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El té que «lo cura todo»: tiene probióticos, aminoácidos y reduce el dolor en las ayuda a bajar de peso
Se trata de una bebida potente y sanadora proveniente de China. ¿Cuáles son sus propiedades y cómo prepararla?
Los alimentos probióticos, como el té de kombucha, se han convertido en una de las principales tendencias en la alimentación saludable. Gracias a sus beneficios para el sistema digestivo y su bajo aporte calórico, esta bebida fermentada ha ganado popularidad en todo el mundo.
La kombucha es una bebida fermentada de origen chino que se consume como té. Se prepara a partir de la fermentación del té negro o verde, azúcar y un cultivo conocido como Scoby (colonia simbiótica de bacterias y levaduras).
Este proceso produce una infusión con propiedades probióticas que benefician el sistema inmunológico y el aparato digestivo gracias a que se componen de microorganismos vivos que actúan como una barrera para las bacterias «malas».
En general, se encuentran de manera natural en alimentos, como el yogurt, elkimchi o la kombucha, una infusión ancestral que no es un «milagro nutricional», si no, que gracias a su aporte probiótico y bajo contenido calórico la convierten en una opción interesante dentro de una dieta equilibrada.
¿Cuáles son los beneficios del té de kombucha?
La Organización de Consumidores y Usuarios (OCU), ha advertido que, si bien, esta bebida «no tiene gran interés nutricional, a excepción de su contenido en vitamina B y algunos aminoácidos«, su poder probiótico gracias a las bacterias y levaduras que contiene la kombucha, ayudan a reforzar el sistema inmunológico.
Sin embargo, es importante considerar que «estos beneficios se pueden quedar solo en agua coloreada con azúcar, sino se mantiene un proceso de producción responsable que garantice la correcta elaboración del té kombucha», advierten los expertos. Por ello, es recomendable adquirir el Scoby de fuentes confiables y mantener estrictas normas de higiene.
Rica en vitamina B y aminoácidos: estos nutrientes son esenciales para la producción de energía y la regeneración celular.
Fortalecimiento del sistema inmunológico: las bacterias y levaduras presentes refuerzan las defensas naturales del cuerpo.
Mejora del sistema digestivo: favorece la absorción de nutrientes y ayuda a combatir el estreñimiento.
Bajo contenido calórico: ideal para incluir en dietas saludables sin sumar calorías innecesarias.
La importancia de la microbiota intestinal
Los científicos conocen la existencia de ese ecosistema intestinal desde hace décadas. Pero hasta hace relativamente poco no había estudios solventes acerca de la relación entre ese ecosistema y nuestra salud.
Ahora sabemos que ciertas patologías, como la obesidad, la diabetes, determinadas alergias y muchas más alteraciones, tienen mucho que ver con la ruptura del equilibrio de su estructura.
Esa alteración, es lo que los científicos llaman ‘disbiosis’. Una flora intestinal dañada no solo empeora nuestras digestiones. También va a condicionar nuestro estado de salud general.
¿Cómo mantener una microbiota sana?
Nuestra composición bacteriana empieza a determinarse al nacer. “En función del canal del parto, las bacterias que colonizan el intestino del bebé son distintas.
A partir de ese momento, para mantener el equilibrio entre esos millones de seres microscópicos que nos irán colonizado a lo largo de nuestra vida tenemos varias estrategias:
Alimentación
Llevar una dieta rica en frutas, verduras y alimentos integrales. Y eliminar o reducir todo lo posible la presencia de ultraprocesados, alimentos ricos en grasas saturadas y azúcares sencillos, porque impiden que las bacterias “buenas” proliferen.
Además, conviene incluir alimentos fermentados (probióticos, es decir, las propias bacterias), ya que ayudan a colonizar y mejorar la calidad de la microbiota intestinal.
Síntomas de que hay problemas: alergias, cansancio, hinchazón…
Para recuperar la salud de nuestras ‘bacterias buenas’, antes es necesario ser conscientes de que está deteriorada. Pero la sintomatología es tan variada y diversa que no siempre es fácil detectar que el problema está en el intestino.
La mayoría de las veces la disbiosis se manifiesta con alteraciones funcionales de tipo digestivo. “Pero también puede expresarse en otros aparatos y sistemas de nuestro cuerpo, de forma muy inespecífica, como problemas en la piel, articulares, anemia, cansancio, desánimo…», resume la experta.
Moya recalca que está demostrado que existe una relación entre el eje intestino-cerebro y algunas alteraciones de la salud mental. Entre ellas, la depresión.
Si nos centramos en el aparato digestivo, «las señales más frecuentes son cambios del tránsito intestinal, hinchazón (distensión abdominal), dolor abdominal, gases y eructos excesivos o intolerancias secundarias a la lactosa y/o fructosa debido a ese desequilibrio de base de nuestra microbiota”
Precisamente una de las pruebas que se suelen hacer para determinar la disbiosis es el test de la lactosa.
Alimentos que mejoran la microbiota y aquellos que la perjudican
Para recuperar la flora intestinal es fundamental llevar una dieta correcta que priorice los alimentos fermentados y ricos en fibra, los denominados alimentos probióticos y prebióticos, respectivamente.
Prebióticos
Son alimentos con nutrientes que van a garantizar un buen estado de salud a nuestras bacterias intestinales.
“Una nutrición rica en frutas, verduras y alimentos integrales nos aporta fibra, fundamental para ‘alimentar’ las bacterias del colon», explica. Destaca la inulina, «un prebiótico que encontramos en la achicoria, la alcachofa, los espárragos, el ajo y la cebolla».
Probióticos naturales
Se recomiendan los productos fermentados como «el kéfir, el yogur, el queso, el miso, tempeh, los encurtidos… También las verduras fermentadas como el chucrut”. No debemos olvidar que los probióticos pasteurizados contienen microorganismos muertos.
Cómo recuperar la flora intestinal
La recuperación de la flora intestinal, o, mejor dicho, de nuestra microbiota, empieza por abandonar los hábitos poco saludables que la deterioran.
“Lo primero es instaurar una dieta equilibrada y sana. Esto se traduce en el consumo diario de unas 5 raciones entre frutas y hortalizas, y de 3-6 raciones de alimentos ricos en hidratos de carbono, preferentemente, integrales, o de grano entero como la pasta, arroz o pan integral”, señala la experta.
En la mayoría de los casos esta estrategia permite revertir poco a poco el daño en la microbiota.
«Si hay una alteración considerable podemos valorar el uso de herramientas como la dieta FODMAP”. Esta dieta establece una pauta en la que se retiran o reducen los hidratos de carbono fermentables durante 1 o 2 meses. “Así el intestino ‘descansa’ y se recupera. Poco a poco iremos reintroduciendo de forma progresiva el resto de los alimentos, siempre en función de la tolerancia individual”, señala.
La dieta FODMAP debe realizarse siempre con la supervisión de un dietista-nutricionista experto. “Es la manera de que sea eficaz y de que no se llegue a producir carencias nutricionales de ningún tipo. No es una pauta nutricional para siempre, sino una dieta de transición terapéutica y puntual».
En otros casos será necesario el uso de cepas concretas de probióticos.
Los antiobióticos, siempre con un probiótico
Los antibióticos son fármacos que eliminan las bacterias causantes de una infección. Lo malo es que en ese proceso a veces diezman también otras bacterias ‘buenas’, como las del intestino o las vaginales.
Para minimizar los daños sin interferir en la curación, se debe asociar el antibiótico a un probiótico, que suele ser a base de levaduras, diferentes lactobacilus y bifidobacterias. “La forma de tomarlo debe ser la indicada por el médico que prescriba el tratamiento antibiótico, quien también puede prescribir el probiótico», aconseja la experta.
Si el médico no lo prescribe, podemos acudir a una farmacia o solicitar el consejo de un dietista–nutricionista. Es importante dejar pasar al menos dos horas entre la hora de la toma del antibiótico y la del probiótico, para que el fármaco no destruya las bacterias de este último.
Por último, es muy importante ser conscientes de la importancia de la microbiota intestinal en nuestra salud general y aprender a cuidarla. El principal paso para ello, es nuestra alimentación, así como un estilo de vida sano y equilibrado.
https://www.academianutricionydietetica.org/que-comer/mejorar-microbiota-intestinal
Diseñan una dieta para astronautas basada en la microbiota
Como la microgravedad y la radiación afectan a los microbios, es necesario diseñar una dieta específica para las condiciones de los vuelos espaciales
Los viajes espaciales alteran la salud de los astronautas
Durante las misiones espaciales, los astronautas están expuestos a distintas situaciones que suponen un estrés para su organismo: la microgravedad, la radiación cósmica, alteraciones del ritmo circadiano que afecta a la calidad del sueño, ruido constante y estrés psicológico, sedentarismo, modificación de la dieta, pérdida de apetito, menor ingesta de líquidos… Además, permanecer mucho tiempo confinados en espacios reducidos hacen que una infección sea más probable si se introduce un patógeno en la nave espacial. Todo esto es lo que se suele denominar el exposoma espacial. Estas situaciones suelen conducir a padecer síndromes metabólicos, trastornos neuroconductuales, pérdida de masa muscular y ósea, pérdida de salud cardiovascular, deterioro inmunológico, cognitivo y motor, e incluso manifestaciones dermatológicas.
La microbiota de los astronautas
Aunque no existe un consenso sobre cómo definir una microbiota sana, en general una alteración en la proporción de los grupos Bacteroidetes y Firmicutes, una disminución en las bacterias que se consideran promotoras de la salud como Lactobacillus, Bifidobacterium y Akkermansia, unos niveles reducidos de bacterias productores de ácidos grados de cadena corta y un aumento en algunos patógenos oportunistas como los Clostridium, reflejan una alteración de la microbiota intestinal o disbiosis. Un intestino sano se caracterizada por tener una gran riqueza y diversidad de microorganismos que le hacen ser más resistente a perturbaciones o cambios.
No existen muchos estudios sobre cómo afecta un viaje espacial a la microbiota (es muy difícil comparar distintos trabajos y sacar conclusiones), pero algunos estudios sugieren que los vuelos espaciales prolongados generan una alteración de la microbiota.
Se han realizado experimentos con ratones en la Estación Espacial Internacional que revelan cambios en la microbiota intestinal. En estos estudios, se observó que las condiciones “espaciales” generaban una disminución en la abundancia de grupos como Bifidobacterium y Lactobacillus con un aumento concomitante de patógenos oportunistas como Pseudomonas aeruginosa, E. coli, Fusobacterium nucleatum o Clostridium. Se redujo también una abundancia de Akkermansia muciniphila, que se asocia con efectos antiinflamatorios y beneficiosos para la salud. En definitiva, estos cambios sugieren que lo de viajar al espacio no parece bueno para la microbiota intestinal… de los ratones.
Uno de los estudios más completos lo realizó la NASA hace unos años con dos astronautas gemelos idénticos, los hermanos Scott y Mark Kelly. Scott estuvo dando vuelta alrededor de la Tierra durante casi un año en la Estación Espacial Internacional, mientras su hermano Mark permaneció en la Tierra. Durante ese tiempo, la NASA tomó miles de muestras y datos de ambos para estudiar y comparar cómo puede afectar al cuerpo humano vivir durante largos periodos de tiempo en el espacio. Mark era el control perfecto (gemelo idéntico) para estudiar los cambios biológicos y fisiológicos que podían ocurrir en su hermano Scott con su estancia en el espacio. De todos los estudios que les hicieron los que nos interesan aquí es cómo influyó a la microbiota intestinal de Scott vivir en el espacio durante tanto tiempo. Se comprobó que las bacterias también cambian cuando estamos en el espacio. Durante el tiempo que Scott estuvo en la Estación Espacial Internacional la proporción Firmicutes y Bacteroidetes se modificó, pero sin embargo no se observó un cambio drástico en el número de especies bacterianas diferentes. Dicho de otra forma, no hubo cambios en la biodiversidad de microbios intestinales. Además, esas pequeñas alteraciones volvieron a su proporción original después de que Scott regresara a la Tierra.
En 2014, China fabricó una estación espacial experimental terrestre, una cabina de 160 metros cuadrados, que simulaba el entorno lunar, ubicada en la Universidad de Beihang. Le llamaron Yuegong-1 o Palacio Lunar Chino.
El objetivo era poder llevar a cabo diversos experimentos controlados en un entorno muy similar a la Luna. Ahí se llevó a cabo un primer estudio que duró 105 días con tres “astronautas” a los que se les proporcionó una dieta rica en plantas y fibra, y se les analizó el cambio en su microbiota intestinal. El objetivo era definir la mejor dieta para mantener una microbiota sana en el espacio. Se comprobó que esa dieta generó una mayor diversidad y abundancia de bacterias que tenía un impacto positivo en el mantenimiento de una microbiota equilibrada y saludable. De forma similar, se llevó a cabo otro estudio de la microbioma intestinal en otros cuatro “astronautas” que permanecieron 60 días en el “palacio” con una dieta y un horario estrictos. En este caso se comprobó una disminución de bacterias como Faecalibacterium prausnitzii, Bifidobacterium longum y E. coli, y un aumento concomitante del grupo Lachnospiraceae y de la síntesis de glutamato/triptófano. Ambos estudios sugerían un aumento de la producción de ácidos grasos de cadena corta, que se relaciona también con un estado saludable.
La dieta ideal de los astronautas
Estos estudios sugieren la conveniencia de diseñar una dieta personalizada en función de los problemas de salud preexistentes de los astronautas. Lo ideal para un astronauta sería una dieta con suplementos probióticos, prebióticos, postbióticos y simbióticos antes, durante y después de las misiones espaciales, para favorecer una restauración de su microbiota intestinal. Por ejemplo, se ha propuesto el consumo de leche de soja fermentada como probiótico durante viajes espaciales de larga duración. Cuando no están en misiones, los astronautas deberían tener una dieta equilibrada con fibra y probióticos personalizados para que su microbiota sea resistente a las misiones espaciales. Se ha sugerido incluso la posibilidad de incorporar un fermentador en los vuelos espaciales para producir probióticos activos que los astronautas pudieran tomar durante su estancia en el espacio (recuerda que los probióticos son microorganismos vivos).
Todo esto lo que demuestra es la importancia, no solo de cuidar la salud de los astronautas sino también la de sus bacterias, porque nuestra salud depende de nuestros microbios.
Diseñan una dieta para astronautas basada en la microbiota – microBIOblog