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Beneficios de la luz pulsada en la industria de alimentos
Eliminar o detectar bacterias en alimentos se puede lograr con luz pulsada
Ofrecer alimentos inocuos de manera sostenible y eficiente sigue siendo prioridad de la industria que se apoya de tecnologías como la Luz Pulsada (PL). Este tipo de tecnología se ha obtenido para presenciar bacterias o múltiples patógenos dañinos que podrían contaminar alimentos causando problemas en la salud de los consumidores o la calidad del producto.
La luz pulsada es una tecnología no térmica de procesado que consiste en la aplicación de pulsos lumínicos de alta energía sobre alimentos o superficies alimentarias con objeto de disminuir su carga microbiana. Según publica AgTechDaily, esta técnica de desinfección de alimentos basada en la luz pulsada es capaz de eliminar con éxito numerosos patógenos dañinos mediante descargas controladas de pulsos eléctricos de alta intensidad (1-5 kV) y corta duración (100-400µs) en una o varias lámparas de gas Xenón instaladas en un reactor donde se sitúa el producto a tratar. La ionización del gas que se emplea provoca un flash o pulso lumínico de alta intensidad y ancho espectro de emisión, desde los 200 nm (UV) hasta los 1.000 nm.
Esta luz pulsada hasta el momento funciona en numerosos alimentos, tales como frutas, semillas y granos, queso y leche, zumo y numerosos productos avícolas. A pesar de que su efecto antimicrobiano se conoce hace tiempo, la tecnología actual permite que el mecanismo específico que causa la inactivación microbiana este mejor definido. Estos avances permitirían aplicaciones en la industria alimentaria es la descontaminación superficial de alimentos sólidos, como vegetales, huevos o los productos cárnicos y pesqueros. Además, de acuerdo con los estudios esto aumentaría su vida útil sin afectar negativamente sus propiedades organolépticas.
El estudio informó que también se ha planteado el uso de esta tecnología como alternativa a los tratamientos térmicos para pasteurizar o esterilizar productos líquidos. Otra de sus funciones consistiría en la descontaminación de envases alimentarios, para el tratamiento de envases y tapones alimentarios, teniendo como ventaja un sistema con eficiencia energética y que no utiliza agua ni sustancias químicas.
En conclusión, la tecnología de la luz pulsada puede mejorar el panorama de la industria de alimentos no sólo para la inocuidad de productos, también para mejorar procesos como la pasteurización o limpieza de envases.
La industria alimentaria en la encrucijada: el desafío de la sostenibilidad frente a la avalancha regulatoria
La industria alimentaria se enfrenta a un momento crítico, marcado por la necesidad de equilibrar la sostenibilidad con un entorno regulatorio cada vez más complejo. Este desafío plantea interrogantes sobre la eficacia de las políticas actuales y su impacto en la innovación, la competitividad del sector y, finalmente, en los consumidores. En los últimos años, la proliferación de normativas ha generado una carga significativa para las empresas, especialmente para las pequeñas y medianas, que luchan por mantenerse al día con los cambios regulatorios.
Tomás Rojas, director financiero y de relaciones institucionales de Cooperativas Agroalimentarias, refleja el sentimiento generalizado en el sector al afirmar que, aunque la industria no se opone a los objetivos medioambientales, es crucial que las administraciones escuchen las inquietudes del sector. La falta de consulta con los actores clave ha generado frustración, ya que las regulaciones a menudo se implementan de forma apresurada y sin considerar completamente sus implicaciones operativas y económicas.
La seguridad alimentaria ha sido uno de los avances más destacados en la regulación, con mejoras en los sistemas de trazabilidad y controles sanitarios que han reducido riesgos de contaminación y protegido la salud de los consumidores. Sin embargo, la complejidad y el número de regulaciones están creando obstáculos para las empresas, lo que se refleja en un aumento de los costos operativos. Las normativas sobre transporte, refrigeración y políticas comerciales también están reconfigurando las cadenas de suministro, lo que eleva los precios y afecta la accesibilidad de los alimentos para algunos sectores de la población.
La sostenibilidad se ha convertido en otro pilar central de las políticas regulatorias, impulsando medidas como el fomento de envases sostenibles y la reducción del desperdicio alimentario. No obstante, la implementación de estas políticas ha traído consigo costos adicionales para la industria. Mauricio García de Quevedo, director general de la Federación Española de Industrias de la Alimentación y Bebidas (FIAB), destaca cómo la legislación también afecta las facturas de las empresas, exacerbando las tensiones sobre los precios de los alimentos.
A esta situación se le añade la introducción de nuevas normativas como el reglamento de envases y residuos, aún en discusión en Bruselas, o el impuesto al plástico aprobado por el gobierno español. Estas iniciativas están siendo cuestionadas por su posible impacto negativo en la competitividad del sector y en los precios para el consumidor. Aunque la industria comparte los objetivos medioambientales, se muestra preocupada por la implementación rápida y descoordinada de las regulaciones, que podría tener efectos adversos.
En este panorama de creciente complejidad regulatoria, uno de los debates más recientes ha sido el sistema Nutri-Score. Este etiquetado nutricional, que clasifica los alimentos con una escala de colores y letras (de la A a la E), fue concebido como una herramienta para ayudar a los consumidores a elegir opciones más saludables. Sin embargo, nutricionistas y expertos critican su enfoque simplista, que no refleja adecuadamente la diversidad de los productos alimentarios. En lugar de educar al consumidor, el Nutri-Score genera confusión, penalizando incluso productos tradicionales como el aceite de oliva o los quesos curados.
Este ejemplo resalta cómo ciertas iniciativas, aunque bien intencionadas, pueden tener consecuencias no deseadas si no se implementan con la debida consideración del contexto y las complejidades del sector alimentario. Como recuerda García de Quevedo, la industria alimentaria ha sido esencial en momentos críticos, como la pandemia y la actual sequía, por lo que cualquier cambio regulatorio debe tener en cuenta la capacidad del sector para adaptarse.
El debate sobre la regulación en la industria alimentaria también toca temas clave relacionados con la política agrícola y la soberanía alimentaria. La industria advierte que un exceso de regulación podría llevar a una dependencia de las importaciones, comprometiendo la seguridad alimentaria a largo plazo. Por tanto, es fundamental que las políticas regulatorias no solo busquen la sostenibilidad y la seguridad alimentaria, sino que también protejan la viabilidad económica del sector y la accesibilidad de los alimentos para todos los consumidores.
En este contexto, se hace cada vez más necesario un diálogo estrecho y constructivo entre la industria, los reguladores y los consumidores. Como señala Rojas, es fundamental consensuar un calendario para alcanzar los objetivos medioambientales, asegurar una financiación adecuada y explorar las herramientas más eficaces para lograrlos. Un enfoque colaborativo y basado en evidencia permitirá desarrollar marcos regulatorios que promuevan la sostenibilidad sin sofocar la innovación y el crecimiento del sector.
El futuro de la industria alimentaria dependerá de encontrar un equilibrio entre la necesidad de regulación y la flexibilidad necesaria para la innovación. Será crucial que los responsables políticos trabajen de la mano con la industria para desarrollar normativas efectivas, pero también realistas y alcanzables. Esto podría incluir períodos de transición más largos para la implementación de nuevas regulaciones, incentivos para adoptar prácticas sostenibles de manera anticipada y un enfoque más matizado que considere las diferencias entre los distintos subsectores de la industria alimentaria.
En última instancia, el éxito de la industria alimentaria en navegar estos desafíos regulatorios tendrá un impacto directo en la seguridad alimentaria, la sostenibilidad ambiental y el bienestar económico de millones de personas. El sector tiene una oportunidad única para liderar el camino hacia un futuro más sostenible, pero para lograrlo, necesitará el apoyo y la comprensión tanto de los reguladores como de los consumidores.
Modern Plant Based Foods se expande en el mercado de alimentos para mascotas mediante una adquisición.
Modern Plant Based Foods se expande en el mercado de alimentos para mascotas con una adquisición de otra empresa AnimaKind. Modern Plant Based Foods es una empresa canadiense de alimentos con sede en Vancouver, Columbia Británica, que ofrece un portafolio de productos a base de plantas, incluidas alternativas sin carne ni lácteos, sopas y snacks veganos.
AnimalKind es conocida por sus golosinas ecológicas para perros, como “Arándanos,” “Trozos de Manzana” y “Calabaza,” que están dirigidas a dueños de mascotas que buscan opciones éticas y a base de plantas. Según el acuerdo de adquisición, Modern emitió 4 millones de acciones comunes a los accionistas de AnimalKind a un precio de $0.20 por acción. La adquisición representa un paso importante en la estrategia de crecimiento de Modern, posicionándola en la creciente industria de alimentos para mascotas a base de plantas.
Modern Plant Based Foods reiteró su compromiso con la sostenibilidad, con el objetivo de proporcionar productos saludables y ecológicos tanto para consumidores como para sus mascotas. Este es otro paso hacia el desarrollo sostenible, ayudando a reducir el uso de carne, que tiene un gran impacto en la producción de gases de efecto invernadero.