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“Como agua para chocolate”, una historia que trasciende generaciones
La esperada producción estrenó este fin de semana en la pantalla de Max
La serie trae consigo el aroma de una cocina ancestral.
«Como agua para chocolate», la novela de Laura Esquivel, es una historia que logró trascender generaciones. Sus personajes han viajado en el tiempo y resuenan con una fuerza única que late en el corazón de cada actor y actriz que les da vida, primero en la película de Alfonso Arau y ahora en la serie que produce Salma Hayek; el elenco encontró más que una adaptación, un espejo en el que se reflejan sus propias historias y las de sus familias.

La serie trae consigo el aroma de una cocina ancestral, pero también los secretos que se cuecen en silencio, y la herencia de mujeres que han contenido su esencia entre ollas y fogones. Como es el caso de Irene Azuela, quien encuentra en su personaje, Mamá Elena, un espejo de su abuela: “mi abuela era muy rígida también, no había manera de que mostrara sus emociones, porque tenía la gran labor de sacar adelante a tres hijas”.
“Era como si la sociedad, los mandatos, las tradiciones, el deber ser, le hubieran dicho que tenía que ser siempre fuerte por sus hijas y eso fue apenas, no estamos hablando de 80, ni de 100 años, fue apenas. Es una herencia que seguimos teniendo y ahora nos empezamos a cuestionar tantísimas cosas más, pero no estamos tan alejados de eso. Me parece interesante que mamá Elena no se cuestiona si lo está haciendo bien o mal”, agregó.
En cada gesto de Mamá Elena, Azuela coloca una herencia ancestral de mandatos y responsabilidades: “en ese entonces esperaba que las madres les dieran a sus hijas un techo y una comida y un señor con el que casarse y con eso ya estaba, entonces puedes entender un poco más de la señora, de su rigidez y de su poca flexibilidad cuando se trata de decir me siento triste, tengo anhelos, quisiera buscar lo que hay más allá de una hacienda”, dijo.
¿La miga de pan engorda más que la corteza? El libro que desmonta bulos nutricionales
El pan, alimento básico en nuestra cultura, no se libra de los mitos y creencias populares, muchas veces sin fundamento científico. Una de las más extendidas afirma que la miga engorda más que la corteza. Para desmentir este y otros bulos nutricionales, el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) ha publicado el libro “Ciencia en la Cocina”, una guía rigurosa y accesible para comprender la ciencia detrás de la alimentación.
Mismo pan, diferente textura:
Lo primero que hay que aclarar es que la miga y la corteza provienen del mismo pan, elaborado con los mismos ingredientes. La diferencia en su textura y apariencia se debe al proceso de cocción:
- Miga: La parte interior, sometida a menor temperatura, retiene más humedad, lo que la hace más esponjosa y ligera.
- Corteza: La superficie externa, expuesta directamente al calor, pierde más agua y se deshidrata, volviéndose crujiente y tostada.
Desmontando el mito:
La creencia de que la miga engorda más se basa en la falsa premisa de que contiene más cantidad de hidratos de carbono. Si bien es cierto que la miga, al estar más hidratada, puede parecer más voluminosa, la realidad es que la cantidad de hidratos de carbono por gramo es prácticamente idéntica en ambas partes.
Es decir, 100 gramos de miga aportan las mismas calorías que 100 gramos de corteza. La sensación de que la miga «llena menos» puede deberse a su textura más blanda, que se digiere más rápidamente y puede generar una sensación de saciedad más breve.
El verdadero factor a tener en cuenta: el tipo de pan
El libro del CSIC incide en que lo realmente importante a la hora de hablar del valor nutricional del pan es el tipo de harina utilizado en su elaboración:
- Pan blanco: Elaborado con harinas refinadas, que han sido despojadas del salvado y el germen del grano, perdiendo así fibra, vitaminas y minerales. Su consumo se asocia a un mayor índice glucémico y a un mayor riesgo de enfermedades cardiovasculares.
- Pan integral: Elaborado con harina integral, que conserva todas las partes del grano, aportando mayor cantidad de fibra, vitaminas, minerales y antioxidantes. Su consumo se relaciona con una mejor salud digestiva, un menor riesgo de enfermedades crónicas y una mayor sensación de saciedad.
«Ciencia en la Cocina»: una guía para comer con conocimiento
El libro del CSIC no se limita a desmontar este mito, sino que aborda otras falsas creencias relacionadas con la alimentación, como la idea de que el azúcar moreno es más saludable o que hay que tomar suplementos vitamínicos aunque se siga una dieta equilibrada.
Su objetivo es dotar al lector de herramientas para comprender la ciencia detrás de los alimentos, permitiéndole tomar decisiones informadas y construir una dieta saludable basada en la evidencia científica.
En definitiva, lo importante es elegir un pan integral de calidad y disfrutarlo como parte de una alimentación variada y equilibrada.
¿La miga de pan engorda más que la corteza? El libro que desmonta bulos nutricionales | El Periódico
Mirando la literatura gótica a través del prisma de la comida.

Cuando la doctora Alessandra Pino y Ella Buchan, que habían sido amigas durante años, no pudieron encontrar un libro de cocina gótico que les encantara, decidieron escribir el suyo propio. El resultado es «A Gothic Cookbook: Hauntingly Delicious Recipes Inspired by 13 Classic Tales».
«Creo que lo gótico es un reflejo de todas las ansiedades que existen en la sociedad», dice Pino, «así que creo que es la lente perfecta a través de la cual ver la vida, en general, y todos los miedos que podemos tener como humanidad colectiva».
Cuando examinas las novelas góticas a través de la lente de la comida, puedes entenderlas de una manera diferente, explica Pino. Ella cita una escena en «Rebecca» de Daphne du Maurier, después de que la heroína anónima acaba de aceptar una propuesta de matrimonio de Maxim de Winter. En lo que debería ser un momento feliz, ella se detiene en la amargura de la mandarina que está consumiendo.
«Te dice que tal vez esté mirando hacia atrás y recordando algo porque no está feliz con la situación ahora o es una pista sobre su carácter y algo no está del todo bien bajo la superficie aparentemente perfecta», dice Pino.
La comida en la literatura del Siglo de Oro
POCAS cosas hay que tengan un tratamiento más amplio en la literatura de los siglos XVI y XVII que la comida y la bebida, hasta el punto de que la mayoría de los términos relacionados con la cocina, alimentos, utensilios, etc., se incluyen en el Diccionario de Autoridades precisamente por la autoridad de los escritores de obras de teatro, comedias, entremeses y novelas picarescas o de costumbres: Cervantes, Góngora, Tirso, Calderón, Quevedo y Lope de Vega hacen continuas referencias en sus obras a comidas, vinos, frutas o dulces; y no solamente estos escritores, también otros menos conocidos tienen en la cocina y sus oficios un buen argumento para sus obras.
La comida es el vehículo que utiliza Cervantes para definir a su Quijote simplemente porque en los tiempos en que se desarrolla la trama de su célebre novela, saber lo que alguien comía era conocer su importancia social y sus posibilidades económicas, como se demuestra también en el pasaje de las bodas de Camacho con su opulencia o en la lucha de Sancho para comer bien de la que a veces deserta con una cierta resignación: « y mi señor don Quijote, que está delante, sabe bien que con un puño de bellotas, o de nueces, nos solemos pasar entrambos ocho días».
Dentro del uso de la comida en la literatura un recurso muy utilizado por los escritores era hacer comparaciones y juegos de palabras con platos, ingredientes y temas poéticos como el caso del laurel y el escabeche para relacionarlos con la corona de los poetas como decía Góngora: «Cuando acaso me aproveche /de tus ramos, oh Laure-l/no sea como poeta/ ni sea como escabeche».

Otra cuestión frecuentemente tratada era asimilar la belleza y los atributos de las mujeres a elementos comestibles, como el caso del requesón, entonces llamado ‘naterones’ con los que Tirso de Molina hace una brillante y erótica comparación: «Las tetas son naterones / y los corpiños encellas, / que mamara amor en ellas / a no encubrir los pezones»
A veces con las comparaciones se ironizaba sobre edad y juventud en las mujeres que era un tema muy socorrido de mofa y burla: «Una doncella en su casa, /ciruela en el árbol es, / que a veces, de treinta y tres, /es con flor, ciruela pasa».
Calderón de la Barca en su curiosa ‘Mojiganga de los Guisados’ describe un torneo o concurso recitado y danzado en el que Don Estofado reta en duelo a quien desmienta la condición de Princesa de los Guisos de su dama Doña Olla, y así derrota sucesivamente al Carnero Asado, al Carnero Verde, a Don Gigote, a Don Mondongo, que defienden respectivamente a sus damas, Doña Ensalada de la Huerta, Doña Pepitoria, Doña Albondiguilla, Doña Chanfaina, etc. En el concurso, presidido por el propio Baco, Don Estofado y Doña Olla, serán proclamados príncipes en esta extraña contienda con términos culinarios.
Los escritores valoraban los consumos de ciertos alimentos que suponían sinónimo de distinción como el caso de la carne, un ejemplo lo tenemos Luis Quiñones de Benavente en el ‘Entremés del mayordomo’: «Lo que toca a la mesa hay mil primores / tendrán sus cuatro platos los señores, /porque no quiero ser corto ni franco. / Los jueves y domingos, manjar blanco, ».
También la comida es protagonista de algunas obras didácticas que utilizan situaciones de ésta o banquetes para la enseñanza de un idioma, como es el caso de los Diálogos de Juan Luis Vives. Igualmente en obras de corte moralista como en los Coloquios de Pedro Mexía, se emplean descripciones muy detalladas de banquetes con el pretexto de censurar los excesos:

En definitiva la comida y los productos comestibles fueron en el Siglo de Oro un recurso literario de gran importancia tanto en las obras de escritores famosos como en los anónimos libros de picaresca con ejemplos tan significados como el Lazarillo de Tormes o el Estebadillo González. Y si hace siglos el asunto del comer llenaba páginas y consumía tinta hoy no le vamos a la zaga.
FUENTE:https://www.elnortedecastilla.es/20080514/vida/comida-literatura-siglo-20080514.html
La literatura gastronómica y sus orígenes. ¿Desde cuándo escribimos sobre cocina?
El hombre del siglo XXI vive en una gran paradoja: ya no cocina, pero habla de cocina. Está inmerso en un mundo donde la comunicación gastronómica le rodea, le avasalla, le alecciona, le dirige, le provoca y le estimula. Nada nuevo bajo el sol. El hombre de las cavernas también dormía entre pinturas de bisontes y soñaba con un chuletón muy hecho. Esa es la función de la literatura gastronómica: mover al individuo hacia el ámbito del placer mientras le recuerda su condición de ser social, finito y hambriento.

Así empezaron los sumerios y otros pueblos de la antigua civilización mesopotámica, apuntando en unas tablillas de arcilla y en escritura cuneiforme la cantidad de camellos, cabras, dátiles, pistachos y trigo que llegaba a los silos y las arcas del gobierno. Tarea de burócratas, más que nada, aunque a nosotros nos guste interpretar, 4.000 años después, la vida de aquella Babilonia lujuriosa que se zampaba algo parecido a unabaklava. Al poeta griego Arquestrato (siglo IV a.C.) le gustó tanto la idea que escribió un larguísimo poema lleno de guasa y hexámetros sobre qué comer y dónde y lo llamó Hedypàtheia, traducido como Gastronomía. No fue un éxito de ventas, pero tanto las tablillas sumerias como el poema griego nos ayudan a comprender el pasado con una perspectiva más humana y apetecible que la descripción de la sangrienta batalla de las Termópilas.
En la Roma clásica ya habían aprendido de sus antecesores lo suficiente como para saber que en la vida hay que tener un Imperio donde abastecerse, un agrónomo hispano —Columela— que conozca la tierra y sus frutos, un buen cocinero griego, un gran anfitrión —Lúculo— y un gastrónomo que lo escriba todo. A saber, Marco Caio Apicius, quien legó a la posteridad las recetas de los conviviums en su De Re Coquinaria. La parte menos loable de tanto festín, y por extensión del mundo romano, la contó Petronio en El Satiricón, con el banquete de Trimalción y la versionó Fellini.
En la Edad Media y en el Renacimiento escribían de comida los que la tenían: un almohade que vivió en el Al-Andalus del siglo XII y que sabía lo suyo de especias y delicias hispano-magrebís, un cristiano del siglo XIV que escribió en catalán el Llibre de Sent Soví, los monjes letrados y cocinillas, los cocineros de los reyes (Monsieur Taillevent, guisandero de Carlos VI, el Mestre Rupert de Nola, cocinero de Fernando de Nápoles) o de los papas (Bartolomeo Scappi) y algún despistado como Francisco Delgado que dejó anotado en La Lozana Andaluza (siglo XVI) un montón de platos deliciosamente conversos. En este mismo siglo se escribe, cómo no, la Historia General de las Indias (1556) de Francisco Gómez de Gómara, donde se describen por primera vez las maravillas de la futura fusión alimentaria entre Europa, América y África.
En el siglo XVII español se escribe de comida, pero de formas opuestas. La novela picaresca es la mejor descripción del hambre en la España imperial de Carlos V y Felipe II, género coincidente en el tiempo con las recetas del Arte de Cozina (1611) de Francisco Montiño, cocinero real de Felipe II, III y IV. La cocina opulenta de palacio la contó muy bien Carmen Simón Palmer en el libro La Cocina de Palacio, pero la de las calles, Francisco de Quevedo en El Buscón (1603) y, ya en el siglo XX, Lorenzo Silva en La Cocina del Barroco.
Para conocer lo que se comía en la España del XVIII y principios del XIX, además de recurrir al recetario del fraile aragonés Juan de Altamiras (¡por fin, después de dos siglos, se le echa tomate a los platos!), es muy interesante la literatura de viajes, aunque la cocina española no salga muy bien parada, como ocurre con el puchero de garbanzos (“guisantes del tamaño de una bala”) en el periplo de Dumas De París a Cádiz.
Y es que el inicio del XIX fue esplendorosamente gastronómico. Y francés. A un juez llamado Brillat-Savarin se le ocurrió, incluso, reflexionar, analizar y meditar sobre el gusto y le salió un protoensayo gastronómico o Fisiología del Gusto con tanto aforismo que aún es lectura obligatoria en todas las escuelas de hostelería. Los franceses exportaron el concepto gourmand junto con las guerras napoleónicas. Los españoles respondieron con una Constitución Liberal, un aliado inglés que dio nombre a un solomillo (el duque Wellington) y una perdiz al modo de Alcántara que está en la Guide Culinaire de Escoffier, pero que en realidad es más extremeña que las criadillas de tierra.
Y es que el inicio del XIX fue esplendorosamente gastronómico. Y francés. A un juez llamado Brillat-Savarin se le ocurrió, incluso, reflexionar, analizar y meditar sobre el gusto y le salió un protoensayo gastronómico o Fisiología del Gusto con tanto aforismo que aún es lectura obligatoria en todas las escuelas de hostelería. Los franceses exportaron el concepto gourmand junto con las guerras napoleónicas. Los españoles respondieron con una Constitución Liberal, un aliado inglés que dio nombre a un solomillo (el duque Wellington) y una perdiz al modo de Alcántara que está en la Guide Culinaire de Escoffier, pero que en realidad es más extremeña que las criadillas de tierra.
Y luego, llegaron ellos… El Manual de Cocina, de Ana María Herrera, o el cocido como metáfora de la indisoluble unión de la familia española (Manuel Vázquez Montalbán, dixit), las Carmencitas, la marquesa de Parabere, Simone Ortega y sus 1080 Recetas, los escritores de la Transición, los cocineros de la Nueva Cocina Vasca, los críticos, los gastrónomos de oficio y beneficio, los Mc Donald’s, el chef mediático, el gurú de lo gastro y hasta un premio de literatura gastronómica apellidado como el recetario medieval: el Premio Sent Soví.
A día de hoy —dicen algunos lastimosamente— “ya no se escribe igual”. Porque no se vive igual. Pero se comunica, se predica, se difunde, se redescubre el pasado, se intuye el futuro…. Porque la vida sigue y habrá que comérsela para contarla.
Un valioso libro sobre nutrición saludable
«Verduras que curan. Recetas para la salud y la inmunidad» Autor: Agata Lewandowska
Todos sabemos que las verduras son saludables y deberían ser la base de una dieta equilibrada. Sin embargo, a pesar de esto, muchas personas todavía las consumen con poca frecuencia. Lamentablemente, la mayoría de las veces, comemos verduras como un complemento a los platos principales o en sándwiches. Por eso, vale la pena echar un vistazo a, por ejemplo, el libro «Verduras que curan. Recetas para la salud y la inmunidad». La autora del libro es Agata Lewandowska. Esta publicación es una recopilación de recetas comprobadas basadas en verduras. Incluye tanto sopas como platos principales, pero no solo eso. También encontraremos ideas para interesantes aperitivos, jugos caseros y batidos. Además, conoceremos las propiedades de las verduras más populares y aprenderemos qué comer para combatir las afecciones más comunes, como la diabetes o la hipertensión. El libro permitirá cuidar de nuestra salud de manera rápida.

Dos granadinos publican el primer libro ilustrado de recetas en películas y series de televisión
‘Cocinando con palomitas’ permite aprender en “sencillos” pasos a preparar distintas recetas de la pequeña y la gran pantalla
Julio Le Marchand y María Victoria Hernández, dos granadinos especializados en el mundo de la edición y apasionados del cine y la gastronomía, son los autores de ‘Cocinando con Palomitas: 100 recetas icónicas del cine y la televisión’, el primer libro ilustrado que recopila las recetas de los platos más famosos de películas y series de televisión.
Editado por ‘Ondas del Espacio’, el libro, que se acaba de publicar y ya está disponible en librerías y en la web, consta de 240 páginas, encuadernadas en tapa dura y a color. Las ilustraciones que acompañan a cada una de las 100 recetas son obra de Melissa Siles.
La publicación explora paisajes culinarios muy reconocibles y ofrece un “menú” variado que recopila un centenar de recetas inspiradas en la comida y la bebida que ha marcado a varias generaciones a través del cine y la televisión: desde la pasta de El Padrino, el bocadillo de Friends o la tarta de manzana de American Pie, hasta los huevos de Breaking Bad, la cerveza de mantequilla de Harry Potter o los pastelillos de limón de Juego de Tronos. Las recetas han sido seleccionadas por los autores y pertenecen a películas y series de todo tipo: clásicas, de culto, antiguas, modernas, animadas… “El libro es la guía perfecta para crear platos deliciosos y memorables que te transportan al universo de tus historias favoritas”, ha señalado Le Marchand, uno de los autores.
También ha explicado que ‘Cocinando con palomitas’ permite aprender en “sencillos” pasos a preparar un dorayaki o las rosquillas de Los Simpson, desayunar como Walter White o como en Downton Abbey, degustar “auténticos” platos de importación desde Méjico hasta Corea, “sin perder de vista la cocina tradicional española «made in Almodóvar». Además, el libro incluye recetas de varias bebidas y combinados, incluida una selección de cócteles de series como Mad Men (Old Fashioned) y Sexo en Nueva York (Cosmopolitan), y de películas como Cocktail (Red Eye) y El Gran Lebowsky (Ruso Blanco).
Libros de recetas para aprender a cocinar de manera sencilla el Mediterráneo
Joan Roca, Jamie Oliver y Elizabeth David son los autores de tres recetarios que impulsan las maneras de comer, vivir y compartir de los pueblos que forman la cuenca mediterránea

Si recorriéramos la costa mediterránea, dejándonos llevar por sus cocinas, viajaríamos por la placidez de los guisos a fuego lento, donde el recetario de la tierra, lo que da la temporalidad, lidera un menú fresco, equilibrado y sostenible. La costa española pasando por la griega, la italiana, la argelina, la croata, la egipcia y así hasta 22 países tienen algo en común: el Mediterráneo y su manera de vivirlo.
En los años cuarenta, estudiosos americanos analizaron no solo los ingredientes que se repetían en los diferentes rincones bañados por las aguas del Mediterráneo, sino que también estudiaron la manera de cocinarlos y las formas de compartirlos. Una manera de vivir que, en los cincuenta, el fisiólogo estadounidense Ancel Keys denominó dieta mediterránea. En 2010, ese concepto y ese “régimen alimenticio de los países de la cuenca del mar Mediterráneo”, según la RAE, fue considerado por la UNESCO como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad.MÁS INFORMACIÓN
Receta |Los sencillos espaguetis que Joan Roca le preparaba a sus hijos para que comieran vegetales
El Mediterráneo a la mesa, con sus aromas a hierbas de monte, con su salinidad de brisa, sus alcaparras, tomates, la oliva, el cereal, la huerta cambiante y el mar. Recetarios especiados, aromatizados y bañados por el aceite de oliva. Sin duda, unas cocinas únicas. Pero, no es lo mismo la dieta mediterránea que la cocina o las cocinas mediterráneas. Para entender esta distinción hay que coger el libro Cocinar el Mediterráneo (Planeta Gastro), escrito por Joan Roca, y comprender qué es lo que hace única a esta cuenca plural. “El Mediterráneo ha sido testigo y cuna de la expansión de las grandes civilizaciones egipcia, helénica, romana y otomana. De Mesopotamia a Egipto, de la península de Anatolia y Troya a Macedonia, desde las polis griegas hasta la civilización fenicia, desde Cartago hasta Roma, desde Bagdad hasta Al-Ándalus, desde Bizancio hasta el Imperio otomano o hasta Alejandría”, escribió el cocinero de El Celler de Can Roca en su libro. No es la primera vez que los hermanos Roca dedican un libro a esa cocina mediterránea con la que crecieron, ni tampoco es la primera vez que le rinden un merecido homenaje. En este caso, en Cocinar el Mediterráneo, Joan Roca presenta una serie de recetas para hacer en casa, un menú de producto, sencillo y saludable, donde los protagonistas son los frutos secos, las legumbres, las verduras de temporada y, sobre todo, el mar. “En contra del tópico, la cocina mediterránea no dispone de una gran variedad de ingredientes. Al contrario, es austera en materia prima, sobre todo si la comparamos con la diversidad de productos que ofrece el mar Atlántico o la amplia gama de vegetales disponible en las zonas tropicales. Sin embargo, la historia da fe de que es un territorio con imaginación y creatividad excepcionales para combinar sus recursos y alcanzar la excelencia”, subraya el chef.

Esta idea de pocos ingredientes para una cocina imaginativa, creativa y efectiva la entendió muy bien el chef Jamie Oliver cuando publicó 5 Ingredientes Mediterráneos. Cocina fácil, comida deliciosa (Grijalbo). En más de una ocasión, el cocinero inglés ha mostrado su pasión por las cocinas bañadas por el mar Mediterráneo y en este libro, destaca su fascinación por el uso adecuado del aceite de oliva, las legumbres y verduras en un recetario que, como dice el propio autor, huye de complicaciones. “He escrito este libro inspirándome en mis viajes por el Mediterráneo, intentando dejar impronta de esa cocina respetada en todo el mundo, donde el protagonismo se lo llevan los sabores excepcionales, preparados con sencillez, amor, pasión y dedicación”, afirma Oliver.
En 2024, la editorial DEBATE trajo a las librerías españolas el delicioso libro de la escritora y cocinera Elizabeth David, Cocina Mediterránea. “En 1949, una amiga con contacto en el mundo literario y editorial se ofreció a mostrar mi desgastada colección de recetas (después de todo, yo las había estado usando) a varios conocidos suyos. Todos ellos, excepto uno, dijeron —¿y quién podría culparlos? —: “¡Qué descabellada la idea de escribir un libro de cocina cuando no tenemos suficientes alimentos para cocinar!”, escribe la autora en un prólogo excepcional. “Nadie creía que, en ese entonces, fuera necesario y oportuno publicar un libro de cocina. Nadie, excepto John Lehmann, editor de Penguin New Writing (…) Me escribió una breve nota en la que me decía que le gustaría publicar mi libro. Y así fue”, subraya también David.

El libro nació de la necesidad de preservar lo vivido, degustado y disfrutado en un tiempo de guerras y hambruna. Nació de la fascinación por los pueblos conocidos y por su manera de guisar y compartir la comida. El resultado: una de las joyas sobre la cocina mediterránea que perdura en el tiempo, llenándonos, en cada página, de los aromas de esa cocina sencilla, sabrosa y unificadora. Un recetario sincero procedente de la tradición francesa, italiana, griega y egipcia, lugares donde la autora vivió parte de su vida. El libro es uno de los más maravillosos tributos a esa cocina y también una de las referencias indispensables para comprender parte de la historia de aquella época. La primera edición de este libro vio la luz en 1950.
Literatura y buenos alimentos.
El texto destaca varias iniciativas educativas dirigidas a fomentar hábitos alimenticios saludables entre los jóvenes, utilizando recursos literarios y didácticos. La Fundación Vasca para la Seguridad Alimentaria, Elika, lanzó un concurso literario sobre seguridad alimentaria para estudiantes de secundaria, acompañada de una guía didáctica para el profesorado. El concurso, basado en un relato de Patxi Zubizarreta, permitió que los estudiantes escribieran el final del cuento y votaran los mejores a través de una plataforma online, movilizando así a la comunidad escolar.
Los ganadores de esta primera edición fueron Lucía Velayos, Nerea Martín y Tania Fernández. Además de esta iniciativa, Kutxabank también presentó un programa destinado a sus clientes más jóvenes, entre 0 y 14 años, para promover hábitos de alimentación saludable mediante un álbum interactivo con juegos, concursos y sorteos, elaborado por un equipo de educadores y expertos en alimentación. Ambas propuestas reflejan el esfuerzo por inculcar en los más jóvenes la importancia de la buena alimentación de manera lúdica y educativa.
https://www.noticiasdealava.eus/sociedad/2013/01/24/literatura-buenos-alimentos-1664191.html