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Los agricultores de Murcia que se reinventaron creando un jamón ‘halal’ para todo tipo de consumidores
La Dehesa de Gaia elabora embutidos con carne de cordero producidos bajo los preceptos de la ley islámica y diferenciándose de la oferta habitual de origen porcino y vacuno
Existe una ganadería cercana a la localidad de Los Royos que ha pertenecido a la misma familia durante cuatro generaciones, y José Juan Sánchez Martínez es la última al frente del negocio. Cuando lo heredó José Juan pensó que la ganadería ovina era un sector cada vez más anticuado y quiso encontrar una forma de innovar. “Viendo toda la problemática que hay alrededor de la cacería de ovino, pensamos que había que crear productos nuevos, productos que aporten un valor añadido y también que permitan revalorizar la carne de cordero”, explica José Miguel Piñero Guillén, su socio. Así, en 2022, los dos Josés lanzaron La Dehesa de Gaia, dándole el nombre del robledal por el que deambulan sus ovejas, y convirtieron todo su proceso a la producción halal.
“En lugar de competir entre los chacineros de la región, nos hicimos nuestro propio hueco en el mercado donde podíamos elaborar los mismos productos con la misma calidad y los mismos sabores, pero con una carne óptima y accesible a un público más amplio, incluidos los musulmanes, que nunca antes habían tenido acceso a este manjar español (por no comer cerdo ni carne que no sea halal)”, explica Piñero Guillén.
La carne halal es aquella que cumple tres grandes requisitos: procede de animales que no han sido tratados con hormonas, que han seguido una dieta estrictamente “vegetariana y natural” y que han sido sacrificados por el rito permitido por los preceptos islámicos, según indica el sitio especializado Halal Gourmet. El proceso de certificación del Instituto Halal garantiza la trazabilidad completa de la cadena alimentaria, abarcando no sólo los ingredientes, sino también el proceso de producción, la higiene, la manipulación, los materiales de envasado, el almacenamiento, el transporte y la distribución.
La visión a largo plazo de los socios para expandir e innovar la industria ganadera española les ha llevado a dos nichos: “Uno de esos nichos es halal y el mercado musulmán. Y, por otro lado, tenemos el mercado de clientes que están dispuestos a comprar una carne sostenible, una carne procedente de ganadería extensiva con animales en libertad”, dice José Miguel.
Según el Instituto Halal, este mercado cuenta con unos 4 millones de clientes en España y un total de 50 millones de clientes potenciales en Europa. Un informe de Fortune Business Insights estima que el mercado global halal de alimentación y bebidas tendrá un valor de casi tres billones de euros en 2028.
Aunque estos dos agricultores millennials han conseguido convertir su cadena de producción a las prácticas halal, crear nuevos productos no siempre ha sido fácil y José Miguel explica que el negocio ha tenido muchos contratiempos. Sin embargo, después de todo eso, el dúo lanzó tres productos halal elaborados con cordero: un chorizo, un salchichón y un jamón, cuyos precios oscilan entre los 50 y 60 euros el kilo.
En general, los productos han tenido una buena acogida. José Miguel cuenta que han notado “mucho interés a nivel internacional por parte de clientes deseosos de incorporar nuevos productos de origen europeo y que valoran mucho los productos españoles”. A nivel nacional, explica que el cliente está muy acostumbrado a la carne de vacuno y al embutido de cerdo, “por lo que la comparación siempre está ahí”. Sin embargo, sus productos de cordero son populares entre los clientes musulmanes de Murcia.
En España, hay otros actores en el sector de la carne halal. En León, una región conocida por su cecina, Cecinas Nieto lleva dos décadas comercializando la cecina halal. Pero, como dice José Miguel, “prácticamente” no tienen competencia, “ya que se trata de un proyecto muy innovador y casi nadie ha hecho antes un jamón con carne de cordero”.
El negocio de cordero halal de los dos jóvenes murcianos sigue prosperando con aún más innovación bajo cuerda
D*NA Festival Dénia
¿QUÉ ES D*NA?
D*NA Festival Dénia es un festival gastronómico que reúne en la misma mesa a cocineros, productores, artesanos, restauradores y todas aquellas personas que hacen crecer los productos y la gastronomía en el entorno de la Marina Alta.
El festival gastronómico se celebra en un entorno único, a pie de playa, en el paseo marítimo de la Marineta Cassiana, que cada año ha contado con estrellas gastronómicas nacionales e internacionales. Por D*NA han pasado chefs como Quique Dacosta, Albert Adriá, Ricard Camarena, Mª José San Román, Vicky Sevilla, Jordi Cruz, Susi Diaz, Dani García, Ángel León, Pepe Rodríguez o Paco Torreblanca. Lo que te decíamos, verdaderas estrellas dignas de la Marineta Cassiana.
Este año volvemos a sentarnos en la mesa en la nueva edición del D*NA Festival 2024 el 28 y 29 de septiembre.
Para esta ocasión en D*NA hemos mirado hacia el campo desde la orilla del mar. Y desde allí hemos visto que nuestros productores y agricultores saben cómo cultivar los mejores colores en sus productos. Dénia será una alegría para la huerta.
El Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación promociona la excelencia de los alimentos y la gastronomía española en Japón
Dentro de la estrategia “Alimentos de España”, el evento contará con un espacio donde los asistentes podrán degustar alimentos de España aún no disponibles en Japón y conversar con sus productores.
El Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación participa, mañana 11 de septiembre, en el evento internacional Spain Fusion Tokio 2024, con el objetivo de promocionar la excelencia de los alimentos y la gastronomía española en uno de los mercados más exigentes del mundo. Se trata de una atractiva plataforma para que empresas españolas puedan exponer sus productos en Japón e incluye formación, degustación, exposiciones y clases magistrales sobre la cocina española.
Este encuentro es una extensión internacional del reconocido congreso Madrid Fusión Alimentos de España, en el que participan chefs de reconocido prestigio. De hecho, en Tokio estarán presentes Quique Dacosta, del restaurante Dacosta; Joan Roca, de El Celler de Can Roca -ambos con tres estrellas Michelin-; Andoni Luis Aduriz, del restaurante Mugartiz -dos estrellas Michelin-; Periko Ortega, del restaurante Recomiendo; y Alfonso Fernández, de Gastronomic Fetishist. Todos ellos ofrecerán clases magistrales y demostraciones en vivo.
Durante el evento también se realizará una sesión de maridajes entre vinos tintos españoles y productos ibéricos, liderada por el Master of Wine Fernando Mora y el representante de la Asociación Japonesa de Jamón Curado, Naoto Watanabe. También habrá degustaciones de aceites de oliva, vinagres andaluces, conservas y maridajes con vinos blancos.
Spain Fusion Tokio contará con un espacio donde los asistentes podrán degustar alimentos de España aún no disponibles en Japón y conversar con sus productores. La jornada concluirá con una cena-degustación para prensa especializada, en la que se servirán alimentos de España preparados por los chefs españoles mencionados y por los restaurantes con el certificado Restaurant from Spain en Japón.
Además, entre finales de septiembre y principios de octubre se celebrarán jornadas de puertas abiertas (Open Days) en Tokio y Fukoka, donde empresas japonesas distribuidoras mostrarán productos españoles a minoristas, restaurantes, hoteles y otros profesionales del sector. En octubre se llevará a cabo un encuentro en Tokio para profundizar en el posicionamiento de los alimentos españoles en el mercado japonés, acompañado de un Cava Meeting con catas de este producto.
Estas acciones se enmarcan en la campaña Spain Food Nation del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación y la entidad pública ICEX España Exportaciones e Inversiones, cuyo objetivo es promocionar la excelencia de los alimentos de España y construir una imagen internacional asociada a una gastronomía de calidad con confianza, seguridad y satisfacción.
Esta campaña se engloba, a su vez, en la estrategia de «Alimentos de España», que busca de forma general el reconocimiento y la visualización del país como una potencia alimentaria y gastronómica mundial.
Un estudio concluye que la obesidad abdominal incrementa en más de un 50% el riesgo de mortalidad
Según un estudio liderado por investigadores de la Universidad de Navarra y publicado en la revista científica ‘PLOS ONE’, unos valores altos en los índices de obesidad abdominal se asocian a largo plazo con un mayor riesgo de mortalidad. El trabajo está encabezado por el grupo de Medicina Preventiva del centro académico, perteneciente al CIBER de obesidad y nutrición.
El estudio ‘Obesity indexes and total mortality among elderly subjects at high cardiovascular risk: the PREDIMED study’, encabezado por el profesor Miguel Á. Martínez-González, catedrático de Medicina Preventiva y Salud Pública del centro académico, valoró distintos índices de obesidad abdominal al comienzo del seguimiento del gran estudio multicéntrico español ‘Prevención con Dieta Mediterránea (PREDIMED)’, en el que colaboran 18 grupos de investigación de todo el país.
Los investigadores estudiaron una muestra de 7.447 participantes de alto riesgo cardiovascular durante 4,8 años. Ninguno padecía enfermedad cardiovascular al inicio y 348 de ellos fallecieron durante el periodo de seguimiento. Los índices que se asociaron más significativamente con mayor mortalidad fueron el perímetro de la cintura y el índice cintura-altura que surge de dividir el perímetro abdominal entre la altura.
Así, por ejemplo, si una persona mide 1,60 metros (160 centímetros) y tiene un perímetro de la cintura de 80 centímetros, su índice cintura-altura sería 0,5, según ha informado la Universidad en una nota.
MENOR ASOCIACIÓN CON EL ÍNDICE DE MASA CORPORAL
Los participantes fueron divididos en cuatro categorías de este índice: menos de 0,60; de 0,60 a 0,65; de 0,65 a 0,70; y más de 0,70. Se observó que, a igualdad de otras variables relacionadas con la mortalidad, los participantes en las dos categorías con mayor índice cintura-altura presentaban mayor riesgo de fallecer durante el periodo de seguimiento.
Los incrementos relativos en la mortalidad fueron del 30 por ciento para índices cintura-altura entre 0,65 y 0,70, y del 55 por ciento para índices superiores a 0,70. Además, se observó un incremento relativo de mortalidad del 57 por ciento para quienes tenían un perímetro de la cintura superior a 110 centímetros.
En cambio, las asociaciones con el índice de masa corporal (el peso en kg. dividido entre la talla en metros elevada al cuadrado) fueron más débiles y no resultaron significativas.
Estos resultados apoyan que la obesidad verdaderamente peligrosa es la abdominal, que constituye un fuerte factor de riesgo de mortalidad. Por tanto, los autores recomiendan prestar más atención al perímetro de la cintura que al peso o al índice de masa corporal
EL QUESO MÁS COTIZADO
El pasado 27 de agosto, las quince queserías asturianas adheridas a la DOP Cabrales sumaban casi una tonelada y media de queso en sus expositores. Este concurso, Fiesta de Interés Turístico del Principado de Asturias, es uno de los más antiguos de España, y rinde homenaje al producto que ampara la segunda denominación de origen con más solera del país.
Entre juegos tradicionales, exposiciones, mercados y verbenas, el característico y fuerte olor de este queso, uno de los más conocidos internacionalmente, acompaña a curiosos, compradores y pujantes.
Tras la deliberación del jurado, que escogió el producto de la Quesería Los Puertos como el mejor de España, nueve representantes de restaurantes de Asturias y el resto del país tomaron asiento para conseguir hacerse con él en una subasta.
El llagar de colloto en Oviedo, es el local de restauración que se ha hecho por cuarto año consecutivo con la pieza mejor valorada del certamen. El récord Guinness al queso más caro del mundo en una subasta está escrito con su nombre, pues lo inauguraron en 2018 pagando 14.300 euros y lo revalidaro el siguiente año con 20.500.
ELABORACIÓN
Desde 1981, el Cabrales cuenta con su propia DOP. Hecho con leche cruda de vaca o la mezcla de dos o tres clases diferentes – vaca, oveja y cabra –, se madura en cuevas naturales ubicadas en el inigualable entorno de los Picos de Europa. Allí descansan, de dos a cuatro meses, con tal de madurar en un entorno húmedo, clave para su intenso sabor, pues es en estas condiciones en las que desarrolla los mohos penicillium, que se caracterizan por sus vetas de color verde azulado.
La humedad, que ronda el 90%, se suma a la baja temperatura natural de la roca, que lo mantiene alrededor de los diez grados. Una vez listos, los quesos se transportan a pie por la montaña hasta la carretera más próxima, donde ponen rumbo hasta la quesería.
El sabor del Cabrales cambia ligeramente dependiendo de la leche que se utilice. Su sutil sabor picante es algo más intenso cuando la leche es de cabra y oveja. La zona de producción abarca los 18 pueblos del concejo de Cabrales y tres localidades más del municipio vecino de Peñamellera Alta, todos ellos dentro del Parque Nacional.
La pasta italiana: historia de una pasión
De plato de lujo en la Edad Media, la pasta se convirtió en el siglo XVII en la base de la alimentación del pueblo de Nápoles.
Macarrones, espaguetis, raviolis, tortellinis, tallarines…: todos estos nombres indican a las claras que la pasta es la comida italiana por excelencia. La inventiva que el país transalpino ha aplicado a estos productos parece infinita: las listas de tipos de pasta de todas las formas –cuadrados, tubos, cuerdas, espirales…– fácilmente alcanzan los 200 elementos, que se declinan en un sinfín de recetas con sus variantes regionales.
Aunque, para escena típica, la de las películas de los años cincuenta y sesenta, con familias napolitanas en torno a un cuenco de espaguetis del que se sirven profusamente, cuando no le hincan las manos sin más. Desde luego, esta pasión italiana por la pasta tiene una larga historia, aunque sólo acabó de tomar forma en el siglo XVIII.
La pasta se elabora con un tipo especial de cereal, el trigo duro (triticum durum), distinto del grano tierno que se usa para el pan común. El grano triturado da lugar a una harina o sémola que se amasa y se modela de distintas formas. Se consume una vez cocida en agua hirviente, directamente en el caso de la pasta fresca, mientras que la pasta secca, la más característica hoy en día, se deja secar y se puede conservar largo tiempo antes de la cocción.
¿Fideos chinos o árabes?
Hoy día sigue abierta la discusión sobre los orígenes de la pasta. El testimonio más significativo de la difusión de la pasta en la Edad Media lo ofrece el geógrafo hispanomusulmán al-Idrisi, quien explica que a mediados del siglo XII, en cierta comarca de Sicilia, existían molinos que producían pasta en grandes cantidades.
Es probable que este tipo de pasta procediera del norte de África y que pasara al continente desde Sicilia, región bajo dominio musulmán hasta 1072. En todo caso, a partir del siglo XIII las referencias a los platos de pasta –macarrones, raviolis, gnocchi, vermicelli…– se hacen cada vez más frecuentes en Italia.
En la Edad Media, e incluso hasta entrado el siglo XVI, estos platos de pasta tenían un carácter diferente al actual. No sólo los tiempos de cocción eran más largos –muy lejos de la actual preferencia por la pasta al dente, pues–, sino que la pasta se combinaba con ingredientes que hoy resultan sorprendentes, mezclando sabores dulces y picantes de especias.
La pasta se consideraba un plato de ricos, o en todo caso tenía un puesto destacado en los banquetes de la aristocracia del Renacimiento. Por ejemplo, Bartolomeo Scappi, que fue cocinero papal a mediados del siglo XVI, imaginó un tercer plato para un banquete que se componía de un pollo hervido acompañado por raviolis rellenos de una pasta de vientre de cerdo hervido, ubre de ternera lechal, cerdo asado, parmesano, queso fresco, azúcar, hierbas, especias y pasas.
Manjar de mendigos y reyes
Apenas un siglo más tarde el panorama había cambiado, al menos en Nápoles. Allí la pasta se convirtió en un plato popular, incluso en la base de la alimentación del pueblo, hasta el punto de que si hasta el siglo XVI a los napolitanos se los solía llamar comeverduras (mangiafoglia), a partir del XVII se impone el apodo de comemacarrones: mangiamaccheroni, comemaccheroni.
Se han dado varias explicaciones de este fenómeno. Una es el retroceso del nivel de vida de la gente común, que limitó el acceso a la carne, mientras que los grandes latifundios cerealeros del reino napolitano o de Sicilia ofrecían trigo relativamente barato. También influían las restricciones religiosas: la pasta era una comida ideal en los días magros en que estaba prohibido comer carne.
Pero quizá la razón principal de la generalización de la pasta fue que a partir del siglo XVII se desarrolló su fabricación industrial mediante máquinas como el torchio, una prensa mecánica que permitía elaborar los típicos fideos o vermicelli (que pasarían a llamarse espaguetis en el siglo XIX).
En la ciudad de Nápoles, la pasta se identificó con un tipo social característico, los mendigos o lazzaroni, de los que se decía que sólo se alimentaban de macarrones. «Cuando un lazzarone ha ganado cuatro o cinco monedas para comer unos macarrones aquel día, ya no le preocupa el mañana y deja de trabajar», decía un viajero. Lo que no impidió que la pasta terminara conquistando el paladar de las clases elevadas.
El propio rey de Nápoles, Fernando IV, devoraba con fruición los macarrones: «Los cogía con los dedos, retorciéndolos y estirándolos, y se los llevaba vorazmente a la boca, desdeñando con gran magnanimidad el uso del cuchillo, el tenedor o la cuchara…».
Lo que sí cambió definitivamente fue el sabor de la pasta. Desterrados el azúcar y las especias, su lugar lo ocupó el queso, que ayudaba a hacer de la pasta un plato nutritivamente completo. Hasta que a principios del siglo XIX llegó el tomate, un producto importado de América que durante largo tiempo les pareció a los italianos demasiado exótico. De hecho, sólo en 1844 aparece la primera receta del plato de pasta más típico hoy en día: los espaguetis con salsa de tomate.
Fuente: La pasta italiana: historia de una pasión – National Geographic