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Uno de cada tres españoles destina entre el 21% y el 30% de su presupuesto a la alimentación
Un 66% de los restaurantes españoles afirma haber percibido un aumento de la demanda de comida saludable por parte de sus clientes en los últimos meses. Este es uno de los datos que se desprende del Barómetro Food 2024 de Edenred, plataforma digital multisolución de confianza especializada en employee engagement y beneficios sociales. Como respuesta a esta tendencia creciente, 7 de cada 10 restaurantes ya están cambiando sus procesos y los de sus proveedores para incluir productos más saludables en su oferta.
demás, la mayoría de los restaurantes afirma que hay un aumento en la demanda de productos locales por parte de los consumidores, mientras que se está registrando un creciente interés en comidas veganas o vegetales. Estos cambios reflejan una mayor conciencia por parte de los consumidores sobre el impacto de sus elecciones alimentarias en su salud y en la sostenibilidad.
Según los resultados, el gasto mensual de los españoles en alimentación representa una parte significativa de su presupuesto, con una media del 25%. Si desglosamos los datos, un 9% de las personas llega a invertir hasta un 40% en alimentación; el 17%, entre un 31% y un 40%; más de un 36% destina entre un 21% y un 30 %; y un 29% dedica entre un 11% y un 20% de su presupuesto mensual.
La alimentación saludable se cuela también en el ranking de factores clave a la hora de elegir restaurante por parte del consumidor. Así, 8 de cada 10 encuestados en el estudio de Edenred afirma que toma la decisión de ir a un establecimiento u otro en función de si cuenta o no con oferta saludable. Otros de los factores que los consumidores señalan como determinantes son la proximidad (94%), la calidad de los productos y la relación calidad-precio (92%).
En este nuevo paradigma, el sector hostelero está mostrando una rápida adaptación y un fuerte compromiso para ofrecer opciones a cualquier tipo de consumidor y evolucionar de forma sostenible. Así, el 93% de los restaurantes afirma que cuenta con platos vegetales en su menú y un 81% de los establecimientos está aplicando medidas para combatir el desperdicio alimentario, como ofrecer opciones para llevar la comida sobrante, firmar alianzas con bancos de alimentos, etc. Este mismo es el objetivo del acuerdo firmado recientemente por Hostelería de España y Edenred, por el que la primera se adhirió al Programa Food para contribuir a promover la alimentación saludable entre los equipos a través de una oferta variada y diversa.
n este contexto, Ticket Restaurant sigue siendo una herramienta valiosa tanto para las personas como para los restaurantes. El 71% de los españoles afirma que esta fórmula les permite comer fuera con más frecuencia, mientras que el 79% de los restaurantes asegura que la aceptación de Ticket Restaurant incrementa su facturación.
Por qué no se canta en la mesa ni se abre la boca al masticar. Tres libros sobre cómo nos relacionamos con la comida
Cuando en 2001 el historiador Xavier Castro publicó en castellano Ayunos y Yantares. Usos y costumbres de la historia de la alimentación (Nivola Libros y Ediciones) nos hizo reflexionar sobre quiénes somos frente a un plato, frente a una mesa y frente a otros comensales. Es cierto que aquel ensayo estaba más centrado en Galicia, pero todo lo que en él encontrábamos era perfectamente extrapolable a las maneras de comer en cualquier parte del mundo.
Han pasado unos años, y en la sección de ensayo de las librerías ya hay varios libros sobre historia de la alimentación, pero pocos sobre maneras y modos de relacionarnos con ella. Aquí, tres imprescindibles para curiosos y estudiosos.
- Los rituales en la mesa “Este libro repleto de sabiduría, uno de los más importantes que se han escrito nunca sobre alimentación, describe las innumerables maneras en que el ser humano ha complicado el actor de comer”, escribe la periodista Bee Wilson en el prólogo de Los Rituales en la Mesa. Orígenes, evolución, excentricidades y significados, escrito por la historiadora y antropóloga Margaret Visser (Antoni Bosch Editor).
Sin duda, es un libro fascinante, Es revelador, clarificador y útil. Nos hace entender nuestra evolución (o no) como ser humano, nuestra manera de sentarnos, de ingerir la comida y de relacionarnos con otros comensales. Está lleno de respuestas y también de interrogantes. Comprendemos qué significa sentarse en la cabecera de la mesa, qué papel ha jugado la música en los banquetes, qué es ‘comer a la inglesa’ o cómo hay que utilizar los cubiertos según el menú. También qué debemos hacer y qué no, para convertirnos en el perfecto comensal: no deben producirse discusiones, porque los buenos modales tienen la función primordial de evitar cualquiera cosa que se parezca siquiera a la violencia. Un recelo más confesable es que los jugos gástricos, y, por tanto, la digestión, pueden verse perjudicados por una cena desagradable (…) Nadie puede ni debe hablar mucho durante la cena: todos deben conversar (…) No se habla de negocios ni de asuntos tan técnicos que resulten incomprensibles al resto: todos deben de participar en la charla (…)”.
2. Modos de comer
“Comemos antes de saber hablar (…) Usamos las palabras para explicar ese mundo que nos rodea, pero seguimos dependiendo y siendo vulnerables al mundo que nos alimenta. Si las cosas van bien, tenemos con qué saciarnos, y nos resulta natural apurar la botella de leche, la taza de café o el cuenco de arroz y sentirnos satisfechos. Pero nunca tenemos suficiente con lo que sabemos sobre la comida, porque el aprendizaje carece de la cualidad de la finitud”. Así arranca el libro Modos de Comer. Un recorrido por la historia y cultura de los alimentos, recién traducido por Ricardo García Herrero y Borja Folch para RBA.
El libro escrito a cuatro manos, las del historiador Benjamin A. Wurgaft y las de la socióloga y escritora, Merry I. White, analiza la historia de la humanidad desde el punto de vista de la alimentación, nuestras maneras de enfrentarnos a la comida y cómo lo que ingerimos ha modificado nuestras conductas. Cada capítulo es un delicioso pensamiento y con él, un interrogante constante. Tal y como escriben sus autores: “Consideramos que este libro es un conjunto de herramientas para el estudio de la alimentación de los seres humanos. La comida siempre ha estado llena de futuro”.
3. Los alimentos que cambiaron el mundo
Posiblemente, nuestros antepasados no se cuestionaron que un simple tomate sería, siglos más tarde, no solo un ingrediente fundamental en la cocina, sino un alimento clave en la historia de la humanidad. Ni aquellos que recogieron los primeros granos de café imaginaron que, con el tiempo, ese fruto infusionado acabaría convirtiéndose en uno de los alimentos que cambiaron el mundo. Al menos, así lo manifiesta el periodista Alex Renton en 13 Alimentos que cambiaron el mundo. Cómo nuestra dieta condiciona el pasado, el presente y el futuro (RBA). El libro es una adaptación de los textos que Renton locuta en el programa The Food Programme, emitido en la BBC Radio 4.
El libro es una joya, bien traducido por Beatriz Villena, para quienes buscan indagar en el ingrediente, saber la historia, la procedencia y el primer uso; y también para quienes tienen inquietud por conocer cómo afecta hoy en día ese ingrediente en nuestra dieta habitual. El libro «Alimentos que cambiaron el mundo» analiza cómo alimentos como la patata, el pan, la sal, el tomate, el aceite, los lácteos, el azúcar, y otros, han transformado la historia, la alimentación y las costumbres humanas. Explora su impacto en diversas culturas y épocas, siendo una lectura ideal para quienes estudian la evolución de la gastronomía y la influencia de estos productos en la sociedad.
La falta de consumo de micronutrientes es un problema global: el 60% de la población no ingiere los suficientes
Una investigación publicada en ‘The Lancet Global Health’ proporciona la primera estimación mundial sobre el consumo inadecuado de 15 sustancias fundamentales
En 2017, cuando era un investigador de doctorado en la Universidad de California Davis, Ty Beal (Phoenix, Arizona, 38 años) hizo su primera publicación en una revista académica. Fue sobre el suministro mundial de micronutrientes. Analizó su disponibilidad global, lo contrastó con las necesidades de consumo y demostró la existencia de un gran déficit. Beal quiso seguir estudiando y, ahora, como especialista técnico de la Alianza Mundial para la Mejora de la Nutrición, ha conseguido un hito: publicar el primer estudio que proporciona estimaciones del consumo inadecuado de 15 micronutrientes esenciales por parte de cinco mil millones de personas.
La investigación, publicada a finales de agosto en la revista de medicina The Lancet Global Health, en colaboración con la Escuela de Medicina de Harvard y la Universidad de California Santa Bárbara, señala que el 60% de la población mundial no consume suficiente yodo; lo mismo le sucede al 67% con la vitamina E; al 66% con el calcio; al 65% con el hierro y al 53% con la vitamina C.
La carencia de cada micronutriente conlleva sus propias consecuencias para la salud, que pueden ir desde “resultados adversos en el embarazo hasta ceguera, pasando por una mayor susceptibilidad a las enfermedades infecciosas”. “Esta carencia generalizada es más grave de lo que se creía y tiene graves consecuencias para la salud mundial, especialmente en términos de salud materno-infantil, inmunidad y potencial humano en general”, recoge el documento.
Por videollamada desde Washington, Beal hace hincapié en la necesidad de que las personas entiendan las consecuencias de estas deficiencias: “Si se trata de un niño pequeño, por ejemplo, puede que no sea capaz de aprender en la escuela. Un adulto podría tener anemia y no ser capaz de funcionar muy bien y puede que sea más propenso a las infecciones”.
Bases de datos mundiales
Según explica Beal, previo a su nueva publicación ya existía un cuerpo importante de investigaciones sobre cadenas de alimentación y déficit de micronutrientes, y algunos países también tenían datos locales. “En las cadenas de alimentación, los dos componentes que se analizan son cómo se produce y cómo se consume la comida. Pero no siempre la comida que se produce es la que se come, por lo que hay un vacío de conocimiento”, señala Beal. Además, el científico afirma que muchas de las encuestas sobre la dieta hechas por gobiernos estaban desactualizadas o no eran de buena calidad.
Beal sostiene que “nunca” se había publicado un estudio mundial sobre el consumo de micronutrientes como este, porque los vacíos de información representaban grandes obstáculos. Así fue hasta que la Escuela de Ciencias de Nutrición de la Universidad de Tufts (Boston) creo el Global Dietary Database, un gran modelo de datos que detalla las cantidades y tipos de alimentos que las personas comen alrededor del mundo. Beal y sus compañeros usaron esta herramienta para su investigación, pero sabían que tiene limitaciones, al tratarse solo de estimaciones, por lo que la complementaron con las otras bases de datos locales del Banco Mundial y la FAO, también con encuestas dietéticas disponibles de 31 países.
Los investigadores contrastaron todos estos datos con las necesidades nutricionales y desarrollaron su base de datos propia, que incluye a 185 países. En la evaluación se estudiaron quince micronutrientes: calcio, yodo, hierro, riboflavina, folato, zinc, magnesio, selenio, tiamina, niacina y vitaminas A, B6, B12, C y E. Decidieron, además, que pondrían toda esta información disponible en abierto para poder “orientar otras investigaciones más específicas”.
Diferencias por género, edad y región
Los investigadores decidieron dividir a la población en hombres y mujeres pertenecientes a 17 grupos de edad de 0 a 80 años en intervalos de cinco años, y un grupo de 80 años o más. Esta división permitió realizar hallazgos que Beal considera de los más sorprendentes de la investigación. Se dieron cuenta de que existe un problema común de consumo de nutrientes en el mundo, pero cómo se manifiesta esta deficiencia varía enormemente entre los grupos estudiados.
El documento revela que hombres y mujeres sufren carencias de micronutrientes diferentes. Por ejemplo, las mujeres tienen más probabilidades de presentar ingestas inadecuadas de yodo, vitamina B12, hierro y selenio, mientras que los hombres son más propensos a sufrir carencias de calcio, zinc y “varias vitaminas esenciales”.
Para Beal, esto se debe a que, por lo general, hombres y mujeres tienen dietas diferentes. Sin embargo, las diferencias también se deben a que las necesidades de micronutrientes son distintas según el sexo. “Las mujeres en edad reproductiva necesitan más hierro. Los hombres necesitan más zinc, vitamina C y vitamina A”, señala Beal.
En cuanto a las diferencias por regiones, el documento apunta “patrones muy claros”. “Algunos nutrientes como el folato, la vitamina E y la riboflavina hacen falta en la dieta de Norteamérica para los hombres, pero si estás en el África subsahariana, son las mujeres las que tienen más dificultades para obtenerlos”, afirma.
En términos absolutos, la región del mundo donde se encuentran los déficits de micronutrientes más graves es el sudeste de Asia, pero el África subsahariana es “muy pobre” específicamente en hierro, zinc y vitamina B12, tres componentes esenciales.
Beal cree que estos datos plantean retos para el futuro: “Creo que esto nos orienta un poco para saber qué nutrientes son un problema, dónde hacen falta, en cuáles grupos de población, qué tipos de alimentos hay que promover y cómo se abordan estas necesidades”. Hay una carencia de nutrientes en el mundo entero, pero cada región y grupo poblacional tiene necesidades diferentes. Para el científico, ahora el meollo del asunto está en empezar a trabajar para buscar soluciones “sin dejar a nadie atrás”.