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La pirámide de la Dieta Mediterránea cumple 30 Años: celebrando un legado de salud y sostenibilidad
Su reconocimiento científico se consolidó en 1993 con la publicación de la Pirámide de la Dieta Mediterránea Tradicional Saludable.
Este mes marca el 30 aniversario de la publicación oficial de la Pirámide de la Dieta Mediterránea, un modelo que ha trascendido su región de origen para convertirse en un referente global en salud, nutrición y sostenibilidad. Instituciones como el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), el Consejo Oleícola Internacional (COI) y el Centro Internacional de Estudios Agronómicos Mediterráneos Avanzados (CIHEAM) lideran esta conmemoración para destacar el impacto de este patrón dietético en la promoción de la salud y la preservación de un valioso patrimonio cultural.
Aunque la dieta mediterránea tiene una historia milenaria, su reconocimiento científico se consolidó en 1993 con la publicación de la Pirámide de la Dieta Mediterránea Tradicional Saludable. Esta representación gráfica, desarrollada por expertos en nutrición, salud pública y cultura alimentaria, marcó un antes y un después en la investigación mundial en nutrición y en las orientaciones de salud pública.
El modelo se basa en principios clave como el consumo predominante de alimentos vegetales (frutas, verduras, legumbres y cereales), el aceite de oliva como grasa esencial y moderadas cantidades de pescado, lácteos y carne. Este enfoque, complementado con actividad física regular y hábitos sociales como las comidas compartidas, ha demostrado ser beneficioso no solo para la salud humana, sino también para la sostenibilidad del planeta.
Desde su formalización, la dieta mediterránea ha sido objeto de innumerables estudios científicos que confirman sus beneficios, incluyendo:
- Reducción de enfermedades cardiovasculares.
- Mejora de la salud cerebral.
- Efectos antioxidantes que retrasan el envejecimiento celular.
- Prevención de ciertos tipos de cáncer.
El reconocimiento de estos beneficios ha llevado a la dieta mediterránea a ser incluida en la lista de Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO en 2010.
En un mundo enfrentado al cambio climático y al desafío de alimentar de forma sostenible a una población creciente, la dieta mediterránea emerge como un modelo a seguir. Su énfasis en alimentos de origen vegetal y el uso responsable de recursos se alinea con los objetivos globales de sostenibilidad alimentaria.
La pirámide de la Dieta Mediterránea cumple 30 Años: celebrando un legado de salud y sostenibilidad
El verdadero precio de la industria alimentaria
Un nuevo informe de la FAO desvela que los sistemas agroalimentarios industriales están generando miles de millones en costos ocultos para la salud y el medioambiente, principalmente debido a enfermedades ligadas a malos hábitos alimenticios y prácticas agrícolas insostenibles.
Un informe reciente de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) revela que los sistemas agroalimentarios, especialmente los más industrializados, generan cada año costos ocultos por un valor aproximado de 12 billones de dólares. De esta cifra, cerca del 70% (8,1 billones) corresponde a gastos derivados de problemas de salud, especialmente relacionados con enfermedades no transmisibles como las cardiopatías, accidentes cerebrovasculares y diabetes, en gran parte atribuibles a dietas poco saludables.
El estudio, publicado en el informe «El estado mundial de la agricultura y la alimentación de 2024», analiza tanto los beneficios como los costos ocultos en la producción, distribución y consumo de alimentos. Estos costos, no reflejados en los precios de mercado, incluyen factores de impacto medioambiental y social, tales como las emisiones de gases de efecto invernadero, la contaminación de agua y el uso de suelos.
Además, el documento propone una nueva clasificación de los sistemas agroalimentarios globales, dividiéndolos en seis categorías: en crisis prolongada, tradicionales, en expansión, en proceso de diversificación, en proceso de formalización e industriales. Cada tipo presenta características y problemas distintos. Mientras que en los sistemas tradicionales la falta de frutas y verduras es el mayor riesgo, en los sistemas industrializados el consumo excesivo de sodio y carnes rojas y procesadas figura como uno de los problemas principales para la salud.
En términos medioambientales, el costo de las prácticas agrícolas insostenibles es particularmente alto en sistemas agroalimentarios que se encuentran en diversificación, donde los costos ambientales suman alrededor de 720.000 millones de dólares anuales. Estos incluyen el impacto de las emisiones de carbono y la escorrentía de nitrógeno, entre otros efectos dañinos.
La publicación subraya la urgencia de transformar estos sistemas hacia modelos sostenibles, resilientes e inclusivos que no sólo evalúen su valor económico, sino también sus beneficios sociales y medioambientales. Solo así será posible garantizar una seguridad alimentaria más justa y un uso responsable de los recursos naturales.
La industria alimentaria en la encrucijada: el desafío de la sostenibilidad frente a la avalancha regulatoria
La industria alimentaria se enfrenta a un momento crítico, marcado por la necesidad de equilibrar la sostenibilidad con un entorno regulatorio cada vez más complejo. Este desafío plantea interrogantes sobre la eficacia de las políticas actuales y su impacto en la innovación, la competitividad del sector y, finalmente, en los consumidores. En los últimos años, la proliferación de normativas ha generado una carga significativa para las empresas, especialmente para las pequeñas y medianas, que luchan por mantenerse al día con los cambios regulatorios.
Tomás Rojas, director financiero y de relaciones institucionales de Cooperativas Agroalimentarias, refleja el sentimiento generalizado en el sector al afirmar que, aunque la industria no se opone a los objetivos medioambientales, es crucial que las administraciones escuchen las inquietudes del sector. La falta de consulta con los actores clave ha generado frustración, ya que las regulaciones a menudo se implementan de forma apresurada y sin considerar completamente sus implicaciones operativas y económicas.
La seguridad alimentaria ha sido uno de los avances más destacados en la regulación, con mejoras en los sistemas de trazabilidad y controles sanitarios que han reducido riesgos de contaminación y protegido la salud de los consumidores. Sin embargo, la complejidad y el número de regulaciones están creando obstáculos para las empresas, lo que se refleja en un aumento de los costos operativos. Las normativas sobre transporte, refrigeración y políticas comerciales también están reconfigurando las cadenas de suministro, lo que eleva los precios y afecta la accesibilidad de los alimentos para algunos sectores de la población.
La sostenibilidad se ha convertido en otro pilar central de las políticas regulatorias, impulsando medidas como el fomento de envases sostenibles y la reducción del desperdicio alimentario. No obstante, la implementación de estas políticas ha traído consigo costos adicionales para la industria. Mauricio García de Quevedo, director general de la Federación Española de Industrias de la Alimentación y Bebidas (FIAB), destaca cómo la legislación también afecta las facturas de las empresas, exacerbando las tensiones sobre los precios de los alimentos.
A esta situación se le añade la introducción de nuevas normativas como el reglamento de envases y residuos, aún en discusión en Bruselas, o el impuesto al plástico aprobado por el gobierno español. Estas iniciativas están siendo cuestionadas por su posible impacto negativo en la competitividad del sector y en los precios para el consumidor. Aunque la industria comparte los objetivos medioambientales, se muestra preocupada por la implementación rápida y descoordinada de las regulaciones, que podría tener efectos adversos.
En este panorama de creciente complejidad regulatoria, uno de los debates más recientes ha sido el sistema Nutri-Score. Este etiquetado nutricional, que clasifica los alimentos con una escala de colores y letras (de la A a la E), fue concebido como una herramienta para ayudar a los consumidores a elegir opciones más saludables. Sin embargo, nutricionistas y expertos critican su enfoque simplista, que no refleja adecuadamente la diversidad de los productos alimentarios. En lugar de educar al consumidor, el Nutri-Score genera confusión, penalizando incluso productos tradicionales como el aceite de oliva o los quesos curados.
Este ejemplo resalta cómo ciertas iniciativas, aunque bien intencionadas, pueden tener consecuencias no deseadas si no se implementan con la debida consideración del contexto y las complejidades del sector alimentario. Como recuerda García de Quevedo, la industria alimentaria ha sido esencial en momentos críticos, como la pandemia y la actual sequía, por lo que cualquier cambio regulatorio debe tener en cuenta la capacidad del sector para adaptarse.
El debate sobre la regulación en la industria alimentaria también toca temas clave relacionados con la política agrícola y la soberanía alimentaria. La industria advierte que un exceso de regulación podría llevar a una dependencia de las importaciones, comprometiendo la seguridad alimentaria a largo plazo. Por tanto, es fundamental que las políticas regulatorias no solo busquen la sostenibilidad y la seguridad alimentaria, sino que también protejan la viabilidad económica del sector y la accesibilidad de los alimentos para todos los consumidores.
En este contexto, se hace cada vez más necesario un diálogo estrecho y constructivo entre la industria, los reguladores y los consumidores. Como señala Rojas, es fundamental consensuar un calendario para alcanzar los objetivos medioambientales, asegurar una financiación adecuada y explorar las herramientas más eficaces para lograrlos. Un enfoque colaborativo y basado en evidencia permitirá desarrollar marcos regulatorios que promuevan la sostenibilidad sin sofocar la innovación y el crecimiento del sector.
El futuro de la industria alimentaria dependerá de encontrar un equilibrio entre la necesidad de regulación y la flexibilidad necesaria para la innovación. Será crucial que los responsables políticos trabajen de la mano con la industria para desarrollar normativas efectivas, pero también realistas y alcanzables. Esto podría incluir períodos de transición más largos para la implementación de nuevas regulaciones, incentivos para adoptar prácticas sostenibles de manera anticipada y un enfoque más matizado que considere las diferencias entre los distintos subsectores de la industria alimentaria.
En última instancia, el éxito de la industria alimentaria en navegar estos desafíos regulatorios tendrá un impacto directo en la seguridad alimentaria, la sostenibilidad ambiental y el bienestar económico de millones de personas. El sector tiene una oportunidad única para liderar el camino hacia un futuro más sostenible, pero para lograrlo, necesitará el apoyo y la comprensión tanto de los reguladores como de los consumidores.
La ONU reveló cuál va a ser el alimento para el año 2050: qué comerán los humanos en el futuro
Un reciente estudio del organismo reveló que tanto la salud como la sostenibilidad irán de la mano al momento de evaluar la ingesta.
Según proyecciones de la ONU, la población mundial alcanzaría los 9.700 millones de personas para 2050. En consecuencia, la pregunta sobre cómo alimentar a toda la humanidad se vuelve cada vez más relevante. Una de las certezas es que la producción debería aumentar en un 70% para satisfacer la demanda global. Sin embargo, esta pauta no solo implicaría producir más, sino hacerlo de manera sostenible.
La industria alimentaria es responsable del 30% del consumo energético global y de un 22% de los gases de efecto invernadero, según un estudio de la ONU. Con los recursos naturales cada vez más limitados, surge la necesidad de buscar nuevas alternativas.
Entre los alimentos que podrían dominar los platos en el futuro destacan las algas, los tubérculos y las legumbres. Productos como los nopales, el mijo fonio o las raíces de perejil se posicionarían como soluciones nutritivas y sostenibles. Por otro lado, los insectos se perfilarían como una fuente rica en proteínas de alta calidad, fibra y nutrientes esenciales como hierro y magnesio. Su cría no requiere grandes inversiones, lo que los convierte en una opción viable para enfrentar la inseguridad alimentaria.
No solo los alimentos están cambiando, sino también la manera de producirlos. La agricultura ecológica está creciendo a nivel mundial, enfocándose en técnicas naturales que preservan los suelos y el ecosistema
Ya es posible que la empresas puedan saber si sus envoltorios son sostenibles antes de sacarlos al mercado
El Servicio de Evaluación de Reciclabilidad (RES) se ha diseñado para ayudar a empresas de todos los sectores y tamaños a adaptar su packaging a los nuevos requisitos legales, los hábitos de compra y la demanda de mayor sostenibilidad por parte de los consumidores.
DS Smith, líder global en soluciones de packaging sostenible, lanza un servicio para que las empresas puedan evaluar los niveles de reciclabilidad de su packaging. El Servicio de Evaluación de Reciclabilidad (RES) se ha diseñado para satisfacer la creciente demanda de sostenibilidad por parte de consumidores y organizaciones, a la vez que permite adaptar el packaging de las empresas a los cambios que está introduciendo la legislación sobre envases.
Y es que, en la actualidad, el packaging debe dar respuesta a muy distintas exigencias: reciclabilidad, rendimiento, estética… Todo ello, en un contexto donde las normativas evolucionan constantemente para prestar mayor atención a la creación de soluciones de embalaje más sostenibles.
Para ayudar a las empresas a resolver estos desafíos, el nuevo servicio de DS Smith realiza pruebas específicas para determinar cuál es el nivel de reciclabilidad de su packaging a base de fibra. El RES se basa en los procesos que siguen las fábricas de papel estándar en Europa y es adecuado para analizar cualquier tipo de embalaje a base de fibra, especialmente los primarios o de consumo. Esto lo convierte en un servicio de alto valor añadido para sectores como el retail, el de alimentación y bebidas, los bienes de consumo o la industria farmacéutica, entre otros.
¿Cómo funciona?
Las pruebas se llevan a cabo en el Laboratorio de Desarrollo de Fibras de última generación que la compañía tiene en la fábrica de papel de Kemsley (Reino Unido), siguiendo los estándares industriales de CEPI y de 4evergreen. Una vez realizadas, los clientes reciben un informe con datos detallados, junto con una puntuación de reciclabilidad de -100 a +100, así como una valoración sobre la idoneidad del material para su reciclaje.
Comprender la composición del embalaje es cada vez más valioso. El hecho de ser la primera empresa integrada de papel, packaging y reciclaje que ofrece este servicio a las empresas, sitúa a DS Smith en una posición preferente a la hora de asesorarlas. “No solo señalamos los problemas, sino que también podemos resolverlos”, afirma Edmunds.
El 75% de las empresas de alimentos ya han reducido el plástico de sus envases
Tres de cada cuatro empresas dedicadas a la comercialización de alimentos y bebidas han hecho ya los deberes (o están en ello) y han conseguido reducir la cantidad de plásticos que contienen sus envases, según constata un estudio que ha analizado 1.500 productos de supermercados y que concluye que, pese a los esfuerzos hechos hasta ahora, sigue habiendo todavía un uso excesivo de este material contaminante en los estantes y lineales de las grandes superficies. El informe bautizado como ‘Material Change Index’ (Índice de Cambio de Materiales), elaborado por la auditora británica Retail Economics, cifra en «un 44% los productos alimentarios en los supermercados españoles que están envueltos en plástico que podría ser reemplazado por alternativas más sostenibles«.
Aquellas compañías que aún no han actuado, pese a que el plazo para hacerlo termina en 2026, alegan, entre otros impedimentos, el coste de las materias primas (40%) y el miedo a que los consumidores no acepten los cambios (39%). De este último grupo, un 72% creen que los compradores no estarían dispuestos a pagar más por envases sostenibles y un 65% piensan que no querrían sacrificar la comodidad por la sostenibilidad.
Carne y pescado (84%), productos lácteos (83%) y alimentos procesados, incluidas las comidas preparadas (78%), son en estos momentos los productos que se presentan con más cantidad de plástico ante los consumidores, según detecta el estudio. «Mientras los objetivos sigan siendo voluntarios, no podremos cambiar la situación«, lamenta Ignacio Montfort, director ejecutivo de DS Smith Packaging Iberia, una firma dedicada a la producción de cartón ondulado y que es la que ha encargado la elaboración del informe. «Necesitamos normas globales unificadas que permitan acelerar el proceso. La Unión Europea y Estados Unidos deben liderar este esfuerzo con el Tratado Global sobre Plásticos», prosigue Montfort, que admite, sin embargo, que «no todo el plástico puede o debe ser reemplazado, y no todo puede suceder de inmediato, pero hay demasiado plástico que nunca será reciclado, por lo que eliminarlo de las cadenas de suministro es clave para reducir los residuos».
Investigadores de la Comunidad de Madrid crean 20 nuevos alimentos a partir de restos de comida
Un equipo de expertos del Centro de Innovación Gastronómica (CIG) han desarrollado técnicas de innovación para producir 20 nuevos alimentos partiendo de trozos, cáscaras o cascarillas que habitualmente se desechan. Los profesionales del CIG han realizado numerosos ensayos para que sus propuestas beneficien a la salud y se adapten a las tendencias del mercado.
El Centro, perteneciente al Instituto Madrileño de Investigación y Desarrollo Rural, Agrario y Alimentario (IMIDRA), busca impulsar la gastronomía circular, el aprovechamiento de recursos y el consumo de cercanía. «Luchamos contra el desperdicio alimentario y le damos nuevos valores económicos a los productos de la agricultura y la alimentación; en este caso, a los productos de Madrid», comenta Almudena Lázaro, la directora del centro.
«Aquí hacemos Ciencia, proyectos de investigación. Y todo esto está contrastado con datos, con equipos de medida y con la opinión de más de un centenar de consumidores, que los han probado y nos han dado una nota muy alta», explica.
De estos estudios han surgido innovaciones a partir del orujo de uva, con el que se han creado helados, chocolates, salsas y kombucha (bebida de origen chino a base de té fermentado).
La investigación se ha realizado a base de cocciones, extracciones y fermentaciones, logrando características sensoriales distintivas y propiedades saludables que aspiran llevar al mercado propuestas de interés para las empresas.