de escribir es tan «solitario» como el de comer ostras fritas cocinadas por él mismo, según recogieron en su momento los medios japoneses.

«Cuando como ostras estoy solo, pero están deliciosas. Es como la relación entre la soledad y la libertad. Ambas giran en un círculo interminable».

Cómo Murakami honra la comida japonesa en sus obras

Murakami es un experto en explorar los sentidos y el placer de comer. Hasta el punto de que una parte muy significativa de la variedad de la comida japonesa está en su obra: ubon,tofu, soba, soja, bantó…

Además sus personajes disfrutan de forma especial el hecho de realizar la compra y de preparar con detalle toda clase de platos. Cuando habla de la comida, el autor emplea adjetivos de fuerte carga sensorial. Murakami es un maestro en describir el goce y los matices, olores y texturas que representa el arte de comer.

Tanto que acaba ‘contagiando’ ese gusto por comer al lector o lectora, transmitiendo ese deleite por todo el proceso (logístico, artesano, sensorial y social) que representa comer, ya sea en solitario o acompañado.

El escritor japonés Haruki Murakami eleva la comida a arte

Tomado de: Revista digital de Gastronomía

La Comida como Elemento Cultural en la Literatura Contemporánea

En el mundo literario contemporáneo, la relación entre la comida y la narrativa ha cobrado una importancia creciente, con la cocina como un elemento central en la construcción de personajes, culturas y tradiciones. Recientemente, la escritora Diana Awerbuck, autora sudafricana conocida por su enfoque en las complejidades culturales, publicó un ensayo titulado «El arte de la comida: Sabores, significados y memorias» donde reflexiona sobre cómo los alimentos no solo alimentan el cuerpo, sino que también son vehículos de identidad y memoria en la literatura.

El ensayo de Awerbuck resalta cómo, en novelas contemporáneas, los momentos de preparación y consumo de alimentos son utilizados para explorar las dinámicas sociales y culturales de las sociedades. A menudo, la cocina se presenta como un espacio donde convergen diversas generaciones, donde se tejen relaciones y se reafirman o cuestionan tradiciones. La comida se convierte así en un símbolo de pertenencia, pero también de ruptura, dependiendo de las tensiones culturales, políticas y personales que se desarrollan a lo largo de la trama.

Un ejemplo claro de esta tendencia se encuentra en la obra «La fiesta ajena» de la escritora mexicana Liliana Heker, donde los actos culinarios se convierten en momentos de revelación de los conflictos internos de los personajes. La comida en este contexto no solo cumple una función descriptiva, sino que está intrínsecamente relacionada con la construcción de la identidad cultural y la transformación de los protagonistas.

Este fenómeno no es exclusivo de la literatura contemporánea, sino que ha sido una constante en la narrativa desde tiempos inmemoriales. Desde los festines descritos en «Don Quijote de la Mancha» de Cervantes hasta las cenas familiares en «La casa de los espíritus» de Isabel Allende, la comida ha jugado un papel fundamental para ilustrar las tensiones sociales, económicas y familiares. En este sentido, los alimentos trascienden su función nutritiva para convertirse en símbolos de lo que una sociedad valora, teme o ansía.

En conclusión, la relación entre alimentación y literatura no solo refleja aspectos culturales y sociales, sino que también subraya la importancia de la comida como elemento de unión y diferenciación dentro de las narrativas. La inclusión de la comida en los relatos contemporáneos demuestra que, a través de los sabores y los gestos culinarios, los escritores pueden explorar las complejidades de la identidad humana en un contexto globalizado.

Literatura y gastronomía: maridaje entre libros y comida

La alimentación es una de las necesidades básicas del ser humano. Desde el momento mismo en el que surgió la escritura encontramos textos que aluden a alimentos y comida, a su almacenaje y su comercio que se han convertido en lo que podemos entender como la prehistoria de la literatura gastronómica. A partir de ahí, se ha visto como el alimento ha sido utilizado en todos los géneros al largo de la historia desde distintos puntos de vista.

La gastronomía en la literatura a lo largo de la historia

En la Ilíada de Homero, por ejemplo, ya se explican los banquetes a base de cerdos y carneros asados al espeto que disfrutaban los soldados. Aunque quizás el primero texto en el que la literatura tenga la gastronomía como su tema principal sea el Calendario de Ananio, un texto poético del S.VI a.C., que en versos yámbicos describe un calendario gastronómico en el que no faltan alusiones a recetas como la gamba en hoja de higuera, los pescados en salsa de ajo y a ingredientes muy valorados en aquel entonces como el atún, la cabra o el buey cebado.

Será también en época romana cuando nos encontremos con un uso extendido de lo gastronómico como un elemento de descripción, como una caracterización de los personajes, lugares o pueblos descritos. Dentro de una cultura que contraponía lo civilizado a lo bárbaro, la descripción de los pueblos del norte de la Península Ibérica, recién conquistados por los romanos, es un buen ejemplo de metáforas culinarias en la literatura.

También encontramos en El Quijote como elemento descriptivo lo gastronómico dentro de la literatura española, de cuyo protagonista se explica, ya en la primera página, que «una olla de algo más de vaca que carnero, salpicón las más noches, duelos y quebrantos los sábados, lentejas los viernes, algún palomino de añadidura los domingos, consumían las tres partes de su hacienda».

Es ahora, también, cuando la coctelería gana carta de naturaleza en la literatura moderna, con ejemplos como el mint julep de El Gran Gatsby o las abundantes referencias al whisky con soda, al daiquiri o al martini, combinado que terminaría por ser relacionado fundamentalmente con otro personaje literario, el James Bond de Ian Fleming, en la obra de Hemingway.

https://www.bonviveur.es/preguntas/literatura-y-gastronomia

El arte de convertir literatura en plato.

El artículo de Alexandra Sumasi aborda el poder evocador de la literatura en relación con la gastronomía y cuestiona la dependencia actual de la fotografía para apreciar y transmitir la experiencia culinaria. Sumasi abre con una anécdota sobre una conversación en la que su interlocutor declaró que «nunca haría una receta que no llevara foto». Este comentario la lleva a reflexionar sobre el valor de la imaginación y de las descripciones literarias para transmitir el encanto de los alimentos, sin la necesidad de apoyarse exclusivamente en imágenes.

Sumasi compara la fotografía y la literatura, reconociendo la capacidad visual de la primera para capturar y exponer la esencia de un plato, pero sugiriendo que la literatura permite un viaje más profundo a través de las palabras. Recuerda el libro 1080 recetas de cocina de Simone Ortega, un clásico español de la gastronomía que carece de imágenes, y se pregunta si hoy en día una obra así seguiría siendo atractiva para los lectores. En su opinión, el problema no radica en la falta o el exceso de fotos en los recetarios modernos, sino en la ausencia de imaginación. La literatura gastronómica, en contraste, puede envolver al lector en una experiencia visual y sensorial, ofreciendo el placer de «comer con los ojos», aunque sin una imagen presente.

A lo largo del artículo, Sumasi cita ejemplos de autores que han utilizado la literatura para describir alimentos con tal riqueza y detalle que el lector puede casi «saborearlos». En particular, menciona a Honoré de Balzac, quien en su obra La Comedia Humana describe platos de manera tan realista que parecen cobrar vida en la imaginación del lector. Sumasi comparte un fragmento en el que Balzac narra la preparación de un plato de cebolla dorada, buey y perejil fresco que logra abrir el apetito solo con su descripción.

Sumasi opina que la expresión «comer con los ojos» originalmente no se refería a la fotografía de alimentos, sino a la experiencia de ver directamente el plato frente a uno mismo. La literatura, en su opinión, puede igualmente despertar los sentidos al lector, incentivando a que imagine el aspecto, sabor y textura de los alimentos. Para la autora, el valor de una descripción radica en que el lector construye su propia versión de la comida narrada, explorando y reactivando su imaginación.

Además, Sumasi señala que las redes sociales como Instagram, donde la fotografía domina, no han eliminado el poder de la literatura para inspirar. Aun cuando la plataforma visual pueda parecer la forma preferida de consumir contenido sobre comida, cree que todavía existe un público que aprecia la riqueza de las descripciones literarias, prefiriendo «crear su propia visión» en lugar de recibir una imagen impuesta.

Sumasi concluye que, si bien la fotografía y la literatura pueden complementarse, también deberían tener la libertad de destacarse por sí mismas. A modo de ejemplo, describe un alimento con términos literarios intensos que evocan su textura, color y sabor, demostrando que una buena descripción puede captar la esencia de un plato tan vívidamente como una imagen. Con esta reflexión, la autora invita al lector a apreciar la literatura gastronómica como un arte en sí mismo, capaz de recrear experiencias sensoriales y emocionales tan vívidas y evocadoras como las imágenes fotográficas.

https://www.bonviveur.es/opinion/el-arte-de-convertir-literatura-en-plato

La literatura gastronómica: un viaje de palabras y sabores a través del tiempo

Desde las antiguas civilizaciones hasta las redes sociales, la literatura gastronómica ha sido un espejo cultural, reflejando lo que comemos, soñamos y somos. El ser humano del siglo XXI vive una paradoja curiosa: ya no cocina tanto como antes, pero nunca había hablado tanto de cocina. Estamos rodeados de una comunicación gastronómica que nos bombardea, estimula, y hasta nos educa. Pero este fenómeno no es tan moderno como parece. La fascinación por describir los alimentos y su disfrute es tan antigua como el acto de comer, y ha evolucionado a lo largo de la historia, tomando formas y sabores diversos en cada época.

Orígenes: de la arcilla a la poesía

La gastronomía comenzó a inscribirse en tablillas de arcilla hace más de 4,000 años, en la civilización sumeria. Lo que hoy consideramos literatura gastronómica, en sus orígenes, era una labor burocrática de registrar en escritura cuneiforme las provisiones del estado: camellos, cabras, dátiles y trigo. Sin embargo, este registro básico fue el punto de partida de algo más significativo. Ya en la antigua Grecia, el poeta Arquestrato escribió en el siglo IV a.C. un poema dedicado al placer de comer, Hedypàtheia, la primera obra en la que la gastronomía tomaba forma poética. Aunque esta obra no alcanzó la popularidad de otros géneros, sentó las bases para ver la cocina como un arte, digno de ser celebrado en palabras.

Roma y el placer de contar banquetes

La civilización romana llevó la literatura gastronómica a nuevos niveles de esplendor y detalle. Marco Caio Apicio, en su famoso De Re Coquinaria, describió recetas y banquetes con una pasión que no solo apuntaba al placer, sino a la abundancia y el lujo que definían a la sociedad romana. La vida en Roma giraba en torno a los conviviums, banquetes que exaltaban el estatus y la buena vida. En contraste, Petronio, en El Satiricón, mostró la cara menos glamorosa de estos excesos, representando la decadencia en el célebre banquete de Trimalción. Esta dualidad en la literatura de la época ya mostraba el potencial de la gastronomía como metáfora de la condición humana.

Edad Media y Renacimiento: la cocina de los poderosos

Durante la Edad Media y el Renacimiento, el relato gastronómico fue dominio de aquellos que tenían acceso a los mejores ingredientes y a la sabiduría culinaria. Desde el Llibre de Sent Soví en catalán hasta los tratados de cocineros como el Maestro Rupert de Nola, la comida estaba ligada a la realeza, la nobleza y las instituciones religiosas. En el siglo XVI, la llegada de ingredientes del Nuevo Mundo a Europa dio paso a una nueva dimensión en los recetarios y relatos gastronómicos, como el Historia General de las Indias, donde se describe la fusión alimentaria entre continentes.

La cocina como identidad en la España del Siglo de Oro

El siglo XVII español reflejó en su literatura dos realidades opuestas de la gastronomía: la cocina lujosa de la corte, reflejada en tratados de cocina como el Arte de Cozina de Francisco Montiño, y la miseria de la novela picaresca, con El Buscón de Quevedo como emblema. Este contraste revelaba la desigualdad social, tema recurrente en la literatura gastronómica de la época.

Siglo XVIII y XIX: la gastronomía se vuelve francesa

La literatura gastronómica evolucionó con la llegada de Brillat-Savarin y su Fisiología del Gusto, obra que trascendió la mera receta para reflexionar sobre el placer de la comida. Francia exportó el concepto de gourmand y la sofisticación culinaria, mientras que en España la condesa de Pardo Bazán defendía la cocina y la cultura españolas en obras como La cocina Española Antigua. En este periodo, la gastronomía se vinculó con ideas de nación, identidad y tradición, temas aún vigentes.

De la guerra a la vanguardia: el siglo XX y el redescubrimiento de la gastronomía

Con las guerras y el hambre, la literatura gastronómica abordó la creatividad y el ingenio en tiempos de escasez. Obras como Cocinar a un lobo de M.F.K. Fisher reflejan el espíritu de supervivencia culinaria. En España, la posguerra trajo a autores como Manuel Vázquez Montalbán, quien integró el cocido como símbolo de unión familiar en sus novelas, mientras figuras como Simone Ortega popularizaban la cocina en los hogares con sus 1080 Recetas.

Hoy: de la tradición a las redes sociales

En la era digital, la comunicación gastronómica ha encontrado nuevos medios y lenguajes. Aunque algunos lamentan que “ya no se escribe igual”, la gastronomía sigue evolucionando en los blogs, redes sociales y programas de televisión. La literatura gastronómica actual explora el pasado, intuye el futuro y reflexiona sobre el papel de la cocina en nuestras vidas. En cada receta y en cada historia, seguimos contando la vida a través de los sabores, porque, como siempre, habrá que comérsela para contarla.

https://elpais.com/gastronomia/2024-04-23/la-literatura-gastronomica-y-sus-origenes-desde-cuando-escribimos-sobre-cocina.html



La literatura gastronómica y sus orígenes. ¿Desde cuándo escribimos sobre cocina?

El hombre del siglo XXI vive en una gran paradoja: ya no cocina, pero habla de cocina. Y no solo hablamos de lo que tenemos, sino también de lo que deseamos

Portada de 'La Cocina Española Antigua'. Libro escrito por Emilia Pardo Bazán. Portada extraída de la web de La Casa del Libro.
Portada de ‘La Cocina Española Antigua’. Libro escrito por Emilia Pardo Bazán. Portada extraída de la web de La Casa del Libro.

El hombre del siglo XXI vive en una gran paradoja: ya no cocina, pero habla de cocina. Está inmerso en un mundo donde la comunicación gastronómica le rodea, le avasalla, le alecciona, le dirige, le provoca y le estimula. Nada nuevo bajo el sol. El hombre de las cavernas también dormía entre pinturas de bisontes y soñaba con un chuletón muy hecho. Esa es la función de la literatura gastronómica: mover al individuo hacia el ámbito del placer mientras le recuerda su condición de ser social, finito y hambriento.

Así empezaron los sumerios y otros pueblos de la antigua civilización mesopotámica, apuntando en unas tablillas de arcilla y en escritura cuneiforme la cantidad de camellos, cabras, dátiles, pistachos y trigo que llegaba a los silos y las arcas del gobierno. Tarea de burócratas, más que nada, aunque a nosotros nos guste interpretar, 4.000 años después, la vida de aquella Babilonia lujuriosa que se zampaba algo parecido a unabaklava. Al poeta griego Arquestrato (siglo IV a.C.) le gustó tanto la idea que escribió un larguísimo poema lleno de guasa y hexámetros sobre qué comer y dónde y lo llamó Hedypàtheia, traducido como Gastronomía. No fue un éxito de ventas, pero tanto las tablillas sumerias como el poema griego nos ayudan a comprender el pasado con una perspectiva más humana y apetecible que la descripción de la sangrienta batalla de las Termópilas.Más información

Imagen del interior de The Photography of Modernist Cuisine, de Nathan Myhrvold (PHAIDON).

Seis libros de gastronomía imprescindibles para convertirse en chef

En la Roma clásica ya habían aprendido de sus antecesores lo suficiente como para saber que en la vida hay que tener un Imperio donde abastecerse, un agrónomo hispano —Columela— que conozca la tierra y sus frutos, un buen cocinero griego, un gran anfitrión —Lúculo— y un gastrónomo que lo escriba todo. A saber, Marco Caio Apicius, quien legó a la posteridad las recetas de los conviviums en su De Re Coquinaria. La parte menos loable de tanto festín, y por extensión del mundo romano, la contó Petronio en El Satiricón, con el banquete de Trimalción y la versionó Fellini.

En la Edad Media y en el Renacimiento escribían de comida los que la tenían: un almohade que vivió en el Al-Andalus del siglo XII y que sabía lo suyo de especias y delicias hispano-magrebís, un cristiano del siglo XIV que escribió en catalán el Llibre de Sent Soví, los monjes letrados y cocinillas, los cocineros de los reyes (Monsieur Taillevent, guisandero de Carlos VI, el Mestre Rupert de Nola, cocinero de Fernando de Nápoles) o de los papas (Bartolomeo Scappi) y algún despistado como Francisco Delgado que dejó anotado en La Lozana Andaluza (siglo XVI) un montón de platos deliciosamente conversos. En este mismo siglo se escribe, cómo no, la Historia General de las Indias (1556) de Francisco Gómez de Gómara, donde se describen por primera vez las maravillas de la futura fusión alimentaria entre Europa, América y África.

En el siglo XVII español se escribe de comida, pero de formas opuestas. La novela picaresca es la mejor descripción del hambre en la España imperial de Carlos V y Felipe II, género coincidente en el tiempo con las recetas del Arte de Cozina (1611) de Francisco Montiño, cocinero real de Felipe II, III y IV. La cocina opulenta de palacio la contó muy bien Carmen Simón Palmer en el libro La Cocina de Palacio, pero la de las calles, Francisco de Quevedo en El Buscón (1603) y, ya en el siglo XX, Lorenzo Silva en La Cocina del Barroco.

Para conocer lo que se comía en la España del XVIII y principios del XIX, además de recurrir al recetario del fraile aragonés Juan de Altamiras (¡por fin, después de dos siglos, se le echa tomate a los platos!), es muy interesante la literatura de viajes, aunque la cocina española no salga muy bien parada, como ocurre con el puchero de garbanzos (“guisantes del tamaño de una bala”) en el periplo de Dumas De París a Cádiz.

Y es que el inicio del XIX fue esplendorosamente gastronómico. Y francés. A un juez llamado Brillat-Savarin se le ocurrió, incluso, reflexionar, analizar y meditar sobre el gusto y le salió un protoensayo gastronómico o Fisiología del Gusto con tanto aforismo que aún es lectura obligatoria en todas las escuelas de hostelería. Los franceses exportaron el concepto gourmand junto con las guerras napoleónicas. Los españoles respondieron con una Constitución Liberal, un aliado inglés que dio nombre a un solomillo (el duque Wellington) y una perdiz al modo de Alcántara que está en la Guide Culinaire de Escoffier, pero que en realidad es más extremeña que las criadillas de tierra.

En el XIX, el de las dos Españas culinarias, la de los conservadores y liberales gobernando por turnos, se escribió mucho y bien sobre la cocina y sus aledaños: nación, historia, cultura, tradición, identidad y territorio. Fueron precursores de temas que siguen vigentes. Puestos a destacar (ya que hay que resumir) hay que nombrar a la condesa de Pardo Bazán que lo mismo guisaba un pote, que escribía Los Pazos de Ulloa o La cocina Española Antigua, mientras defendía sus derechos de género.

Pero no sirvió de nada, porque poco después la gente tuvo que cocinar con inmundicias. Volvió el fantasma del hambre. Cocina de recursos, del catalán Ignasi Domènech, y Cocinar a un lobo, de M.F.K. Fisher son dos maravillas de la literatura gastronómica con las contiendas y la hambruna como telón de fondo.

Y luego, llegaron ellos… El Manual de Cocina, de Ana María Herrera, o el cocido como metáfora de la indisoluble unión de la familia española (Manuel Vázquez Montalbán, dixit), las Carmencitas, la marquesa de Parabere, Simone Ortega y sus 1080 Recetas, los escritores de la Transición, los cocineros de la Nueva Cocina Vasca, los críticos, los gastrónomos de oficio y beneficio, los Mc Donald’s, el chef mediático, el gurú de lo gastro y hasta un premio de literatura gastronómica apellidado como el recetario medieval: el Premio Sent Soví.

A día de hoy —dicen algunos lastimosamente— “ya no se escribe igual”. Porque no se vive igual. Pero se comunica, se predica, se difunde, se redescubre el pasado, se intuye el futuro…. Porque la vida sigue y habrá que comérsela para contarla.

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