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La importancia de la microbiota intestinal
Los científicos conocen la existencia de ese ecosistema intestinal desde hace décadas. Pero hasta hace relativamente poco no había estudios solventes acerca de la relación entre ese ecosistema y nuestra salud.
Ahora sabemos que ciertas patologías, como la obesidad, la diabetes, determinadas alergias y muchas más alteraciones, tienen mucho que ver con la ruptura del equilibrio de su estructura.
Esa alteración, es lo que los científicos llaman ‘disbiosis’. Una flora intestinal dañada no solo empeora nuestras digestiones. También va a condicionar nuestro estado de salud general.
¿Cómo mantener una microbiota sana?
Nuestra composición bacteriana empieza a determinarse al nacer. “En función del canal del parto, las bacterias que colonizan el intestino del bebé son distintas.
A partir de ese momento, para mantener el equilibrio entre esos millones de seres microscópicos que nos irán colonizado a lo largo de nuestra vida tenemos varias estrategias:
Alimentación
Llevar una dieta rica en frutas, verduras y alimentos integrales. Y eliminar o reducir todo lo posible la presencia de ultraprocesados, alimentos ricos en grasas saturadas y azúcares sencillos, porque impiden que las bacterias “buenas” proliferen.
Además, conviene incluir alimentos fermentados (probióticos, es decir, las propias bacterias), ya que ayudan a colonizar y mejorar la calidad de la microbiota intestinal.
Síntomas de que hay problemas: alergias, cansancio, hinchazón…
Para recuperar la salud de nuestras ‘bacterias buenas’, antes es necesario ser conscientes de que está deteriorada. Pero la sintomatología es tan variada y diversa que no siempre es fácil detectar que el problema está en el intestino.
La mayoría de las veces la disbiosis se manifiesta con alteraciones funcionales de tipo digestivo. “Pero también puede expresarse en otros aparatos y sistemas de nuestro cuerpo, de forma muy inespecífica, como problemas en la piel, articulares, anemia, cansancio, desánimo…», resume la experta.
Moya recalca que está demostrado que existe una relación entre el eje intestino-cerebro y algunas alteraciones de la salud mental. Entre ellas, la depresión.
Si nos centramos en el aparato digestivo, «las señales más frecuentes son cambios del tránsito intestinal, hinchazón (distensión abdominal), dolor abdominal, gases y eructos excesivos o intolerancias secundarias a la lactosa y/o fructosa debido a ese desequilibrio de base de nuestra microbiota”
Precisamente una de las pruebas que se suelen hacer para determinar la disbiosis es el test de la lactosa.
Alimentos que mejoran la microbiota y aquellos que la perjudican
Para recuperar la flora intestinal es fundamental llevar una dieta correcta que priorice los alimentos fermentados y ricos en fibra, los denominados alimentos probióticos y prebióticos, respectivamente.
Prebióticos
Son alimentos con nutrientes que van a garantizar un buen estado de salud a nuestras bacterias intestinales.
“Una nutrición rica en frutas, verduras y alimentos integrales nos aporta fibra, fundamental para ‘alimentar’ las bacterias del colon», explica. Destaca la inulina, «un prebiótico que encontramos en la achicoria, la alcachofa, los espárragos, el ajo y la cebolla».
Probióticos naturales
Se recomiendan los productos fermentados como «el kéfir, el yogur, el queso, el miso, tempeh, los encurtidos… También las verduras fermentadas como el chucrut”. No debemos olvidar que los probióticos pasteurizados contienen microorganismos muertos.
Cómo recuperar la flora intestinal
La recuperación de la flora intestinal, o, mejor dicho, de nuestra microbiota, empieza por abandonar los hábitos poco saludables que la deterioran.
“Lo primero es instaurar una dieta equilibrada y sana. Esto se traduce en el consumo diario de unas 5 raciones entre frutas y hortalizas, y de 3-6 raciones de alimentos ricos en hidratos de carbono, preferentemente, integrales, o de grano entero como la pasta, arroz o pan integral”, señala la experta.
En la mayoría de los casos esta estrategia permite revertir poco a poco el daño en la microbiota.
«Si hay una alteración considerable podemos valorar el uso de herramientas como la dieta FODMAP”. Esta dieta establece una pauta en la que se retiran o reducen los hidratos de carbono fermentables durante 1 o 2 meses. “Así el intestino ‘descansa’ y se recupera. Poco a poco iremos reintroduciendo de forma progresiva el resto de los alimentos, siempre en función de la tolerancia individual”, señala.
La dieta FODMAP debe realizarse siempre con la supervisión de un dietista-nutricionista experto. “Es la manera de que sea eficaz y de que no se llegue a producir carencias nutricionales de ningún tipo. No es una pauta nutricional para siempre, sino una dieta de transición terapéutica y puntual».
En otros casos será necesario el uso de cepas concretas de probióticos.
Los antiobióticos, siempre con un probiótico
Los antibióticos son fármacos que eliminan las bacterias causantes de una infección. Lo malo es que en ese proceso a veces diezman también otras bacterias ‘buenas’, como las del intestino o las vaginales.
Para minimizar los daños sin interferir en la curación, se debe asociar el antibiótico a un probiótico, que suele ser a base de levaduras, diferentes lactobacilus y bifidobacterias. “La forma de tomarlo debe ser la indicada por el médico que prescriba el tratamiento antibiótico, quien también puede prescribir el probiótico», aconseja la experta.
Si el médico no lo prescribe, podemos acudir a una farmacia o solicitar el consejo de un dietista–nutricionista. Es importante dejar pasar al menos dos horas entre la hora de la toma del antibiótico y la del probiótico, para que el fármaco no destruya las bacterias de este último.
Por último, es muy importante ser conscientes de la importancia de la microbiota intestinal en nuestra salud general y aprender a cuidarla. El principal paso para ello, es nuestra alimentación, así como un estilo de vida sano y equilibrado.
https://www.academianutricionydietetica.org/que-comer/mejorar-microbiota-intestinal
Estos son los cuatro alimentos que «envenenan activamente» nuestro cuerpo
Llevar una vida saludable es cuestión de aptitud y de los alimentos que tomamos. Por eso, debemos tener en cuenta qué productos tomamos y de dónde procede la comida que consumimos. De ahí, que muchos nutricionistas o especialistas de la sanidad intervengan a menuda para decir qué es bueno comer y qué es malo.
En primer lugar, la comida rápida, el cual se considera como «el enemigo silencioso». El doctor London se centra en que este tipo de alimentos. Así, afirma que la mayoría de los productos en las cadenas de este tipo están cargados de ingredientes procesados, grasas saturadas y aditivos que resultan perjudiciales para el cuerpo.
Está comprobado que el consumo frecuente de comida rápida aumenta el riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares debido al alto contenido de grasas trans y sodio. Esto se debe a que la comida rápida suele contener azúcares añadidos y harinas refinadas, que promueven la resistencia a la insulina, algo que está estrechamente vinculado a la obesidad y la diabetes tipo 2.
Por otro lado, también recuerda que los refrescos son «la muerte líquida», tanto las versiones regulares como las dietéticas de este tipo de bebida. El doctor afirma que la alta concentración de azúcares en los refrescos regulares eleva los niveles de glucosa en sangre, algo que a su vez conduce a un aumento de la obesidad y la diabetes. Estudios recientes sugieren que los edulcorantes artificiales que se utilizan en estos productos pueden alterar el metabolismo y aumentar el riesgo de enfermedades cardíacas.
Los lácteos es otro de los ejemplos, pues sorprendentemente, el experto incluyó este tipo de alimentos en su lista de evitables. «Somos los únicos mamíferos que bebemos leche fuera de la infancia y de una especie diferente», añadiendo que contienen altas cantidades de grasas saturadas. Algunas investigaciones sugieren que el consumo excesivo está relacionado con la «inflamación crónica», un factor que contribuye al desarrollo de diversas enfermedades, entre ellas, la aterosclerosis.
Otra de las bebidas, el alcohol, es por supuesto es «tóxico en cualquier cantidad», describiéndolo como «absolutamente tóxico para cada célula en nuestros cuerpos». El alcohol tiene una gran cantidad de perjuicios para la salud, como el daño hepático, el deterioro del sistema inmunológico y el incremento de la posibilidad de desarrollar cáncer, entre otros efectos adversos.
Cómo prescindir de los alimentos ultraprocesados en nuestra dieta
El nutricionista español Luis Zamora ha dado su consejo para reducir los alimentos ultraprocesados en nuestra dieta: reducirlos y complementarlos con opciones más saludables en nuestra dieta diaria. Este enfoque busca mantener un equilibrio sin convertir la alimentación en un sacrificio.
Los riesgos de los alimentos ultraprocesados
Los alimentos ultraprocesados, como los refrescos, galletas industriales, embutidos y snacks, han sido relacionados con diversos problemas de salud. Estos productos, altamente industrializados, suelen contener azúcares añadidos, grasas saturadas, conservantes y aditivos en exceso, lo que aumenta el riesgo de desarrollar enfermedades como la diabetes tipo 2, obesidad, hipertensión y afecciones cardíacas. Zamora advierte que el verdadero problema de estos alimentos viene sobre todo de su exceso y en la frecuencia con la que los consumimos.
Según Zamora, los ultraprocesados están diseñados para gustar, lo que hace difícil reducir su consumo. Sin embargo, en lugar de enfocarse en su eliminación, sugiere reducir su cantidad y complementarlo con opciones más saludables. Esto implica añadir a nuestras comidas más nutritivas, como frutas, verduras, legumbres y proteínas saludables, que ayudan a desplazar a los ultraprocesados del centro de nuestra dieta. Una vez satisfechas las necesidades nutricionales, podemos darnos un capricho si aún lo deseamos. Así, no se crea una sensación de prohibición que muchas veces «puede desembocar en desearlo más«.
Consejos de su método para reducir el consumo
En su libro, ‘El método Z para comer bien’, Zamora ofrece estrategias prácticas para reducir el consumo de ultraprocesados fácilmente. Su recomendación principal es evitar la mentalidad restrictiva: “Negarse algo en la cabeza puede desembocar en desearlo más. Como en todo, con la comida también nos gusta lo prohibido”. En lugar de obsesionarse con comer menos de lo que nos gusta, el nutricionista sugiere centrado en añadir más alimentos saludables que nos ayuden a equilibrar nuestra dieta.
Además, Zamora propone pequeños cambios, como optar por alimentos frescos y de temporada, preparar comidas caseras y hacer un esfuerzo consciente por aumentar la ingesta de agua. Todo esto se enmarca dentro de un enfoque práctico y accesible que busca hacer de la alimentación saludable algo fácil y sostenible a largo plazo, sin caer en modas pasajeras o mitos nutricionales.
Este enfoque flexible y positivo es una invitación a repensar nuestra relación con los alimentos ultraprocesados, manteniendo el disfrute sin poner en riesgo nuestra salud. Como concluye el propio Zamora, «el secreto está en no prohibirse nada, pero dar siempre prioridad a lo que tu cuerpo realmente necesita para funcionar bien».
Más del 13% de los españoles no tiene acceso a alimentos nutritivos y seguros, lo que pone en riesgo su salud
Dietistas y nutricionistas denuncian el aumento de la pobreza alimentaria en nuestro país, que ya alcanza a 6,7 millones de personas. Una alimentación saludable previene y reduce el riesgo de enfermedades, mejora la calidad de vida, así como la funcionalidad y productividad de las personas, y los costes sanitarios.
Sin embargo, en España no está al alcance de todos: un 13,3% de la población (6,7 millones de personas) no tiene acceso físico, social y económico permanente a alimentos seguros, nutritivos y en cantidad suficiente para satisfacer sus requerimientos nutricionales y preferencias alimentarias para una vida activa y sana.
Es lo que se define como «inseguridad alimentaria» y, en nuestro país, es cada vez más frecuente, como consecuencia de la inflación económica de los alimentos y la situación de precariedad de muchas familias.
Todos estos factores han provocando un incremento del coste de la Cesta Básica de Alimentos, que ha hecho inasumible para muchas familias el acceso a una alimentación saludable. Los más afectados son los hogares monoparentales, familias numerosas y las personas mayores. Preocupa especialmente la infancia, donde las situaciones de malnutrición en las familias con menos recursos duplica a la de los hogares de mayores rentas.
Estas son algunas de las razones más importantes que ha llevado al Consejo General de Colegios Oficiales de Dietistas-Nutricionistas (Cgcodn) y la Academia Española de Nutrición y Dietética a firmar un Manifiesto por la Visibilidad de la Inseguridad Alimentaria en España, refrendado por Acción contra el Hambre y el grupo de investigación de la Universidad Ramón Llull Global Research on Wellbeing (GRoW).
«El derecho a la alimentación es básico y fundamental. No podemos permitirnos como sociedad que existan familias sin acceso económico a una Cesta Básica de Alimentos saludable y sostenible», afirma el presidente del CGCODN. “La pobreza alimentaria aumenta el riesgo de enfermedades crónicas a nivel físico y psíquico, lo que supone un elevadísimo coste económico y, sobre todo, una pérdida irreparable en el bienestar y calidad de vida de la ciudadanía”.
Mecanismos de adaptación
Según explica Moñino, «la inseguridad alimentaria genera mecanismos de adaptación: bajo consumo de alimentos frescos, menor cantidad ingerida, menos número de platos y comidas al día y, por contra, más alimentos procesados y refinados, de calorías con bajo valor nutricional y mayor sedentarismo».
El principal objetivo del Manifiesto es servir de llamamiento a la concienciación y la acción por parte de todos los agentes implicados para mejorar la detección y monitorización de la inseguridad alimentaria y la malnutrición en los españoles, así como para defender medidas de protección social para garantizar la seguridad alimentaria de las personas en situación de riesgo, facilitándoles el acceso a una Cesta Básica de Alimentos saludable, sostenible y asequible.
¿Qué es la alimentación sostenible?
Una alimentación se considera sostenible cuando durante su producción se ha reducido el impacto medioambiental y se respeta a la biodiversidad, y a través de cual se contribuye a la seguridad alimentaria y nutricional. Tener en cuenta qué alimentos se incluyen en la dieta puede repercutir tanto nuestra salud como en la del planeta.
“A pesar de los éxitos de la agricultura en las últimas tres décadas, los sistemas alimentarios y las dietas actuales no son sostenibles”. Esto es lo que afirma la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) en su informe Dietas sostenibles y biodiversidad.
Según la FAO, la alimentación sostenible parte de una producción de alimentos con un impacto ambiental reducido. También debe respetar la biodiversidad y los ecosistemas, económicamente justa y asequible. Además de ser nutricionalmente inocua y saludable. Así se optimizan los recursos naturales y humanos para garantizar que las generaciones futuras tengan acceso a una vida saludable en un entorno de desarrollo sostenible.
El impacto de la alimentación sostenible en el planeta
Según Statista, los sistemas alimentarios suponen el cerca del 30% de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) a nivel global.
Su producción utiliza el 48% de los recursos naturales, el 70% del agua dulce y contribuye notablemente a la deforestación y la pérdida de biodiversidad, advierte la FAO en otro informe. Son datos que reflejan un reto épico: alimentar a 7.500 millones de personas, una población que según todas las previsiones en 2050 superará los 9.600 millones. La conclusión es que el modelo de producción actual no es sostenible y de seguir así necesitará recursos equivalentes a casi tres planetas.
La meta es lograr una industria alimentaria que sea sostenible en todos los eslabones de la cadena, es decir, en todas las etapas por las que pasan desde su producción hasta su consumo, incluyendo su empaquetado, su transporte y su venta. Las cadenas de suministro sostenibles persiguen que haya un equilibrio entre el beneficio económico, el bienestar social y el respeto al medioambiente. Así se garantizan las buenas prácticas, la trazabilidad de los productos y unas condiciones justas para productores, intermediarios y consumidores. Cada vez son más las empresas y grandes superficies que incorporan medidas de carácter sostenible a sus cadenas de suministro o programas de compras.
Conversión ecológica para producir de manera sostenible
En países como España, y con el objetivo de impulsar la producción ecológica, los agricultores y ganaderos disponen de préstamos para quienes quieran convertir una explotación agrícola o ganadera convencional en ecológica. BBVA es la primera entidad en este país que ofrece una línea de financiación que les permitirá, durante el periodo de conversión, hacer frente a los posibles desajustes entre ingresos y gastos que se generan a la hora de cumplir la normativa de la Unión Europea para comercializar productos ecológicos.
Científicas del CSIC lideran ‘Manuela’: un proyecto sobre alimentación, microbiota y salud de las mujeres en España
«Se sabe muy poco sobre la influencia que tienen en nuestro metabolismo procesos tan naturales como la menstruación, la menopausia o el embarazo. Esto se traduce en peores diagnósticos, falta de tratamientos, y en general, en una peor calidad de vida»
‘Manuela’ pretende contribuir a que las mujeres puedan tomar decisiones informadas sobre el cuidado de su microbiota, según destaca CSIC en un comunicado, y constará de dos fases.
La primera fase del proyecto, que arranca ahora, es una encuesta que se realiza a través de la web del proyecto, para recabar datos de salud y en la segunda fase, se realizarán análisis para estudiar la microbiota, los microorganismos que habitan en el cuerpo.
Estos datos permitirán explorar la relación entre la alimentación, el estilo de vida y la salud de las mujeres a lo largo de sus etapas vitales.
«Se sabe muy poco sobre la influencia que tienen en nuestro metabolismo procesos tan naturales como la menstruación, la menopausia o el embarazo. Esto se traduce en peores diagnósticos, falta de tratamientos, y en general, en una peor calidad de vida», ha asegurado Sara Sánchez, investigadora del Instituto de Gestión de la Innovación y el Conocimiento (INGENIO), centro mixto del CSIC y la Universitat Politécnica de València (UPV), participante en el proyecto.
El proyecto, liderado por el Instituto de Agroquímica y Tecnología de Alimentos (IATA), del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), es una colaboración multidisciplinar entre distintos institutos del CSIC, las universidades de Oviedo y Politècnica de València, y varios institutos y fundaciones de investigación sanitaria.
Participación ciudadana
Además de avanzar en la investigación científica, el Proyecto ‘Manuela’ también busca involucrar activamente a las mujeres en cada etapa del proceso, promoviendo la participación ciudadana y el cambio social.
Por otra parte, este proyecto quiere romper tabús, combatir la desinformación y proporcionar datos fiables sobre cómo la alimentación y el estilo de vida pueden mejorar la salud de las mujeres y servir de referencia para el diseño de políticas públicas eficientes.
«Invitamos a todas las mujeres a ser parte de esta iniciativa, desde la definición de prioridades de investigación, hasta la recolección de muestras biológicas», ha animado el equipo impulsor de ‘Manuela’.
El SIBO: la enfermedad de moda.
Desde no hace mucho tiempo, un nuevo trastorno digestivo está siendo objeto creciente de atención, tanto entre los profesionales como entre la población general. Hablamos del sobrecrecimiento bacteriano o SIBO, un síndrome de reciente aparición diagnóstica que se caracteriza por un crecimiento excesivo del número de bacterias que pueblan el intestino delgado. Es decir, estaríamos hablando de un tipo de disbiosis, de un desequilibrio en la microbiota intestinal.
Según explica el doctor José Francisco Tinao, jefe de servicio de Medicina Integrativa y Longevidad de Olympia Quirónsalud, esto ocurre “cuando las bacterias que normalmente se encuentran en el colon o intestino grueso se desplazan hacia el intestino delgado, donde no deberían estar en grandes cantidades”. Esta excesiva proliferación de bacterias en esta zona causa, entre otros problemas de salud, una mala absorción de los nutrientes.
El SIBO puede ser multifactorial. Se produce por una cantidad insuficiente de ácido gástrico, sales biliares, enzimas digestivas, un sistema inmune comprometido o el movimiento lento o irregular del intestino, entre otras causas. Se estima que el 22% de la población presenta alguna de estas alteraciones, llegando a alcanzar un 85% entre pacientes con intestino irritable. De hecho, se entiende que el sobrecrecimiento bacteriano puede tener relación con el síndrome del intestino irritable, la enfermedad inflamatoria intestinal, la enfermedad celíaca y la intolerancia a la lactosa, independientemente de la deficiencia nutricional debido a la mala absorción de nutrientes.
«Es debido a diversas causas, como trastornos del movimiento intestinal, alteraciones anatómicas o disfunciones del sistema inmunológico», añade el experto. La mayoría no puede evitarse, por lo que las medidas preventivas, según el especialista, «solo pueden aplicarse en algunas enfermedades o hábitos: control meticuloso de la diabetes, para evitar una alteración del movimiento intestinal que favorezca la aparición de SIBO; cumplimento riguroso de la restricción del gluten en celíacos y uso racional de medicamentos que disminuyen la producción de ácido por el estómago, como los inhibidores de la bomba de protones».
En las demás circunstancias, la única medida preventiva válida es el uso cíclico de antibióticos, aunque, advierte el doctor Tinao, “solo se justifica en los casos de haber enfrentado episodios recurrentes de SIBO”.
Los síntomas suelen ser menores e inespecíficos: “Malestar y distensión abdominal, meteorismo, flatulencia, diarrea o estreñimiento”, indica el doctor Tinao, «y estos, a menudo crónicos, pueden tener un impacto significativo en la calidad de vida de los afectados».
Diagnóstico y tratamiento
El test más ampliamente extendido para el diagnóstico es el que se realiza mediante una prueba de aliento con lactulosa. Como explica el doctor José Francisco Tinao, este tipo de prueba no invasiva mide la cantidad de hidrógeno o metano que se exhala tras una ingesta de lactulosa, realizando mediciones cada 30 minutos. «Con el patrón de incremento de la concentración de hidrógeno y metano en el aliento, se realiza una determinación indirecta de la presencia de exceso de bacterias en el intestino delgado».
El tratamiento se encamina a reducir la cantidad de bacterias en el intestino delgado y restaurar un equilibrio saludable: para ello se utilizan antibióticos específicos, con una tasa de éxito hasta aproximadamente un 66% de los pacientes.
Para Alfonso Carabel, jefe de servicio de Nutrición de Olympia, es fundamental también que se hagan cambios en la dieta y en el estilo de vida, como la reducción de carbohidratos fermentables (FODMAP). «Una dieta baja en FODMAP reduce la comida que alimenta las bacterias, ayudando al control de síntomas y al esfuerzo terapéutico para el control de la población bacteriana».
Junto a los expertos en Digestivo, estos equipos apoyan la idea de trabajar con dietas adaptadas al perfil bacteriano que presente el paciente, basadas en modelos de restricción tipo FODMAP o dietas antiinflamatorias. «El uso de probióticos y prebióticos, y en algunos casos complejos otras terapias no invasivas, son nuevas herramientas beneficiosas para el organismo que apoyan al sistema inmune», concluye el doctor Tinao.
Expertos revelan cuáles son los grupos de alimentos más dañinos para el corazón
La Escuela de Salud Pública de Harvard publicó un estudio en la revista The Lancet asocio ciertos alimentos ultraprocesados con un mayor riesgo de desarrollar enfermedades cardiovasculares. El equipo de investigación analizó los hábitos alimenticios de más de 200.000 personas a lo largo de varios años, descubriendo que la ingesta de ciertos alimentos procesados estaba estrechamente relacionada con un aumento en los casos de enfermedades del corazón y accidentes cerebrovasculares.
CARNES PROCESADAS
Uno de los principales descubrimientos del estudio de Harvard es el riesgo que representan las carnes procesadas para la salud cardiovascular. Alimentos como las salchichas, el jamón, el tocino y otros embutidos son habituales en muchas dietas, pero sus efectos sobre el corazón pueden ser devastadores, ya que tienen un alto contenido en sodio y grasas saturadas.
El consumo excesivo de sodio eleva la presión arterial , lo que puede llevar a problemas graves como la hipertensión, un factor de riesgo clave para las enfermedades cardíacas. Además, las grasas saturadas contribuyen a elevar los niveles de colesterol LDL (el “colesterol malo”), lo que aumenta la probabilidad de desarrollar arteriosclerosis y otros trastornos cardiovasculares.
BEBIDAS AZUCARADAS
El estudio también destacó el impacto negativo de las bebidas azucaradas en la salud cardiovascular. Refrescos, jugos industrializados y otras bebidas endulzadas son muy frecuentes en millones de personas, pero su consumo excesivo contribuye de manera significativa al aumento de la obesidad y al desarrollo de diabetes tipo 2, dos condiciones que incrementan directamente el riesgo de sufrir enfermedades del corazón. Además, el exceso de glucosa en el cuerpo puede generar resistencia a la insulina, lo que agrava los problemas metabólicos y cardiovasculares.
Por lo tanto, reducir el consumo de estas bebidas es crucial para prevenir enfermedades cardíacas. Para ello se recomienda reemplazar estos productos por opciones más saludables como el agua o zumos naturales sin endulzar.
ALIMENTOS ULTRAPROCESADOS
Además el estudio de Harvard también evaluó otros alimentos ultraprocesados, como el pan, los cereales, los snacks y los postres industriales. Si bien algunos de estos alimentos se asociaron con un riesgo menor para ciertas enfermedades, el estudio dejó claro que, en general, los ultraprocesados presentan un peligro significativo para la salud cardiovascular, por su alto contenido de sodio, grasas saturadas y azúcares añadidos.
Su consumo habitual puede derivar en un aumento de la presión arterial, niveles elevados de colesterol y aumento de peso, lo que incrementa el riesgo de desarrollar enfermedades cardíacas. Aunque algunos panes o cereales pueden ofrecer beneficios, especialmente si son integrales, hay que evitar aquellos que contienen grandes cantidades de aditivos y azúcares.
RECOMENDACIONES
Los autores del estudio recomiendan a los consumidores reducir su ingesta de estos productos y optar por alternativas más naturales que proporcionen nutrientes esenciales sin los efectos nocivos de los ingredientes añadidos, ya que estos alimentos realmente aumentan la probabilidad de sufrir enfermedades del corazón y acortan la esperanza de vida. Además recomiendan la ingesta de alimentos como ciruelas pasas, frutas, verduras, granos integrales y proteínas magras.
¿Hay alimentos ultraprocesados «buenos» y «malos»?
Los alimentos ultraprocesados son aquellos productos que requieren una «preparación industrial». Cada vez son más los científicos que tratan de evidenciar los efectos negativos que tienen este tipo de alimentos en nuestra salud.
Existen una gran cantidad de alimentos ultraprocesados, desde la bollería o los aperitivos salados hasta los platos preparados. Sin embargo, no todos estos alimentos son igual de nocivos para nuestra salud. De hecho, un nuevo estudio pone de relieve esto mismo y afirma que no todos los alimentos ultraprocesados nos exponen al mismo riesgo de diabetes. Además, apunta cuáles son los alimentos procesados más «buenos» y más «malos» en este sentido.
La investigación publicada en The Lancet Europe, descubrió qué tipos de ultraprocesados disparan el riesgo de diabetes tipo 2. Evidentemente, el trabajo demostró que las personas que consumen más este tipo de alimentos tienen un riesgo mayor de volverse diabéticas, pero este riesgo se puede reducir consumiendo en su lugar alimentos «menos procesados».
En relación a esto, el estudio indica que el grado de procesado de los alimentos suele evaluarse mediante la clasificación Nova, que divide los alimentos en cuatro grupos:
- Alimentos no procesados o mínimamente procesados (MPF), como los huevos, la leche y la fruta.
- Ingredientes culinarios procesados (PCI), como la sal, la mantequilla y el aceite.
- Alimentos procesados (PF), como el pescado en conserva, la cerveza y el queso.
- Alimentos ultraprocesados, como los platos combinados listos para comer, los aperitivos salados o la bollería.
Los investigadores analizaron los 9 subgrupos de alimentos ultraprocesados, lo que evidenció que los aperitivos salados, los productos de origen animal como las carnes procesadas, los platos precocinados y las bebidas azucaradas y edulcoradas artificialmente, son algunos de los ultraprocesados más nocivos para nuestra salud. Por otra parte, el pan y los cereales, que son alimentos básicos en nuestra dieta, presentan muchos menos efectos negativos en nuestro organismo.
¿Puede nuestra alimentación ayudar a prevenir enfermedades neurodegenerativas?
Padecer o no una enfermedad neurodegenerativa viene definido por nuestra genética y por factores ambientales pero, también por nuestra alimentación y estilo de vida.
En los últimos años ha crecido el campo de investigación alrededor de cómo influye nuestra dieta en la prevención de determinadas enfermedades neurodegenerativas, y se ha llegado a la conclusión de que el cerebro es un órgano altamente metabólico y, para funcionar adecuadamente, requiere un suministro constante de micronutrientes. Estos elementos desempeñan un papel vital en la producción de energía, la formación de neurotransmisores, la protección contra el estrés oxidativo y la inflamación, procesos que están estrechamente relacionados con el desarrollo de enfermedades neurodegenerativas.
Una de las principales enfermedades en las que se ha focalizado este estudio es el Alzheimer. Para prevenirlo, es esencial incluir en la dieta alimentos ricos en antioxidantes, ácidos grasos omega-3 y vitaminas B.
Los antioxidantes están presentes en alimentos como las bayas, las zanahorias y las espinacas y ayudan a proteger el cerebro del estrés oxidativo, lo que puede reducir el riesgo de padecer esta enfermedad.
Además, los ácidos grasos omega-3, que se encuentran en pescados grasos como el salmón, las nueces y el aceite de linaza, son beneficiosos para reducir la inflamación cerebral.
Por último, las vitaminas B, presentes en cereales integrales, legumbres y lácteos, son esenciales para el metabolismo cerebral y la función cognitiva.
Se recomienda evitar el consumo excesivo de grasas saturadas y trans, ya que se ha relacionado con un mayor riesgo de desarrollar enfermedades neurodegenerativas. También limitar el consumo de alcohol y azúcares añadidos, ya que pueden tener efectos negativos en la salud cerebral.
Otra enfermedad que ha sido estudiada es el Parkinson, y para su prevención se recomienda una dieta rica en antioxidantes, especialmente aquellos presentes en frutas y verduras de colores brillantes. Estos antioxidantes ayudan a combatir el estrés oxidativo y a proteger las células cerebrales.
Además, se recomienda incluir alimentos ricos en vitamina D, como pescado graso, huevos y suplementos si es necesario, ya que la deficiencia de vitamina D se ha asociado con un mayor riesgo de sufrir esta enfermedad. Los expertos también recomiendan evitar el consumo excesivo de productos lácteos y carnes rojas, ya que algunos estudios han sugerido que podrían aumentar el riesgo de padecer la enfermedad. También se recomienda limitar la ingesta de alimentos ultraprocesados y ricos en grasas saturadas.
Estos estudios siguen en pie, y el hecho de incluir estas recomendaciones en nuestras dietas no implica que sistemáticamente no vayamos a desarrollar alguna de estas enfermedades. Sin embargo, pueden reducir de forma considerable el riesgo de padecerlas.
Cuando se habla de enfermedades neurodegenerativas es muy difícil encontrar una “cura milagrosa”. Aún así, son cada vez más los estudios que se llevan a cabo para averiguar su origen y sobre todo para disminuir el riesgo de padecerlas. Todos ellos han llegado a la conclusión de que nuestra alimentación juega un papel muy importante.