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Microbiota y el síndrome de la auto-cervecería
Dar positivo en el test de alcoholemia sin haber bebido alcohol
El síndrome de la auto-cervecería
Quizá te sorprenda saber que la producción de etanol endógeno ocurre en cantidades mínimas como parte de la digestión normal. En una persona sana siempre hay una pequeñísima cantidad de alcohol producida por la fermentación de las bacterias y levaduras de la microbiota intestinal. Sin embargo, cuando proliferan determinadas levaduras o bacterias en el intestino pueden producirse niveles extremos de alcohol en sangre, lo que se denomina síndrome de auto-cervecería o síndrome de fermentación intestinal. Los pacientes con este síndrome presentan signos y síntomas de intoxicación por alcohol, a menudo relacionados con una dieta rica en azúcares y carbohidratos, y el uso de antibióticos que pueden alterar el ecosistema intestinal.
Este síndrome es más frecuente en pacientes con otras enfermedades como diabetes, obesidad y enfermedad de Crohn, el síndrome del intestino corto, obstrucción intestinal o sobrecrecimiento bacteriano del intestino delgado, pero también puede ocurrir en personas sanas.
Muy raramente se diagnostica y probablemente esté infradiagnosticado. Se han identificado casos aún más raros relacionados con la actividad microbiana en la cavidad bucal y en la vejiga urinaria. El síndrome de auto-cervecería se ha relacionado con la proliferación de varias cepas de levaduras de las familias Candida y Saccharomyces, como S. cerevisiae, S. boulardii, C. glabrata, C. albicans, C. kefyr y C. parapsilosis. También se ha relacionad con cepas de las bacterias Klebsiella pneumonia, Enterococcus faecium, E. faecalis y Citrobacter freundii. Una alteración de la microbiota intestinal (disbiosis) puede permitir que estas cepas fermentadoras colonicen en exceso. Una dieta rica en carbohidratos y alimentos refinados favorece la fermentación y la producción interna de alcohol que es absorbido en el intestino delgado, que pasa a la sangre y produce los efectos de una intoxicación sin consumo de alcohol.
La producción de etanol endógeno también se ha relacionado con un polimorfismo genético particular que resulta en una actividad reducida de las enzimas involucradas en el metabolismo hepático del etanol.
El tratamiento suele ser una combinación de varias medidas. Por una parte, se pueden prescribir un ciclo o más de antibióticos o antifúngicos, siempre bajo prescripción médica (el abuso de antimicrobianos puede seguir afectando a la microbiota “normal” y generar todavía más problemas). Se recomienda modificar la dieta con un alto contenido de proteínas y un bajo contenido de carbohidratos, hasta que los síntomas desaparezcan. El azúcar se fermenta y se convierte en alcohol, y una dieta que elimine los azúcares disminuirá el alcohol fermentado en el tracto gastrointestinal. Además, se pueden recomendar suplementos con determinados probióticos que ayuden a equilibrar el microbiota intestinal, aunque sobre esto todavía no hay un protocolo concreto y consensuado.
El síndrome de auto-cervecería debe considerarse en cualquier paciente que presente un nivel elevado de alcohol en sangre y niegue insistentemente la ingestión de alcohol. Pero ojo, hay que descartar posibles trastornos psiquiátricos y el consumo encubierto de alcohol.
¿Es un mito que el alcohol engorda?
A la hora de evitar el aumento de peso, la mayoría de las estrategias se centran en una combinación de ejercicio físico y control de la dieta. Y, precisamente, en este último ámbito entra también el vigilar y limitar lo que se bebe, ya que aunque a menudo no nos acordemos de ello algunas bebidas, como las que contienen alcohol, también influyen en nuestro peso corporal.
‘Calorías vacías’
Uno de los grandes problemas que trae aparejado el alcohol en cuanto al peso corporal es lo que conocemos como ‘calorías vacías’: es decir, que organismo puede transformar las calorías del alcohol en energía, pero esas calorías no contienen nutrientes ni minerales. De hecho, tal y como explica un artículo en la revista Health, el alcohol supone un esfuerzo adicional para el sistema digestivo, que prioriza su eliminación sobre la de los demás nutrientes.
A la hora de evitar el aumento de peso, la mayoría de las estrategias se centran en una combinación de ejercicio físico y control de la dieta. Y, precisamente, en este último ámbito entra también el vigilar y limitar lo que se bebe, ya que aunque a menudo no nos acordemos de ello algunas bebidas, como las que contienen alcohol, también influyen en nuestro peso corporal.
‘Calorías vacías’
Uno de los grandes problemas que trae aparejado el alcohol en cuanto al peso corporal es lo que conocemos como ‘calorías vacías’: es decir, que organismo puede transformar las calorías del alcohol en energía, pero esas calorías no contienen nutrientes ni minerales. De hecho, tal y como explica un artículo en la revista Health, el alcohol supone un esfuerzo adicional para el sistema digestivo, que prioriza su eliminación sobre la de los demás nutrientes.
Por ejemplo, el cuerpo típicamente digiere los carbohidratos en primer lugar. Sin embargo, debido a la naturaleza tóxica del alcohol, cuando este está presente el organismo centra sus esfuerzos en quemarlo, minimizando el uso de energía de otras fuentes. El resultado es por ejemplo la acumulación de grasa en el abdomen (la célebre barriga cervecera) ya que el cuerpo deja de quemar energía de las grasas para, en su lugar, procesar el alcohol.
Interactúa con las hormonas
Otro mecanismo por el que el alcohol se relaciona con aumentos de peso es por su interacción con determinadas hormonas, que son claves para regular muchos procesos del cuerpo incluyendo el metabolismo. Así, por ejemplo, el consumo elevado de alcohol se relaciona con incrementos en los niveles de la hormona cortisol, lo que a su vez parece estar ligado al aumento de peso. Lo que sí es cierto es que los científicos no están de acuerdo en la cantidad precisa de alcohol que causa este incremento en cortisol; sin embargo, este nivel podría ser bastante bajo, ya que muchos estudios sobre la materia se realizan en grupos de personas que ya de por sí están acostumbradas a consumos frecuentes e importantes y por tanto tienen mayor tolerancia.
Dificulta el sueño de calidad
Existe una creencia extendida de que el alcohol ayuda a conciliar el sueño, en parte propiciada por los efectos depresores del sistema nervioso central (sedantes) del alcohol. Sin embargo, se sabe que el consumo de alcohol, especialmente en exceso, se relaciona con un peor descanso en general. Por su lado, la privación del sueño tiene una larga lista de efectos negativos en el metabolismo, incluyendo varios que conducen a un aumento de peso.
Provoca hambre
Por otra parte, el alcohol provoca hambre, que puede llevar al paciente a desequilibrar negativamente su ingesta de calorías. Hay varios motivos para ello.
En primer lugar, el alcohol provoca que los niveles de azúcar en sangre disminuyan bruscamente, lo que se traduce en apetencia por comidas ricas en carbohidratos y azúcar. En segundo lugar, el alcohol afecta entre otras áreas del cerebro a aquellas que regulan el hambre, pudiendo causar (especialmente el día después de beber en exceso) intensos ataques de hambre, centrados casi siempre en comidas muy calóricas. Finalmente, y de manera similar al efecto que tiene en los niveles de cortisol, el consumo de alcohol puede modificar los niveles de ciertas hormonas (como la leptina) encargadas de generar la sensación de falta de apetito cuando estamos llenos.
La importancia de la moderación
Hay que tener en cuenta que estos efectos del alcohol son especialmente peligrosos en personas que ya de por sí padezcan o estén en riesgo de padecer patologías relacionadas con el peso corporal, y son más acusados cuanto mayor y más frecuente es el consumo de bebidas alcohólicas.
Por tanto, y teniendo en cuenta que no debemos tratar de perder peso por razones estéticas sino únicamente cuando exista un problema de salud derivado del mismo (y siempre bajo el consejo y supervisión de un médico), no son tanto los efectos del alcohol en el peso corporal lo que debe preocuparnos, sino más bien deben ser otros perjuicios que puede traer aparejados.
Por ejemplo, el consumo de alcohol se relaciona con mayores riesgos de padecer cáncer, daño hepático y renal o enfermedades cardiovasculares; es una sustancia altamente adictiva y está implicada en buena parte de los accidentes automovilísticos. Por todo ello, unido a todo lo anterior, siempre es saludable eliminar o al menos moderar nuestra ingesta de esta sustancia.
https://www.20minutos.es/salud/nutricion/asi-actua-alcohol-cuerpo-engordar-4933251
Ascensión Marcos, pionera de la inmunonutrición: «Lo ideal es desayunar a primera hora y durante 20 minutos»
A la hora de cuidar las defensas, la alimentación saludable se sitúa como uno de los componentes principales. La dieta tiene un impacto en el sistema inmune. De demostrarlo se encarga Ascensión Marcos, farmacéutica e investigadora española, profesora del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y directora del grupo de investigación en Inmunonutrición en el Instituto de Ciencia y Tecnología de Alimentos y Nutrición (ICTAN), que fue pionero en España en esta materia.
Si bien la nutrición es de suma importancia, Marcos recuerda que es todo el patrón de un buen estilo de vida el que marca la diferencia. Desde la actividad física que uno practica, hasta el sueño y el manejo del estrés.
—¿Qué es la inmunonutrición?
—Primero, comencé a trabajar en malnutrición en animales de experimentación. Había una dieta con malnutrición proteica y otra con malnutrición proteico calórica y estudiábamos, fundamentalmente, órganos primarios hematopoyéticos, el timo y el bazo. A partir de ahí, a mí me interesó mucho más trabajar en humanos. Después de trabajar en Terranova, Canadá, adquirimos el término de inmunonutrición. Nuestro grupo fue pionero en España en esta materia. Lo nuestro no se centra en incluir sueros con nutrientes específicos para fomentar el sistema inmune, sino algo más práctico, en el día a día, para ver qué déficit puede haber de determinados nutrientes y cómo afecta.
—¿El resto de hábitos no tienen peso?
—Sí, de hecho, con el paso del tiempo hemos visto que es mucho más que nutrientes y dieta. Es todo un estilo de vida el que está implicado ahí. No es solo la dieta, es el comportamiento alimentario cuándo comes, cuántas horas dejas de comer durante el día. Es la actividad física, la que haces cada día; o si haces ejercicio, qué tipo, y por supuesto, la gestión emocional, dada, en parte, por la calidad y cantidad de ensueño. Todo eso en conjunto es lo que finalmente implica el estudio de la inmunonutrición.
—¿Cómo se produce esta relación entre nutrición y sistema inmune?
—En los 90 empezamos a trabajar los probióticos, y nos dimos cuenta de que había cambios en el sistema inmune, pero no entendíamos todavía por qué. Y ya, a finales de esa misma década, empezó a surgir el estudio de lo que era entonces la flora intestinal, que hoy en día se llama microbiota. Microbiota que no solo es intestinal, sino oral, vaginal, de la piel. En todas las zonas del organismo donde haya un orificio va a haber microbiota. Así que empezamos a trabajarla, porque está íntimamente relacionada con el sistema inmune, de forma que si hay alguna alteración en el sistema inmune por una mala nutrición, estrés, por un sedentarismo exagerado, la microbiota también se alterará. Y todo eso da lugar a procesos infecciosos, de inflamación, incluso alergias, enfermedades autoinmunes o guarda relación con las neurodegenerativas.
—¿Hasta qué punto la dieta hace que las defensas funcionen mejor?
—La relación está clara. Cuando hay trastornos alimentarios, como la obesidad, donde hay un exceso de tejido adiposo, se observan más infecciones o alergias que, además, duran más tiempo. Son de mayor entidad. Además, la obesidad también tiene asociadas todas las patologías no transmisibles como es la diabetes, el síndrome metabólico o las enfermedades cardiovasculares.
—¿Hay nutrientes mejores que otros en lo que a inmunidad se refiere?
—Es el patrón general. Hoy en día, por ejemplo, no se está haciendo una dieta equilibrada. En general, comemos una alta cantidad de grasa, poco hidrato de carbono complejo y mucha cantidad de proteína. Todo esto favorece una alimentación desequilibrada, que favorece la aparición de ciertas patologías. Hay que pensar que estas pueden venir por infección o por inflamación, pero el sistema inmune siempre está involucrado.
—¿Qué papel juega la microbiota en el sistema inmune?
—Es fundamental. En función de lo que comamos, las bacterias y el resto de microorganismos que residen en ella funcionarán mejor o peor. Por un lado, estas bacterias se encargan de aportar energía al organismo; y, por otro, de conseguir que se absorban mejor unos nutrientes u otros. Por eso, es esencial que la microbiota tenga una eubiosis, un equilibrio entre bacterias beneficiosas y que las patógenas sean las menos posibles y en menor cantidad. Para ello, hay que conseguir un equilibrio, una homeostasis en el organismo, para que ningún patógeno lo pueda invadir.
—¿Cuál es la dieta beneficiosa para esta comunidad de bacterias?
—La mediterránea, no tienes que ir muy lejos. Siempre hablamos de dieta refiriéndonos a alimentos, pero es mucho más. Una dieta mediterránea lleva consigo comer en compañía, que muchas veces no lo hacemos, lo hacemos en solitario y en diez minutos. Implica saborear los alimentos, a poder ser, en tranquilidad. Y además, que la comida sea de cercanía, que sea una dieta sostenible, con unas condiciones culinarias apropiadas. No es cuestión de comer un sándwich y ya está. Hay que cocinar. Es más, se ha visto que cuando uno come sin cocinar, durante una temporada determinada, toma preparaciones frías, aumenta el estrés. Con un aumento del estrés, crece el cortisol, y el cortisol es el primer inmunosupresor. Ese aumento de cortisol produce que tu sistema inmune no funcione. En estas condiciones, la gente que tiene sobrepeso u obesidad suele comer deprisa, ingieren mucha cantidad de comida en poco tiempo y hay un estrés a la hora de comer.
—¿Se valora el consumo de alcohol?
—Estamos hablando de dieta mediterránea, por lo que las bebidas fermentadas, como son el vino, la sidra, la cerveza, siempre con mucha moderación. Y la moderación es una copa de vino, una lata o dos, depende de si es mujer u hombre. Nosotras deberíamos tomar la mitad que ellos, y hay que tenerlo en cuenta. Hoy en día hay mucho trastorno en cuanto a cantidades de alcohol, y sobre todo, en adolescentes, donde hay que eliminarlo. Una cosa es la moderación, que es una ingesta muy baja al día, y otra cosa son los atracones que se dan los jóvenes en el fin de semana, y que inciden negativamente en su sistema inmune. No solo es tener sobrepeso u obesidad, sino que es todo el estilo de vida, que sea normal y apropiado.
—Antes explicó que también es importante cuándo comes.
—Sí. Hay un desayuno a primera hora de la mañana, que mucha gente lo obvia y toman solo una taza de café, y luego, a media mañana tienen mucha hambre. Creo que lo ideal es comer a primera hora, estar entre un cuarto de hora y 20 minutos tomándolo, con tranquilidad, y si hace falta, te levantas antes. Es un hábito que te va a permitir pasar la mañana sin necesidad de comer más, y si tienes que comer algo, que sea muy frugal. Un yogur o una fruta. Es importante ingerir los alimentos con tranquilidad, sin engullir. Y luego, que las cenas no sean copiosas y dejemos pasar, entre medias, unas dos horas entre cenar y meterse en cama. Todo esto son pautas a tener en cuenta que muchas veces no hacemos bien, yo pienso que por desconocimiento.
—¿Qué opina de los edulcorantes?
—Es una materia sobre la cual todavía no hay tanto estudio. Hay investigaciones a nivel experimental, en animales, a los que se les da unas cantidades muy altas de edulcorantes que una persona, en condiciones normales, no toma durante su día. De ahí que se vean unos resultados anormales, exagerados y que no son indicativos de lo que realmente pasa en la población. Por el momento, lo que sí sabemos, y está muy claro, es que no es bueno tomar grandes cantidades de azúcar. También que hay que acostumbrarse a que el sabor dulce venga de la fruta y no recurrir a los ultraprocesados, con altas cantidades de azúcar, que al final acaba derivando en la génesis de grasa. En este sentido, creo que se pueden tomar pequeñas cantidades de edulcorante y no tiene que pasar nada. Lo malo es el exceso.