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LOS PLACERES DE LA MESA EN LA ANTIGUA ROMA

Uno de los aspectos de la vida cotidiana de los griegos antiguos que mejor conocemos es

el relativo a la alimentación, la cual era muy variada y nutritiva. La base de la comida

diaria para la mayor parte de la población era de origen vegetal. Aunque en diversas

partes de Grecia se elaboraban guisos con el grano de los cereales, lo más frecuente era

que con el trigo y la cebada se hicieran panes y tortas que recibían nombres derivados del

sistema de cocción de la forma o de la calidad de la materia prima.

Los más apreciados eran el pan «puro», que se hacía con harina muy tamizada, y el de

almidón, totalmente libre de salvado. Aunque se reconocían las buenas propiedades del

pan integral, no por ello dejaba de ser considerado un alimento de pobres. La harina de

cebada era la base de la mâza, una especie de gachas que se podían aromatizar con

vino, miel u otros líquidos y eran consumidas diariamente por una buena parte de la

población.

También eran fundamentales en la alimentación cotidiana los purés y guisos de legumbres

como garbanzos, lentejas, habas o guisantes, que se empleaban secos y no frescos.

Junto a ellas, verduras y hortalizas ocupaban un lugar destacado, aunque eran vistas

como un alimento barato. Los textos mencionan una gran variedad de hortalizas, entre las

que se cuentan, aparte de las más corrientes, algunas menos comunes, como la berrera,

la cerraja, la malva o los bulbos de nazareno.

La carne, en cambio, era menos frecuente, pues se trataba de un alimento caro y

minoritario. En los mercados había puestos dedicados a su venta, pero su consumo

estaba relacionado en buena medida con el sacrificio de animales a los dioses. En estos

ritos una parte de la víctima se quemaba para que el humo llegara al cielo y el resto del

animal era troceado, cocinado y comido por los participantes.

Según muestran las fuentes antiguas, parece que sólo el cerdo era criado con el fin de

servir de alimento, ya que en otros casos el objetivo buscado era la obtención de leche

(con la que se elaboraba queso), lana o fuerza de trabajo. Por ello, se limitaba el número

de ejemplares jóvenes, que consumían la leche de las madres pero todavía no producían,

lo que explica las alusiones relativamente frecuentes al consumo de corderos y cabritos,

que además eran apreciados por su carne más tierna.

Otra fuente de proteínas provenía de las aves, tanto de las de corral (gansos, gallinas,

palomas, patos…), de las que se aprovechaban los huevos además de la carne, como de

las que se cazaban de diversas maneras. Junto a la perdiz, la codorniz, la paloma torcaz

o el pato salvaje, en las fuentes aparece una gran variedad de pajaritos, como zorzales,mirlos, gorriones, hortelanos o pinzones, que se capturaban con liga o con redes y podían

ser vendidos en el mercado ensartados en tallos de mimbre. Entre la caza de pelo sólo

parecen haber tenido un papel gastronómico destacable el jabalí y sobre todo la liebre.

También los animales procedentes del mar eran de gran importancia en la dieta y eran

objeto de los mayores elogios. Entre los moluscos, consumidos en el entorno del Egeo

desde una época muy antigua, eran muy apreciados las ostras, los mejillones, las

conchas de peregrino, las navajas y diversos tipos de almejas, a los que se suman el

pulpo, la sepia y el calamar. En cuanto a los crustáceos, no sorprende encontrar citados la

langosta, el bogavante, el cangrejo y las gambas. Junto a estos mariscos las fuentes

antiguas nos hablan también del consumo de erizos y ortigas de mar.

https://historia.nationalgeographic.com.es/a/placeres-mesa-antigua-grecia_15980